Ébola, una buena noticia que exige cautela
Que los misioneros estadounidenses Kent Brantly, de 33 años, y Nancy Writebol, de 60, hayan pasado a ser parte del pequeño grupo que ha logrado ganarle la batalla al ébola, un virus cuya mortalidad se calcula en un 90 por ciento, después de aplicarles un suero experimental, es una gran noticia para la salud pública mundial.
El actual brote de ébola, el más severo de la historia y que ha acabado con la vida de 1.350 personas desde marzo en Liberia, Guinea, Sierra Leona y Nigeria, motivó una alerta global de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ante la perspectiva real de que el virus, altamente contagioso, saliera del continente africano, lo que de paso aceleró los procesos de investigación frente a este mal.
La primera consecuencia fue el anuncio de que el suero ZMapp, que apenas se ha probado en animales, habría sido determinante en la evolución satisfactoria de dos de las tres personas enfermas en las que se ha aplicado este recurso como última alternativa. La segunda es el natural llamado a la prudencia por parte de científicos expertos frente al resultado obtenido, que, erróneamente, empieza a ser calificado como una cura absoluta.
Lo cierto es que hasta el momento los protocolos de investigación del suero han reportado sobrevida en el 75 por ciento de los animales en los que se ha ensayado, antes de 48 horas de infectados y en algo menos de la mitad si se suministra pasadas 120 horas del contagio. Los expertos advierten que aún es muy temprano para saltar de entusiasmo. La sustancia aún debe superar otros estudios clínicos. El hecho de que algunos de ellos se hayan omitido, valga decirlo, es algo excepcional dada la emergencia actual, que exige actuar rápidamente ya agotadas todas las opciones, como ocurrió con el médico Kent y la enfermera Writebol.
No hay duda de que esto es un buen paso, gracias al impulso que la investigación sobre el ébola ha tenido en las últimas semanas. Ojalá en poco tiempo se tenga la cura certera para esta enfermedad contagiosa y mortal, que después de cuatro décadas tuvo que atravesar fronteras para que fuera tomada en serio por la ciencia. De encontrarse, lo esperable es que el júbilo mundial también sea para los países pobres que lo necesitan.
(Editorial)