La guerra bacteriológica contra la V República
Todos los días – después de rezar mi plegaria al Padre Nuestro – no al Padrecito Stalin que ya nadie idolatra ni siquiera en los viejos predios de su denigrado reinado comunista, encomiendo a nuestra Divinidad Revolucionaria que proteja al Designado de tanto embate, conflicto, amenaza, conspiración, envidia, intriga, facciones internas, y, en especial, de las guerras asimétricas que el Imperio inventa para atentar contra nuestra Patria Productiva, Digna, Bonita, Soberana y Socialista.
Me entero – por boca de un vocero autorizado – que la guerra en desarrollo no es mediática, ni psicológica, ni económica, sino bacteriológica, y que los encargados de ejecutarla no son soldados o marines, ni tanques, ni drones, ni mísiles teledirigidos y mucho menos acorazados, submarinos o aviones artillados. El Imperio – malvado, bellaco, indigno – está haciendo uso nada más y nada menos de mosquitos adornados con barras y estrellas que – al parecer, no está confirmado aún por los médicos isleños- transmiten una enfermedad innombrable en estas comarcas bolivarianas.
Existe suficiente e incuestionable evidencia satelital china que en los pantanos de Florida, en los manglares de las Carolinas, en las riberas de los ríos del sur del Imperio del Norte, ya se encuentran en plena producción sendos viveros de mosquitos imperialistas, patrocinados por los sempiternos enemigos de la invencible Revolución Bolivariana.
Nubes y más nubes de esos bichos imperiales se han detectado en todas las parroquias bolivarianas, los municipios bolivarianos, las comunas bolivarianas de los estados bolivarianos de la República Bolivariana.
Vista nuestra endógena realidad revolucionaria que no requiere de medicamentos o insecticidas provenientes del Norte explotador, ya nuestros ilustres epidemiólogos – siguiendo la consigna de Robinson de que Inventamos o Erramos – ya están revolucionariamente alertando a la población de lo que debe hacer, por si acaso: quemar concha de coco o de plátano verde, esparcir bosta de vaca o de chivo alrededor de la vivienda, comprar su mosquitero rojo – rojito, regulado y uno por persona previa captahuellas, en MERCAL, y por supuesto, prenderle un velón rojo al Padre Nuestro que está – por siempre y para siempre – en el Templo de la Montaña.
Churchill enfrentó las tribulaciones y penurias, impuestas a bomba limpia por los fascistas durante la II Guerra Mundial, pidiéndole a los británicos: Sangre, Sudor y Lágrimas. Nosotros, los magnates bolivarianos del siglo XXI no seremos menos, le exigiremos, vía cadena nacional, a nuestros súbditos – verdaderos y estoicos herederos del Comandante Eterno – que sin Acetominafén ni reactivos para el conteo de las plaquetas, aguanten esta mueva amenaza del Imperio contra nuestro humanitario Socialismo:
¡Picadura, Fiebre y Hemorragia! ¡VENCEREMOS!