Opinión Nacional

El año de la Educación

La educación de un país es como la interpretación de una sinfonía; en la orquesta educativa hay un director, que es el gobierno, y muchos de los músicos también son del gobierno, pero hay otros muchos instrumentos e intérpretes que no forman parte de éste. Para que la ejecución sea exitosa, el director ha de armonizar a todos siguiendo a una autoridad superior que es la partitura; el Estado con la Constitución es la partitura por la que todos los ejecutores y el director deben guiarse. Lamentablemente, hoy se quiere imponer una Ley falseando la partitura y eliminando muchos ejecutores; por eso son inevitables el desentono y la rechifla.

En agosto, frente al atropello de la Ley, ocurrieron hechos increíblemente positivos que revelaron un país dispuesto a impedir que el gobierno, actuando contra el Estado, secuestre en exclusiva para sí las demás corresponsabilidades educativas para llevarnos a una sociedad no democrática.

La educación nacional es una, variada y pública para formar personas y republicanos. La historia de Venezuela, y de otros países, demuestra que no puede haber buena educación democrática en manos exclusivas de los funcionarios del gobierno (desde el Ministro hasta la maestra de aula); la educación es demasiado importante y vital para que la sociedad renuncie a sus responsabilidades; tampoco puede quedar exclusivamente en manos de las familias o de los educadores.

Qué hacer, se pregunta la gente angustiada. La respuesta parece clara: convertir el mal en bien haciendo que este sea el Año de la Educación. Que cada uno de los millones de venezolanos, preocupados por la educación y por las amenazas contra ella, centre su atención en la escuela concreta, el niño y el joven a quienes más vincula. A ese nivel todo el mundo, sin ser experto, tiene opinión, sabe distinguir el bien del mal y sufre las carencias.

Las preguntas fundamentales y primeras no son sobre la Ley, sino sobre la escuela y la formación del niño. Hay que discutirlas y clarificarlas en miles de grupos naturales: ¿qué es lo mejor que tiene esta escuela? ¿Qué es lo más necesario para mejorarla? ¿En qué falla el gobierno y en qué nosotros? ¿Cuál es la distancia entre esta escuela y el nivel y calidad exigidos por la Constitución Bolivariana?
Éstas y parecidas preguntas debieran hacerse en 25.000 escuelas con 300.000 educadores, millones de padres y otros tantos formandos (de acuerdo a su edad). Hay que pedir cuentas y responsabilidades al Ministerio y a los funcionarios, pero desde el compromiso propio de familias y educadores, asumido en exigencia y apoyo mutuo.

La defensa de la educación democrática de calidad se hará de acuerdo a diversas capacidades: hay juristas que van a solicitar la nulidad de esta Ley, las universidades activarán su autónoma responsabilidad orientadora y formadora, las facultades y escuelas de educación, los gremios docentes y la asociaciones de padres, los líderes políticos… Pero en asunto tan grave es clave la responsabilidad de familias, educadores y educandos en torno a su escuela. Una movilización nacional, con múltiples focos de reflexión y de estudio que converjan en el único objetivo de mejorar radicalmente la educación. Activarnos en torno a la escuela: universidades, docentes y expertos, saliendo de sus círculos habituales al encuentro con los padres y docentes para mejorar el desempeño y la gestión escolar; cada uno empieza reflexionando sobre “su” escuela y desde ahí levanta su mirada a todo el sistema educativo.

Muy especialmente debemos tener presente a las 10.000 escuelas más pobres y deficientes, donde el fraude educativo es más grave, los docentes están abandonados y sus dolientes no tienen voz para defenderse. Muchos no ven el desastre y la desidia de la escuela venezolana porque carecen de término de comparación y el gobierno sistemáticamente ha evitado mediciones internacionales comparables. Los pobres de Venezuela con la escuela oficial actual están sentenciados a la pobreza perpetua; por eso los ministros y altos funcionarios no mandan a sus hijos ni a la escuela ni al liceo oficial.

¿Y la Ley? Desde ese compromiso clarificado con la mejora de la escuela miraremos a la Ley para ver si es pertinente. Lo que de ella sirva vivirá, y lo que es perjudicial nace muerto.

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