Opinión Nacional

El nuevo escenario estratégico del régimen

No hay dudas que los escenarios se le han ‘endurecido’ al régimen, aunque esto no significa que haya perdido su capacidad de maniobra, ni que haya dejado a un lado las fortalezas estratégicas que le permiten, ‘por ahora’, marcar el ritmo de los enfrentamientos ante a las dispersas y aún desarticuladas fuerzas democráticas que le hacen oposición. Dicho en términos periodísticos, todavía tiene suficiente ‘agenda propia’ como para dictar la pauta noticiosa e informativa en el escenario de la Opinión Pública nacional.

Aún así, los escenarios locales e internacionales han cambiado, obligándole a modificar su planteamiento estratégico y alterar el consecuente patrón de maniobra. Ya no tiene los ‘excesivamente’ groseros ingresos en su chequera petrolera, pero mantiene un respetable saldo con el que puede, si no ‘comprar’, al menos alquilar por tiempo breve algunas conciencias, adentro y afuera.

Tampoco está su ‘alter-ego’: George W Bush. En su lugar está un simpático y cervecero afroamericano, que en sus primeros 200 días ha ratificado que su preocupación fundamental está centrada en los muchísimos y difíciles problemas internos de su país, y que su desprecio hacia él es, incluso, mayor y más profundo que el que le profesaba, elementalmente, el torpe petrolero tejano.

En el escenario internacional, le ha fallado la estrategia para imponer su esperpento socialista, porque no calculó bien sus tiempos con las agendas políticas de sus protegidos y pretendió ‘acelerar’ el proceso a fuerza de petrodólares, una ‘juida-pa’-lante’ audazmente aprovechada por la perspicaz Christina Fernández, mientras que Correa, Evo y Ortega le han demostrado que sus fidelidades son directamente proporcionales a la disponibilidad de fondos de su chequera petrolera. ‘El caballo’ hondureño, que no hace mucho trotaba sobre los pastizales de la más rancia derecha centroamericana, se le ha convertido en un jamelgo lento, pesado y costoso, que lo expone doquiera que va como lo que realmente es, y un Uribe, ladino y rencoroso como buen cachaco, le cobra aquellos insultos y su grosera intromisión en Colombia soltando a cuenta gotas el contenido de las computadoras capturadas a Raúl Reyes, y de paso le monta siete bases norteamericanas en territorio colombiano en una red de locaciones estratégicas seleccionadas en comandita con el General Fraser del Comando Sur.

Pero la procesión va por dentro. El escenario más endurecido es el interno, con paros, protestas y manifestaciones, que la mayoría provienen de sus entornos rojitos: Los obreros petroleros, los trabajadores de Guayana, las pobladas insurgentes, como la de Curiepe, que le mantuvieron una fidelidad de votos hasta el 15 de febrero, pero que ahora se le alzan, como modernos ‘negros cimarroneros’, con la diferencia que ahora no cogen pal monte, sino que se le alzan y se quedan en la calle, enfrentando a su guardia pretoriana, con todo y el ‘gas del bueno’. Junto a esta procesión interna, se manifiesta una patología social infectada de reproches a sus más cercanos colaboradores y de inconformidades a su gestión, que ha contaminado su base de sustentación política, la otrora ‘gente dura’, los pata en el suelo, que ahora lo señalan abiertamente como el responsable directo y único de la inseguridad, las pandemias locales, el alto costo de la vida y de una misiones que van muriendo de mengua, como se muere de inanición en la selva de concreto de nuestras principales ciudades: Sin trabajo, sin comida y sin la debida atención a las necesidades básicas.

No es el mejor momento, ni para Chávez y sus adláteres, ni para el prestigio de una ‘revolución bonita’, que ahora le muestra al país el feo rostro de la autocracia totalitaria. Ha llegado el momento, para el régimen y sus seguidores, de cerrar el círculo, de ‘apretar el acelerador’ (Chávez dixit) y para ello, es mi opinión que las estrategias de política externa las mantendrá, al menos a cuenta gotas, pero la orientación de sus estrategias internas se modificarán en los siguientes términos:

1º.- Coacción en el escenario político interno: La coacción es un término empleado frecuentemente en Derecho y ciencia política que se refiere a la violencia o imposición de condiciones empleadas para obligar a un sujeto a realizar u omitir una determinada conducta. De acuerdo con la Teoría del Poder, la coacción es utilizada por el Estado como herramienta principal de cara a establecer su poder normativo. Así, el único capaz de utilizar la violencia legítima es el poder público, el cual hará uso de la coacción para imponer un determinado cumplimiento legal, pero sobre todo, la utilizará para fundamentar la prevención general basada en la amenaza del uso de la fuerza, o coerción, que es la amenaza de utilizar la violencia (no solo física sino de cualquier otro tipo) con el objetivo de condicionar el comportamiento de los individuos.

Para alcanzar el condicionamiento conductual que le es beneficioso a sus objetivos políticos internos, Chávez mantendrá la polarización entre patriotas (ellos, los buenos) y los malos (los pitiyanquis, golpistas, oligarcas y el resto de la ristra adjetival). Esta estrategia, que le funcionó en el pasado, vendrá sazonada con la negativa de negociación con los que sean considerados enemigos del socialismo, táctica adelantada públicamente por el ministro Rafael Ramírez en su exacerbada alocución a los trabajadores petroleros en el Zulia.

Requiere con apremio imponer una agenda nacional socialista, aún a contracorriente de lo que establece la Constitución, y para ello resulta fundamental que esta estrategia esté sustentada con el despliegue táctico de las patrullas socialistas territoriales, no sólo para la defensa de la revolución, sino para extender una sólida y amplia red de vigilancia sobre la población, cuyos objetivos lo determinan la contrainteligencia y el ‘achicamiento’ de la calle.

Con esta estrategia se pretende detener las manifestaciones públicas de inconformidad, suplantando las antiguas fidelidades (avenidas hoy en decepciones) por adhesiones forzosas y circunstanciales.

2º.- Generalización y profundización del miedo y la decepción: A contrapelo de su condena pública a Lina Ron y sus secuaces (con motivo de la más reciente ‘incursión’ de esa señora contra la sede de Globovisión, en Caracas) y no obstante la aparentemente torpe propuesta de la Fiscal General de la República y sus ‘sugerentes’ ideas sobre una Ley de Delitos Mediáticos, la agenda del miedo continuará con el guión escrito desde Miraflores, porque el miedo mueve los hilos de la historia. Julio César, Napoleón, Calvino, Hitler, Franco, fueron los dueños del miedo unipersonal, mientras que las leyes teocráticas, las organizaciones para-gubernativas y los regímenes políticos se apropiaron del miedo como institución controladora. Angustia, asqueo, depresión, hastío, incertidumbre, intranquilidad, rabia, tristeza, son las sensaciones de quienes están sometidos por el poder en cualquiera de sus manifestaciones, específicamente cuando este poder ejecuta las acciones que disipan probables o posibles entropías sociales; vale decir, cuando utiliza para su provecho el miedo social, porque al inducir el miedo facilita el ejercicio del poder como control político y social.

Los Gobiernos, sean cuales fueran sus orígenes y sus sistemas gubernativos, han utilizado desde siempre la amenaza y el miedo como arma de dominación política y control social, pues el miedo impulsa a la victima a obrar de determinada manera para librarse de la amenaza y de la ansiedad que produce. Entonces, quien suscita miedo se apropia hasta cierto punto de la voluntad de la víctima e intenta conseguir que la otra persona ponga en práctica una de las conductas ancestrales para huir del miedo: la sumisión.

Ese es precisamente el objetivo del régimen: Disipar los indicadores de la entropía, en especial aquellas que apuntan hacia las bases estructurales del sistema y que pueden provocar el vórtice social que antecede al caos, desmoralizando a los posibles seguidores de sus contrarios, desmovilizando a la sociedad toda y desmotivando cualquier intento de desestabilización. Básicamente generando una sensación de «plaza tomada». Para alcanzar tal grado disipativo los regímenes, desde los abiertamente dictatoriales y teocráticos, hasta los comprobadamente democráticos y parlamentarios, han desarrollado una estrategia en la que el terror, abierto o velado, se cuela por todos los ámbitos de la estructura social hasta alcanzar a sus organizaciones fundamentales: El grupo, la vecindad, la familia.

En la medida en que el miedo puede restar autonomía decisoria a la oposición venezolana, llega a ser un eximente de responsabilidad, pues el poder está estrechamente relacionado con la capacidad de atemorizar y es por eso que Chávez utiliza el miedo para convalidar por omisión su afán de poder siempre presente. El poder, es decir, la capacidad de Chávez para conseguir que el país se someta a su voluntad, se sustenta en tres capacidades: conceder premios, infligir castigos y cambiar las creencias y sentimientos de la víctima.

Quizá ningún sentimiento cumpla un papel tan importante en el proyecto político de Chávez como el temor en la sociedad. Su invocación constante general tal control sobre las instituciones sociales que su presencia es indiscutible. La represión política ha privilegiado el uso de métodos psicológicos, métodos invisibles, en el control político de una sociedad. La represión política se manifiesta de diferentes maneras, sin embargo, su carácter arbitrario generaliza la amenaza política a toda la sociedad, siendo percibida por la mayoría como una amenaza vital. El asesinato físico o moral de algunas personas, sean activistas políticos o no, refuerza la percepción de que cualquiera está amenazado. La existencia de una amenaza política permanente produce una respuesta de miedo crónico: éste deja de ser una reacción específica a situaciones concretas y se transforma prácticamente en un estado permanente en la vida cotidiana, no solo de los afectados directamente por la represión sino de cualquiera que pueda percibirse amenazado. La relación entre la amenaza política y la respuesta de miedo individual o social forma parte de procesos psicológicos y procesos políticos que se influyen recíprocamente. El miedo internalizado y crónico ha delimitado invisiblemente el espacio de la coexistencia de los venezolanos, pero el gran antídoto contra el miedo es la acción pues con la valentía es como pueden obrar las organizaciones sociales opositoras a cualquier régimen político como si no tuviera miedo, sentimiento que es distinto de la insensibilidad y la temeridad, ya el valiente siente miedo, pero actúa como cree que debería actuar.

¿Estarán las fuerzas democráticas venezolanas convenientemente preparadas para contrarrestar la imposición de esta ‘agenda revolucionaria’ y en esos escenarios? La tercera Ley Fundamental de la Guerra Comunicacional es muy clara al respecto: “La evaluación del enemigo y sus escenarios provee las herramientas para derrotarle”.

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