Desaparece el hampa común
El régimen tiene la tendencia de restarle importancia a lo importante con juegos de palabra o calificativos simplistas. Así evita profundizar sobre los temas. En consecuencia los problemas se agravan, no se va a la raíz de los mismos y sólo medianamente se atienden las consecuencias.
El ciudadano común se ha ido acostumbrando a vivir en medio de la espantosa inseguridad existente. La vida y los bienes nada valen. Los crímenes horrendos se multiplican. Acciones sin precedentes forman parte del panorama diario. Es mejor no salir, quedarse en casa por las noches y cada uno, por su cuenta y riesgo, tomando medidas para proteger al hogar y la familia. Todo esto y mucho más, es consecuencia de la impunidad que el régimen ha garantizado. Desaparece el hampa común. Está convertida e integrada a las estructuras del crimen organizado que sirven de instrumento operativo a quienes dirigen terribles acciones delictuales como el macro y micro tráfico de drogas ilegales, el contrabando, el tráfico de armas y paremos de contar con la figura del sicariato, ya arraigado profundamente en el territorio nacional.
El problema está sobre diagnosticado. Los voceros fundamentales del régimen, civiles y militares, se exponen al ridículo cada vez que declaran sobre estos temas. No sabemos si lo hacen por incompetencia manifiesta para enfrentar al crimen organizado o por complicidad con alguna de esas estructuras, pero lo cierto es que cada día se registran hechos muy parecidos a cuanto sucede en Colombia, Honduras o México como ejemplo de países afectados profundamente. El régimen, para esconder su responsabilidad por acción u omisión, lo politiza todo. El cuento de la agresión imperialista, de la derecha reaccionaria nacional e internacional, las agresiones contra Álvaro Uribe Vélez y otros líderes democráticos, sólo reflejan la pobre condición ética y moral de esta triste revolución. El mal está entre ellos mismos.