Opinión Nacional

La V República y la muerte de las instituciones

Jean Servier recuerda que: «… cada revolución, cada cambio de régimen, tratará de remontarse en el tiempo merced a un nuevo calendario y de situar un irrisorio cambio de instituciones en los albores del año 1 de una nueva era.”
En este sentido, en una entrevista ofrecida en 1999 al diario argentino La Nación, el recién electo Presidente Chávez respondió a una pregunta sobre este aspecto de las nuevas eras, de la siguiente manera: “¿Por qué apela con frecuencia a signos funerarios, como la moribunda, por la Constitución de 1961, o aquello de los muertos que entierran a sus muertos, por la derrota de la oposición en las elecciones de constituyentes del 25 de julio? -También hablo de parto. Así como hablo de la muerte, también hablo de la vida, del amor, de la esperanza, de la reconstrucción del país, de la V República que va a nacer, pero, por supuesto, está presente la muerte. No es la muerte física de nadie, sino el fin de una época. Sobre la muerte siempre triunfa la vida.”
En consecuencia, la revolución bolivariana no fue la excepción; luego de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente se promulgó en 1999, mediante referendo, una nueva Constitución con el objetivo de “refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa, y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide lo valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad y el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para estas y las futuras generaciones , asegure el derecho al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación de ni subordinación alguna.” (Preámbulo de la Constitución)
Sin embargo, a una década de la promulgación de la nueva constitución, la actuación del Presidente Chávez se ha caracterizado por un discurso y una acción dirigidos al debilitamiento intencionado y permanente de las instituciones públicas -las viejas y las novísimas- del país; la democracia se ha convertido en una verdadera dictadura de la mayoría, ejercida a través del control absoluto de los poderes públicos nacionales, de buena parte de los regionales y locales. En este sentido, es conveniente recordar las palabras de James Madison: “la concentración de todos los poderes legislativo, ejecutivo y judicial en las mismas manos, sean estas las de muchos, pocos o uno…puede con mucha razón definirse como la dictadura verdadera.”
Inestabilidad, anomia, informalidad, ingobernabilidad y una progresiva disolución institucional son el resultado de la refundación de la República. En diez años de actuación, la revolución bolivariana no ha hecho sino debilitar progresivamente el ya precario sistema institucional venezolano. El constitucionalista Henrique Meier, luego de una larga y exhaustiva enumeración de las consecuencias negativas que esta utopía neopopulista bolivariana ha tenido sobre la institucionalidad pública, concluye: “…destruyó los sistemas, funciones y procedimientos institucionales creados y organizados a lo largo de 90 años, aquellos asociados a la existencia del Estado, independientemente de su connotación axiológica, autoritario o democrático de Derecho…Estos sistemas, funciones y procedimientos sólo existen a escala formal, en el papel, y en la retórica del régimen,. En la práctica reina la pura voluntad personal, arbitraria, autocrática del jefe de la revolución…”
Nada más alejado de lo recomendado con acertada visión por el propio Montesquieu: “para que no se pueda abusar del poder, es necesario que por disposición de las cosas, el poder frene al poder.”

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