Convivencia o cambio
Con un abrazo fraterno a la familia Simonovis por el retorno circunstancial al hogar de Iván, trasmito un nuevo mensaje de aliento a quienes están decididos a luchar por el cambio. El país está muy mal y camina hacia peor. Nada indica que las cosas puedan mejorar a corto, ni mediano plazo. No hay manera de disfrazar la tragedia. Debemos prepararnos para una confrontación definitiva, única manera de poner punto final a la actual incertidumbre que reina en la nación.
Actualmente se presentan dos caminos: continuidad o cambio. Lo grave es que la continuidad es tan indeseable como imposible. El problema está en acertar en el camino hacia un cambio tan radical como irreversible. Necesitamos un instrumento capaz de derogarlo todo, una especie de cartucho de dinamita legal que obligue a la reconstrucción integral de la República. Podemos discutir la oportunidad y las modalidades para constituir al pueblo en constituyente, de abajo arriba y no a la inversa. Con seriedad y honradez integral. Ya basta de protagonismos triunfalistas del gobierno y de la oposición, de contratar multitudes como comparsas, aplaudidores de oficio a punta de dinero y comida. No es tiempo para eso.
En la oposición no podemos continuar dando pasos tan calculados, como cortos y lentos. La anhelada unidad se oxida por el inmovilismo cada día que pasa y por las oportunidades que se pierden. El impulso político necesario está en la calle y en los medios de comunicación que logran vencer la censura, aunque sea parcialmente. La falta de unidad afecta también a un gobierno que flota a la deriva y está sin dirección eficiente, pero tiene objetivos claros de control definidos ideológica y políticamente. El malestar crece en el oficialismo ante una dirigencia culturalmente desnutrida. No marca rumbos, ni lidera a la nación. Ya no hay misterios, sólo cosas que se ocultan y otras que se ignoran, como por ejemplo, el matiz diferencial entre la legalidad y le legitimidad. Algo nuevo irrumpirá.