Opinión Nacional

Huele a quemado

El montaje dramático del Ministro del Interior, Tarek El Aissami, el día de ayer en la Asamblea, debe ser reconocido como un acto de arrojo de los más atrevidos que este gobierno haya puesto en práctica. Dicen haber detenido a funcionaros de un organismo de investigaciones colombiano, al tiempo que el Director de esa entidad los desconoce como funcionarios. Aceptan por bueno un testimonio de alguien que condenó la justicia colombiana y sobre simples declaraciones, construyen un expediente que según ellos, demuestra un caso de espionaje colombiano en tierras venezolanas. Se quejan ante el mundo de un caso de espionaje, usando documentación clasificada colombiana que consiguieron usando espías infiltrados. Cachicamo le dice conchudo al morrocoy, en una clara manifestación de estrechez mental que aplaudieron con contagiante entusiasmo los asambleistas. Huele a quemado.

Tengo que reconocer que me sorprende la capacidad creativa de los funcionarios de este gobierno. El Gabo, Vargas Llosa e Isabel Allende, deben envidiar está capacidad para construir historias, de la misma manera que me sucede a mi cuando descubro la facilidad con que estos funcionarios desarrollan cuentos. “Cien años de soledad” parece no merecer premio alguno cuando uno escucha estas historias de la revolución.

El fiscal Isaías Rodríguez quedó fuera de la carrera, a pesar de los sonados artilugios del caso Anderson que incluían a un testigo estrella, venido del vecino país. Todavía estamos esperando las prometidas declaraciones que según el, daban por sentada la trama que se escondía detrás de ese asesinato. El país olvidó el caso que nació aquel dieciocho de noviembre y allí quedaron enterrados para la historia una cantidad importante de dudas y preguntas sin contestar. Todavía hay gente presa por declaraciones de un testigo que luego se reconoció como un farsante. Justicia civil construida con testigos

Los “paracachitos”, que finalmente liberaron hace algunos meses, también forman parte de una historia extraña, llena de huecos. Aquellos paramilitares colombianos, traídos para organizar un magnicidio y alimentados con cachitos de la pastelería Danubio, dejaron una cola de dudas que de nuevo, nadie le explicó a la nación. Militares presos, civiles escapados bajo la acción del terrorismo judicial y nunca recibimos un relato coherente acerca de este importante evento. Justicia militar construida a escondidas.

Se levantan investigaciones, casi medio siglo después, de los acontecimientos de Yumare, donde murieron unos guerrilleros. También de las muertes del “caracazo” de hace veinte años, pero se cubre con polvo el expediente Anderson, al pie de cuyo féretro llorarían los héroes de esta revolución. Oscura justicia selectiva que olvida lo que le conviene olvidar.

La perdida de popularidad es mala consejera. Pone a los políticos a equivocarse y cuando esa pérdida de popularidad proviene de malos actos de gobierno, no puede recuperarse con historias noveladas que, en forma de cortinas de humo, intentar desviar la atención de la realidad. Cada venezolano que uso su dinero para comprar un tobo, una linterna, pilas y un protector de corriente para su nevera, tiene esa factura guardada debajo del televisor donde tratan de engañarlo. El año que viene tendremos elecciones.

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