Opinión Nacional

Octubre marcará las tendencias políticas del 2010

Si cruzamos el incuestionable éxito de la oposición con los resultados de la huelga estudiantil que culminó el miércoles, con el triunfo de la plancha oficialista en las elecciones para elegir la nueva directiva de los trabadores petroleros, no hay dudas que octubre verá corroborar el empate entre gobierno y oposición que es el signo de la política venezolana desde que Chávez empezó a perder la mayoría a finales del 2007.

Péndulo que, según mediciones independientes, se inclina por meses a favor de Chávez y su proceso, pero otros puede revelar a la oposición instalada en una cómoda ventaja de 5, 7 y hasta 10 puntos.

La generalidad de las veces, sin embargo, los resultados no traspasan los 2, 3 o 4 puntos (de lo que se llama en encuestología “margen de error”) y ello redunda en que la mayoría de los analistas sostenga que Venezuela es, políticamente, un país dividido, partido de a mitad.

Lo cierto, por tanto, es que para Chávez ha resultado imposible durante los 10 años de un gobierno casi omnímodo, con la concentración de poder más fuerte conocida en el país desde los tiempos del general Juan Vicente Gómez, reunir una mayoría que aplastara y se impusiera de todas todas a una oposición disminuida y en continua reducción.

Es lo contrario: la oposición no ha dejado de crecer y el chavismo de decrecer y ello explica que el caudillo “bolivariano” haya tenido que imponer su cuasi dictadura a tientas, como en un laboratorio, en un interminable proceso de ensayo y error.

Pero la oposición tampoco ha podido reunir las fuerzas suficientes para obligar a Chávez a renunciar o modificar su proyecto, y salvo en abril del 2002, puede decirse que se ha visto obligada a sostener una lucha cuerpo a cuerpo, sin salida rápida ni KO fulminante, y en la cual, ha ganado batallas importantes, pero ha perdido otras.

Lo básico a este respecto, sin embargo, es que no ha logrado promover o aprovechar las crisis que, originadas en las pésimas políticas del chavismo, convencieran a las mayorías de la necesidad y urgencia de salir de él.

Un ejemplo emblemático en este sentido, es el de la crisis económica global que se inició en Estados Unidos en septiembre del año, destinada, según todos los pronósticos, a golpear severamente a un país monoproductor y monoexportador de petróleo como Venezuela, sin dejarle escape ni margen de maniobra frente a los que se preveía como un Apocalipsis.

Y era que, si Chávez se había favorecido ampliamente de precios del crudo que llegaron a cotizarse en 120 dólares el barril en julio del 2008, no costaba predecir que en cuando bajaran, la economía venezolana se desplomaría como un castillo de naipes.

Los precios cayeron, sin embargo, durante el resto del 2008 y todo el 2009 (ayer el crudo cerró a 70 dólares b/d), la economía se sacudió a niveles no conocidos durante la década chavista, pero sin que ello motivara un cambio sustancial en el modelo, ni en sus políticas económicas.

Lo cual no quiere decir que la crisis económica no siga instalada y en espera de efectos más devastadores, pero sin que, en lo inmediato, el país haya ingresado al infierno que padecen México y España.

Claro que en esos países la crisis es coyuntural y superable en cuanto la economía global de indicios de una recuperación perdurable y sustentable, en cambio que la crisis económica venezolana es estructural e ínsita al modelo socialista que Chávez pretende imponer.

De modo que, regresando al mes de octubre, con la oposición y el oficialismo ganando y perdiendo batallas, sin una crisis que obligue a pensar que la economía está en fase terminal y, lo que es más, con sondeos que no desprenden las ventajas de uno u otro bando, es evidente que la división persiste y de a mitad.

De ahí que, en lo que resta del año, y con toda seguridad, en el primer trimestre del próximo, continuará la pelea cuerpo a cuerpo entre gobierno y oposición, con golpes que de repente sacudirán a uno o a otro, pero sin que se produzca el ansiado y procurado KO.

Quiere decir que las fuerzas entrarán a los meses electorales del 2010 parejas, con posibilidades de alzarse con la mayoría de los cargos a elegir y sin duda que tratando de acumular los mejores puntos para las presidenciales del 2012.

Aquí hablamos, en primer lugar, de las elecciones rezagadas y de las que tienen que llenar vacantes por enfermedad, muerte o separación del cargo de sus coupantes, como pueden ser los casos de la gobernación del Estado Amazonas y las alcaldías de Boconó, Salias y Maracaibo; en segundo, las elecciones para concejales y juntas parroquiales; y en tercero, el hueso duro, o plato estelar, de las elecciones legislativas para renovar los diputados de la Asamblea Nacional.

Y cuyo calendario, no es aventurado predecir en el mismo orden: para abril o mayo las rezagadas y de vacantes; para agosto, las de concejales y juntas parroquiales, y para diciembre, las parlamentarias para renovar los diputados de la Asamblea Nacional.

Y lo afirmamos, porque siendo el CNE el organismo que decide tiempos, modos, características y otras circunstancias electorales, entonces es evidente que tratará de que el gobierno obtenga puntos en las fáciles, para después tratar de arrasar en las difíciles.

O sea, ganar cómodamente en Amazonas y no tener problemas en alcaldías que originalmente (salvo la de Maracaibo) fueron ejercidas por chavistas; lograr una mayoría clara en Concejos Municipales y Juntas Parroquiales, para luego, con estos puntos, tratar de alzarse con una mayoría absoluta en la AN.

Objetivo este último, no solo difícil, sino imposible, porque se trataría de procurarle respaldo electoral a un grupo de funcionarios devaluados, tanto por su incompetencia, como por su sumisión al Ejecutivo.

Todo lo cual no quiere decir que la oposición las tenga color de rosa y que este “condenada” a ganar, o alzarse con un número más que decente de los cargos elegir, pues debe aprobar una asignatura en la que resulta siempre aplazada: la unidad.

Ya hay, a este respecto, divisiones y enfrentamientos, discusiones públicas y acusaciones que provocaron la expulsión de un dirigente opositor de su tolda política, y si eso es así a 6 meses de iniciarse el calendario electoral, ¿cómo será cuando despegue y colme la agenda de las expectativas, esperanzas y pasiones?
Un pandemónium que también regirá para el chavismo y solo se aplacará cuando la racionalidad haga entender a unos y a otros que ejército dividido no gana batallas.

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