Enfermedades y dictadores
Recibimos, gracias a la amabilidad de nuestro querido amigo Leopoldo Briceño, Secretario de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela, la entrega número quince de la importante publicación de la Colección Razetti que nos viene regalando la Academia desde hace ya varios años. Esta colección complementa de manera estupenda a la publicación de la Gaceta Médica de Caracas que, según entendemos, es la publicación científica más antigua y constante de la literatura venezolana, su primer ejemplar se publicó el 15 de abril de 1893.
En la actual entrega de la Colección Razetti encontramos quince trabajos de muy variadas facetas relacionadas con la profesión de Esculapio y nos proponemos hacer algunos comentarios de la que firma el Académico doctor Julio César Potenziani Bigelli sobre “Nuevas hipótesis de las enfermedades urológicas de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez, dos presidentes venezolanos…” (2da. Parte)
Entenderán que no vamos a referirnos a los planteamientos médicos, no nos atrevemos, pero si queremos resaltar dos eventos sucedidos con los personajes y sus enfermedades.
Cipriano Castro (1858-1924), el presidente de Venezuela número 35, gobernó como primer dictador del país desde el 22 de octubre de 1899 hasta su derrocamiento el 19 de diciembre de 1908. Aparentemente, fue mucho más activo en las francachelas que en sus actividades oficiales pues, según refiere el Dr. Potenziani, comenzó a tener dolencias urológicas tan temprano como a sus veintinueve años en 1887. Treinta años más tarde, en el año 1907, “el cabito” sufre de una severa crisis que lo conduce a una intervención quirúrgica que se realiza en “La Guzmania” bajo la atención de los doctores José Rafael Revenga y Pablo Acosta Ortiz y con la presencia o intervención de un numeroso grupo de eminentes galenos. En medio del procedimiento, el doctor Lino Clemente quien controlaba como anestesiólogo las variables vitales del presidente, anunció una crisis en la tensión arterial con una corta frase: “Se nos va”. Refiere el autor, que los “chácharos” responsables de la integridad presidencial, quienes de manera imprudente compartían el improvisado quirófano, blandiendo sus armas, expresaron: ¡Si se va mi general, ustedes también se van!. Inmediatamente, el doctor Acosta Ortiz toma una decisión de supervivencia y finiquita la operación, recomendando que el paciente se dirija a Alemania para que lo atienda e intente su curación el Doctor James Israel a quien habían intentado traer a Caracas.
El evento relacionado con el general Juan Vicente Gómez tiene visos similares.
El general Gómez (1857-1935) derrocó al general Castro apenas se marchó a Alemania y gobernó su hacienda hasta el cuestionado día de su partida definitiva el 17 de diciembre de 1935. Gómez también era sumamente activo en sus actividades horizontales. Dicen que procreó sesenta y ocho hijos en un número importante de parejas estables o no tanto. Tenía la aparente ventaja de que nunca se casó, lo que le daba una apariencia de mayor libertad concubinaria.
La historia referida por el doctor Potenziani dice que cuando en 1931, el dictador tuvo una severa crisis urinaria, sus galenos de cabecera, comandados por el doctor Adolfo Bueno, realizan una “junta médica” y resuelven dar los pasos necesarios para traer a Venezuela al famoso Doctor George J.B. Marión quien ejercía en Francia. Llegado el cirujano a Caracas, el dictador exige que el cirujano opere a dos pacientes del Hospital Vargas, de los cuales, uno…falleció. El general Gómez envió al cirujano de regreso a Francia…y no se operó.
Así actúan los dictadores. No podemos dejar de referir lo que está aconteciendo con la epidemia de “chikungunya” y el desafortunado informe del bachiller Rafael Rangel en tiempos del general Cipriano Castro, que lo condujo al suicidio. Literatura que ha circulado profusamente por las redes sociales nacionales.
No queremos finalizar esta relación sin copiar la copla llanera que utiliza como encabezamiento de su trabajo el doctor Potenziani, difundido del siglo XIX y que recopiló José Gil Fortoul en 1907:
Amigo, no he dío a la guerra,
Ni siquiera soy sordao.
No me diga General
Porque yo a nadie he robao.
Mientras haiga un General
No compro ni una becerra,
Porque ellos pa robá,
De ná forman una guerra…
Cualquier parecido con hechos de la vida real…es pura coincidencia.
(Imagen – Palacio de las Academias)