Gobierno rico, país pobre
La Venezuela rural y pueblerina, sumergida en violencias interminables por el logro del poder que mermaron ostensiblemente la población, basaba su proceso en una asistemática agro exportación del café y el cacao que vio el inicio de un cambio cuando en 1921 se inicia la etapa de la Venezuela Petrolera. Gómez establece la política de ofertas y facilidades de inversión a los capitales extranjeros, con derechos de exploración bajos, sin normas de refinación ni perforación, con exenciones de impuestos de aduana para maquinarias y equipos, así como plazos de concesión muy largos y beneficiosos para las compañías que se establecen en nuestro territorio. Ello le permitió a Juan Vicente Gómez establecer una férrea dictadura desde 1908 hasta 1935, 27 años, y en los cuales a veces, fue presidente directamente y, en ocasiones, puso en el poder, en forma nominal, a amigos suyos.
Iniciada la explotación del petróleo se abrió paso a una nueva fase de la economía venezolana: el modelo rentista. «La renta», representada por los ingresos provenientes de la comercialización del petróleo garantizó el mantenimiento y funcionamiento del gobierno venezolano el cual de manera dispendiosa y si previsión alguna ha venido malbaratando los dineros públicos.
Desde la política de concesiones dadas a trasnacionales petroleras por el régimen gomecista, pasando por la ley de, hidrocarburos en 1943 y el fifty-fifty en 1948. Posteriormente, en 1976 se promulgó la ley que reservó al Estado la industria y comercio de los hidrocarburos, popularmente conocida como Ley de la Nacionalización de la Industria Petrolera. Estos estatutos propiciaron la agudización de la economía venezolana en su condición de monoproductora, para mantenerse sólo por el recurso petrolero.
Los gobiernos venezolanos han manejado a su antojo, sin mayores beneficios para la población, la riqueza petrolera convirtiéndose en el gran decisor de la vida nacional generando un mercantilismo en el cual priva la intermediación que enriquece a los amigos del gobierno y este dilapida los ingresos.
Si no nos proponemos a cambiar ese modelo rentista y monoproductor continuara vigente una economía de puertos que nos hace dependientes de productores foráneos que se benefician de nuestra incapacidad productiva y empobrecen a la población pese a las maniobras financieras que desde las esferas gubernamentales se establecen.
La única manera de salir del espejismo de la riqueza petrolera y de gobiernos autocráticos y todopoderosos es democratizando los beneficios de la explotación petrolera y minera mermando la hegemonía que el presidencialismo tiene en su voluntarista administración.
Existen innumerables proyectos para hacerlo. Hay que impedir que los poderes del estado crezcan y que las libertades se reduzcan. Hay que romper paradigmas caducos y desarrollar un país de propietarios que invierta productivamente los ingresos provenientes de la explotación de los hidrocarburos antes de que estos pasen ha ser verdaderos fósiles sin utilidad.