Francisco, el Papa que no mataron
Según publicó «Il Tempo» hace unos días, de acuerdo a la inteligencia italiana, los milicianos del Estado Islámico (EI) tendrían en su mira al Santo Padre. Y algunos se apresuraron -con un tono antimusulmán- y aprovecharon para llamar a una especie de «yihad cristiana». Decir que el islamismo, como religión, es violento no resiste el análisis ni de la teología ni de la filosofía. Como escribió Alberto Benegas Lynch (h), Ibn Khaldün, entre otros musulmanes, fue un célebre egipcio medieval que enseñó principios para una sociedad abierta. El propio interesado lo ha desmentido. El vocero del Vaticano aseguró que «no es serio… Las noticias no tienen fundamento». Mientras que uno de los más cercanos colaboradores del Papa, Guillermo Karcher, calificó a la versión como «descabellada» y aseguró que Francisco no modificó su agenda.
Estos «yihadistas cristianos», que asustan a la opinión pública con supuestos atentados y cosas horripilantes buscan coartar las libertades, aunque lo hagan inconscientemente. No solo porque promueven la represión violenta de los terroristas y los supuestos simpatizantes sino, peor, porque con esta actitud tapan el fondo verdadero del problema: el terrorismo existe debido a que la marginación de algunos sectores, precisamente por falta de libertad, es tremenda. Pero Occidente, en lugar de promover las libertades de modo que esta marginación desaparezca, y con ella el terrorismo, impide la inmigración a su territorio y apoya dictadores como el rey de Arabia Saudí.
Este rey oscurantista, aterroriza diciendo que el terrorismo islamista puede atacar Europa en 30 días y EEUU en un par de meses. «Hay que combatir el terrorismo por la fuerza, la razón y con rapidez», afirmó, para parar a los radicales que avanzan por Siria e Irak y que podrían llegar a su territorio donde serían inicialmente bien acogidos como lo fueron por parte de los suníes de Mosul, cansados de ser reprimidos por el gobierno de Bagdad. La primera pregunta es a quién atacar porque, en el Medio Oriente, los enemigos de hoy son los amigos de mañana y los amigos de los aliados.
Al Papa lo defiende la Virgen María, diría un católico con fe, y la ciencia diría que lo defienden los métodos pacíficos que son los eficientes. Podría contar decenas de anécdotas sobre la inutilidad de las «medidas de seguridad» coactivas -basadas en la violencia o amenaza- pero baste con una. Semanas atrás, mientras todos los pasajeros eran sometidos a exhaustivos «controles de seguridad» en el aeropuerto de Fort Worth en Dallas, mi hermano entraba a la zona de embarque por la puerta de salida sin que nadie lo notara. Si esto puede hacer un pasajero común, qué no puede hacer un terrorista preparado, sobre todo considerando que siempre hay un político, burócrata o guardia para sobornar.
Las acciones coactivas -violentas- contra la violencia son una contradicción lógica insalvable y solo sirven para simular seguridad. El terrorismo del EI representa al mismo diablo por su crueldad y debemos pararlos rápidamente y, para lograr esto, debemos evitar los métodos violentos porque no solo son ineficientes sino que son los que ellos utilizan -y, por tanto, los benefician porque provocan un aumento de la marginalidad y del odio- y son los que queremos eliminar. Para empezar hay que promover de manera urgente la libertad y su correlato la paz de modo que el terror y la marginación desaparezcan.