Desintegrados en la frontera
Ha sido un espectáculo triste y hasta grotesco. Su resultado más inmediato es que las víctimas de las Farc, y no sólo las que fueron a La Habana, salen humilladas y hasta amenazadas por el Gobierno de Santos y por los servicios del Fiscal Montealegre.
El anuncio de que el Fiscal General que va a perseguir a la congresista María Fernanda Cabal por criticar en un twitter la actitud de Ángela María Giraldo en ese evento, muestra que las víctimas que no son gobiernistas pueden ser matoneadas por ese alto funcionario. María Fernanda Cabal es también una víctima: su hermano fue secuestrado durante diez años y fue asesinado por las Farc. Ella, como todo colombiano, tiene derecho a criticar ese evento y a exigir con vehemencia una actitud decente a quienes representaban a las víctimas.
Hasta en España agudos observadores vieron el encuentro como algo chocante. Edurne Uriarte, del diario ABC, de Madrid, escribió: “La escena de confraternización con flores entre asesinos y víctimas es nauseabunda”. Para la periodista, ese viaje de 12 víctimas a Cuba “es hasta ahora el paso moralmente más lamentable de esta nueva derrota de la democracia frente al terrorismo”. Sobre la explotación de ciertos símbolos señaló: “Las asesinas exhiben el ramo en un montaje organizado en La Habana entre los terroristas, el Gobierno colombiano y Naciones Unidas para legitimar la negociación con las Farc. Doce víctimas ofrecen una rueda de prensa con un ramo de flores blancas cada una mientras las asesinas portan las mismas flores blancas entre los oyentes”.
Detalles importantes de ese encuentro siguen en la obscuridad. Las víctimas no podían hablar a los periodistas. Tampoco han podido redactar un comunicado conjunto. Unas hablan. Otras callan. A algunas les han dado la consigna de no hablar, o de hablar muy poco. Las intimidan con el argumento de que toda “indiscreción” pone en “peligro el proceso de paz”. No hay un informe oficial. La prensa dice lo que puede y oculta lo que quiere.
No salió nada de ese encuentro sobre la reparación a las víctimas, ni sobre la entrega de los restos de los secuestrados sin nombre que tienen las Farc. Nada sobre tantos otros puntos como la liberación de decenas de niños reclutados a la fuerza por las Farc, ni sobre las tierras que les robaron a miles de familias. Nada de nada.
En cambio, horas después, las Farc difundieron un video en el que se ve a las víctimas desfilando y abrazando a unas personas bajo las notas del himno de las Farc y de estas frases: “A los pueblos la paz y la felicidad socialista, el fusil lo será”.
Mucho se ha elogiado el gesto (supuesto) de Iván Márquez ante Constanza Turbay, de Caquetá, a quien las Farc le mataron toda la familia: sus padres y sus hermanos, Rodrigo y Diego, y seis personas más. Ella dice que, en un momento, el jefe terrorista se le acercó “con sentimientos de sinceridad [y le] pidió perdón”. ¿Verdad? ¿Fue eso lo que ocurrió? Constanza Turbay detalló: “Me dijo que fue una equivocación lo que cometieron con mi familia y que contara con que irían a esclarecer toda esa verdad.” Admitamos la triste realidad, tomemos sin lentes sentimentales lo que dijo exactamente el jefe terrorista. Más sonriente que nunca, lo que hizo Márquez fue insultar a su víctima, al calificar de “equivocación” el sangriento exterminio durante varios años de toda una familia. Márquez dice que ignora por qué todas esas personas fueron asesinadas. Márquez prometió que va a averiguar, es decir, en el lenguaje raro de las Farc, que va a “esclarecer toda la verdad”. Pues hasta hoy no hay verdad, según él. La verdad está en las tinieblas, según Márquez. Eso es lo que le dijo ese individuo a Constanza Turbay. ¿Eso es pedir perdón? No, eso es tratar de disimular una matanza de inocentes.
La conversación que analizo es la versión que dio Colprensa y El País, de Cali, el 17 de agosto de 2014. La que presentó un día después El Tiempo es curiosa: muestra a un Márquez aún más hábil. El diario santista asegura que el jefe de las Farc le dijo a la señora Turbay: “Lo de las Farc con tu familia fue un error muy grande, yo te pido perdón”. La exterminación de una familia entera es reducida a “lo de las Farc”. La “equivocación” es transformada en “error” y la palabra “perdón” por fin aparece. Oportuna revisión cosmética de un instante crucial. Empero, la versión de Colprensa es más verosímil. Márquez, según lo difundido hasta ahora, no utilizó la palabra “perdón” para dirigirse a ninguna otra víctima.
Jorge Vásquez, cuenta que alias “Catatumbo” se le acercó. ¿Le pidió perdón? “No, respondió Vásquez a un periodista. “Me aclaró mi situación por qué había sido, no quiero profundizar en ella, pero si me aclaró”. No se sabe qué fue lo que le “aclaró” el jefe terrorista a su víctima. Lo cierto es que no hubo pedido de perdón tampoco y que Vásquez, tras esa “aclaración”, regresó pidiéndole al gobierno que decrete el “cese bilateral del fuego” y jurando que las Farc “tienen la más buena voluntad”.
Ante la falta de pruebas hay que concluir: ese acto en La Habana fue una violación de los espíritus. Las Farc no le pidieron perdón a nadie. Hacerlo de manera inconfundible habría sido admitir que su actuación es un crimen continuado que dura más de 60 años. Cuando las Farc admitan eso, habrá una débil posibilidad de que ellas pidan perdón a sus víctimas, y al país entero, que es una víctima de 47 millones de almas. Por eso todos los colombianos tenemos derecho a pedir claridad en estas cosas. Y a pedir un poco de decencia.
Constanza Turbay aceptó esa frase inaudita como un pedido de perdón. Ese es su derecho. El dolor y el miedo que sufren las víctimas son inmensos, y el tiempo no logra disipar esos sentimientos. Por eso las reacciones de una víctima ante su agresor pueden ser inexplicables. Pero entendibles. Con eso contaba Iván Márquez en La Habana.
El diario El Colombiano, de Medellín, no quedó contento con lo hubo allí. En un editorial escribió: “Hasta ahora, y con la mera excepción de las peticiones de perdón que algunos señalaron que recibieron el sábado, las Farc han sido inferiores al reto de reconocer y respetar a sus víctimas”. Cuando se sabe que las tales “peticiones de perdón” no lo fueron realmente la conclusión es que las Farc no han cambiado de actitud.
Lo que hubo en La Habana fue otro triunfo de las Farc. Consiguieron lo que querían: que un grupo de víctimas fuera a su antro para filmarlas a su antojo y para mostrarlas después desfilando y sonrientes bajo el himno de Tirofijo. Querían exhibir el espectáculo de unas víctimas que ya no le reprochan nada a los victimarios más monstruosos que ha producido Colombia. “No nos interesa saber quién ha sido nuestro victimario”, dijo Ángela María Giraldo al regresar de Cuba. Esa frase terrible resume el mensaje que impusieron las Farc a algunas de sus víctimas en ese evento.
Llevaron a las víctimas a ese escenario sin que un solo experto las protegiera de los abusos que se iban a cometer. Sin que nadie negociara la forma y el contenido exacto de la ceremonia. Nadie las advirtió acerca de los detalles retóricos, políticos, psicológicos y de mediatización que estaban en juego.
El resultado es negativo. Ahora hay un clima de división entre las víctimas. ¿Eso es lo que buscaban las Farc con ese viaje? Los familiares de los diputados secuestrados en Cali y asesinados por las Farc habían pedido a Fabrizio Hochschild que formara un grupo especial de esas víctimas pues el caso de ellas es particular. Ángela Giraldo fue la única que le dijo no a tal iniciativa. Fue ella, sin embargo, la escogida para representar a esas víctimas. Ángela Giraldo no tuvo siquiera la delicadeza de reunirse con ellos al regresar de La Habana para contarles qué habían dicho las Farc sobre los diputados asesinatos. Según Blu Radio, ella dijo que no le interesaba saber la verdad. Las familias de los diputados asesinados concluyen: “Ángela Giraldo no nos representa a nosotros por los desacuerdos que hemos tenido con ella desde hace más de tres años.”
Aprovechando el candor y la generosidad de las víctimas las Farc escribieron una comedia a espalda de ellas. Que no piensen los Alejo Vargas y los Fabrizio Hochschild que ganarán la simpatía de los colombianos por haber colaborado en eso. Ante tales desafueros las victimas deberían autonomizar aún más su acción.