Opinión Nacional

Descompensación hormonal

El siempre agudo Simón Bocanegra, en su editorial de hoy en el que analiza el discurso de Rafael Ramírez en Cabimas, diagnosticó la conducta del Ministro como efecto de un malfuncionamiento hormonal, tan viejo como la humanidad, pero nunca definido con tanta discreción en el lenguaje: “descompensación hormonal”. A tal definición habría que agregarle dos características importantes y es que ese mal una vez que surge y ataca al paciente se hace “crónico” e “irreversible por aceptación voluntaria”. De manera que una definición más completa de ese trastorno sería “descompensación hormonal crónica y voluntaria”.

Esta descompensación hormonal se manifiesta en algunos pacientes en graves perturbaciones mentales y severos desarreglos de personalidad e inconformidad con la manera como los hizo la naturaleza. Algunas víctimas de esta irreversible descompensación hormonal, sufren frecuentes ataques de histerismo que la llevan a asumir posiciones extremas para disimularla ante el grupo social y dar la impresión que no padece ese mal. Quiere aparentar todo lo contrario. Así mismo, cuando en la conducta del afectado por esta vieja enfermedad prevalecen esos trastornos severos de personalidad por encima de la racionalidad, este se convierte en un sujeto altamente peligroso, especialmente si por accidentes de la vida alcanza posiciones de poder sobre algún grupo social. En estos casos, la pasión que su descompensación hormonal pone en ebullición, los convierte en sujetos agresivos. Generalmente ellos abrazan imágenes, causas y personas que cautivan sus fantasías y a las cuales se entregan o se quisieran entregar, sin moderación alguna, en cuerpo y su alma. Odian, aman y celan con inusitada fuerza.

A pesar de que tal desarreglo hormonal, que se sepa hasta ahora, no es contagioso, desde tiempos inmemoriales las sociedades han generado un rechazo a los descompensados. De allí que quienes lo padecen adoptan diferentes actitudes frente a su descompensación y frente a la sociedad. Los que son atacados por este mal desde temprana edad tratan de ocultarlo ante el rechazo, la burla y hasta el desprecio que los prejuicios generan en muchos. En algunos casos la descompensación alcanza niveles que ya no le permiten al paciente ocultar la enfermedad y entonces se produce lo que se puede llamar una “descompresión hormonal” que tiene por efecto que el paciente abandone sus temores de discriminación y le dé rienda suelta y pública a los efectos de su descompensación. Y aquellos que comienzan a sentir o descubrir sus efectos ya adultos, les cuesta más ocultar el mal y la descompresión hormonal aparece como río en conuco. Y parodiando a Simón Díaz en Caballo Viejo, se podría se decir que cuando la descompensación pasa a la fase de descompresión, “no se dan ni cuenta que un corazón amarrao cuando le sueltan las riendas es caballo desbocao…el pecho se le desgarra y no le hace caso a falseta y no le obedece al freno ni lo paran falsas riendas…”
El sentirse desplazado social lleva a acumular una gran carga de odios y resentimientos a lo largo de sus vidas. Odios y resentimientos que crecen en progresión geométrica directamente proporcional al tiempo transcurrido entre el ocultamiento de su descompensación hormonal y la llegada liberadora de la descompresión. Entonces cuando pasan a la fase de descompresión, el desbocamiento y el desgarramiento de corazón y pecho se tornan explosivos. Las cuerdas vocales no reaccionan dando el tono correcto porque no saben cual tono dar si el que la naturaleza le asignó o el que la descompensación le quiere imponer. Entonces al paciente se le van los gallos. Gallos que al referirse a cualquiera de sus obsesiones se convierten en desafinado cacareo. Cuando llaman al odio y proclaman el suyo alzan la voz, pretendiendo hacerla grave y varonil, pero casi inmediatamente se cansan, la descompensación retoma su papel.

No tengo nada contra los “descompensados hormonales crónicos”, cada quien tiene derecho a vivir como quiera, ese es un derecho inalienable, parte de la libertad personal que todos debemos respetar. Lo que es inaceptable es que alguien le dé rienda suelta a sus trastornos de personalidad, en perjuicio de la sociedad, de la libertad y del derecho ajeno.

El discurso teatral y encendido de Rafael Ramírez y su deseo de que se le tenga “pavor” a él y a PDVSA, su llamado al odio y proclamación a gritos histéricos del odio que dice sentir contra los trabajadores “no socialistas” y contra la “oligarquía”, que somos los venezolanos no chavistas, su desmedido afecto hacia su Comandante, la pasión en sus gestos, el “desgañotamiento” de su voz y una manada de gallos corriendo, que al final cacarean, me llevan a compartir plenamente el diagnóstico, que sin ser endocrinólogo ni psiquiatra, hizo Simón Bocanegra… Rafael Ramírez padece de severísimos e inocultables trastornos de personalidad producto de su “descompensación hormonal crónica irreversible y voluntaria”. Como tal se deben tomar sus ardientes palabras de descompensado “desbocao” , que no le hace caso a falseta, no le obedece al freno ni lo paran falsas riendas.

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