Opinión Nacional

Chávez y su política exterior

La política exterior de un Estado es una variable dependiente, básicamente, de dos factores: 1) Las necesidades y los estímulos internos del Estado, como, por ejemplo, la supervivencia y el desarrollo socio-económico. 2) Los estímulos y desafíos que provienen del “ambiente” del Estado, en otras palabras, del sistema internacional. Ambos factores condicionan la política exterior, en la medida y en la forma, como sean percibidos por las personas que tienen la función de seleccionar y jerarquizar los fines del Estado o sea los encargados de la toma de decisiones. Los fines del Estado, a su vez, están condicionados por el potencial del Estado, que tiene elementos tangibles, como geografía, población, recursos naturales, producción industrial, recursos militares, e intangibles, como la estructura política y socio-económica, nivel técnico y educacional, homogeneidad nacional y posición estratégica internacional. En Venezuela, a diferencia de países más institucionalizados, la única persona realmente a cargo de la toma de decisiones, en política exterior, es el comandante Chávez. Por tanto, los valores, talentos, capacidades, experiencias, patologías, ideología y “weltanschauung” (visión del mundo) de Chávez condicionan definitivamente la política exterior de Venezuela. Permítanme mencionar, una vez más, en esta columna, la frase de Octavio Paz: “la ceguera biológica impide ver, pero la ceguera ideológica impide pensar”. Efectivamente, al presidente Chávez la ceguera ideológica le impide pensar, con objetividad, cuáles son los fines e intereses permanentes del Estado venezolano, en el sistema internacional. Un análisis exhaustivo de la política exterior venezolana escaparía a los límites de estas líneas. Pero es evidente que la visión ideológica “neocomunista” de Chávez, conjuntamente con una apreciación magnificada por su megalomanía bonapartista del potencial de Venezuela, ha producido una política exterior que nos enfrenta, innecesariamente y “contra natura” a los dos principales socios comerciales del país: Estados Unidos y Colombia. El presidente Rómulo Betancourt, en los años sesenta, decía que las relaciones de Venezuela con EEUU, tenían que ser “sin sumisiones, ni desplantes”. Chávez, con su “antiyankismo” visceral y trasnochado, ha hecho de la política del desplante retórico contra los EEUU, uno de los ejes fundamentales de su política exterior. Pero, en la realidad, nos ha hecho mucho más dependientes de las exportaciones petroleras a los EEUU, prácticamente el único cliente que nos paga, con dinero y a tiempo. En cambio, tenemos las mejores relaciones con “países forajidos”, liderados por sátrapas, como Irán, Cuba, Libia, Siria y Bielorrusia. Cada vez más, salen a la luz las evidencias del apoyo directo e indirecto del gobierno Chávez a grupos terroristas como las FARC y Hezbollah. Al respecto, hay que leer la carta que Chávez le dirigió al terrorista venezolano “El Chacal”. Aquí les dejo unas frases: “todo tiene su tiempo: de amontonar las piedras, o de lanzarlas… de dar calor a la revolución o de ignorarla; de avanzar dialécticamente uniendo lo que deba unirse entre las clases en pugna o propiciando el enfrentamiento entre las mismas, según la tesis de Iván Ilich Ulianov.” El cierre de la carta es particularmente significativo: “Con profunda fe en la causa y en la misión, ¡por ahora y para siempre!”.

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