El Proceso” y su fantasía ética
El carácter del “El Proceso” bolivariano en su camino hacia el poder, fue en esencia una suerte de implacable “tribunal de honor” contra la degradación ética del pasado. La concepción dogmática de la política de su único conductor, debe entre otras razones su origen, a que la entendió como lucha extrema y confrontación moralizante hacia lo que fueron las prácticas hamponiles del bipartidismo. En otras palabras, la “revolución bolivariana” fue concebida por encima de todo como un referente ético, en consecuencia, el inmenso poder del líder y su práctica hegemónica, para multitud de sus partidarios, como para si mismo , encontró plena justificación como ejercicio de una necesaria tiranía moral sobre la nación. Chávez era percibido como “autoridad moral”, por lo que el poder de su convencimiento y la validez de su causa descansaba en esta peligrosa premisa. Consciente estaba de ello y es por eso que se mostraba particularmente reactivo el que se asociara su régimen con algún tipo de corrupción.
Poco duraron esas preocupaciones impulsadas por los rastrojos de un falso pudor. El tiempo y los hechos cumplidos confirman que le ha importado un bledo la escandalosa corrupción de sus familiares, militares y de sus ministros. La cosa empieza por él mismo, que ha hecho del presupuesto nacional y de Pdvsa los bolsillos que le rodean el pantalón y de los que dispone a su antojo y discreción para los caprichos más extravagantes; sobre todo para despilfarrarlo en sus sueños subimperiales en el hemisferio. Aventura que, para beneplácito de la salud democrática en el continente, con la agarrada in fraganti que le echaron en Honduras, puede estar llegando a su final.
Dueño de la institucionalidad con ausencia total de contrapesos que sólo sirve para fines bastardos de persecución de adversarios políticos y colocada en manos de personajes detestables, corruptos e indecentes como él mismo, creó deliberadamente el mecanismo perfecto para que la destrucción ética del país sea hoy, no solamente el peor de los males de la nación, sino el emblema más relevante de su gobierno.
En esto vino a parar la famosa «revolución bolivariana», en un gigantesco y pestilente pipote de basura, en guarida de ladrones, prevaricadores y hasta de traficantes de drogas; esto último registrado por pruebas cada vez más abundantes y por testimonios de famosos capos de carteles colombianos que fueron protegidos durante años por funcionarios civiles y militares venezolanos y según declaran desde sus prisiones en los EEUU, pertenecientes al círculo más íntimo del presidente de la República. Nosotros descartamos que el mandatario esté involucrado en eso, pero sí lo está indirectamente al proclamar la cualidad insurgente de los Elenos y los pandilleros faracos narcoguerrilleros de las FARC.
Lo importante hoy, es que los señalamientos , acusaciones y denuncias de la inocultable y real descomposición del gobierno no pertenece a una mera visión interesada del sector opositor, sino que ya se hace indetenible en la extensión de su rechazo a la sociedad como un todo. Lo de Caucagua y Curiepe, los obreros de Guayana, Zulia, Anzoátegui y la ola masiva de protestas no convencionales por toda Venezuela, anuncian definitivas tempestades libertarias.