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El Caso Colombia o un trabajo para el espíritu de Contadora

El siguiente es un resumen de las ideas y propuestas expresadas en una serie radiofónica del periodista Jesús Romero Anselmi, transmitida entre la primera y la segunda semana del mes de julio de 1997 por las estaciones Capital FM 104.5 y Capital AM 710, donde el autor dirige en la primera el Departamento de Prensa y conduce en ambas frecuencias programas de opinión y análisis.

La violencia en Colombia data desde hace más de cincuenta años y hoy ese país es emblemático de tan extremo problema, expresándose tal situación en un desbordamiento de su foco, es decir traspasa sus límites y repercute en su vecindad, particularmente en Venezuela y en estos momentos en Panamá.

La guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia es el movimiento armado insurreccional más antiguo del hemisferio y su poder se palpa en control de territorios y una serie de acciones militares sobre las fuerzas del Estado representadas por el Ejército y las Fuerzas Militares de Colombia en su conjunto.

El Ejército de Liberación Nacional, la segunda fuerza insurgente armada de Colombia cuyo control territorial es reconocido en los departamentos del nororiente y llanos orientales de Colombia, colindantes con Venezuela, es señalado y muchas veces lo reivindica como el responsable de acciones contra fuerzas militares venezolanas y civiles a quienes se les califica como objetivos militares, sufriendo como tales entre otras presiones o bien el pago de la llamada «vacuna» o en su defecto el secuestro y el pago de rescate, lo que significa para la víctima , una pérdida de la libertad personal bajo riesgo de muerte, que suele prolongarse en casos hasta en un año o más de proceso de negociación.

Desde hace veinte años se siente en Venezuela el desbordamiento del caso Colombia sobre las comunidades y territorios de los estados Zulia, Táchira, apure y Amazonas, que limitan con el vecino país. También se han reportado ya numerosos secuestros atribuidos a la misma situación en Mérida y Barinas.

Por años más de los soportables, en Venezuela se vió la situación de la frontera como un asunto remoto, hasta que no sólo ocurrieron ataques como el sucedido al puesto de la infantería de la Armada de Carabobo, los voceros de la guerrilla han mostrado su avance al remontar las primeras páginas de los diarios de mayor peso en el país, EL UNIVERSAL, Y EL NACIONAL, es decir la guerrilla llegó a Caracas o si se prefiere la frontera se sintió en la capital centro de la toma de decisiones.

El desbordamiento de Colombia sobre los estados fronterizos venezolanos, colecciona un largo e infructuoso tratamiento de cancillería, matizado constantemente, por lo menos en los últimos años, por encuentros entre parlamentarios de los dos países, gobernadores de estados venezolanos con sus iguales de los departamentos fronterizos de Colombia, además de secciones entre los ministros de defensa, de los comandantes de los ejércitos y otros formatos de contacto e intercambio de ideas entre voceros de los dos países.

Los medios de comunicación se han ocupado del problema con una tendencia a colocar la situación como una confrontación Venezuela-Colombia convirtiendo el lugar común, frases tales como ARDE LA FRONTERA… TENSION EN LA FRONTERA… VENEZUELA PROTESTA… COLOMBIA PROTESTA, abriéndose debates asimétricos entre jefes civiles de aldeas, con ministros de Relaciones Exteriores. Mientras en los titulares de prensa de Venezuela se señala a la guerrilla colombiana por los ataques, en la de Colombia, los titulares acusan a la Guardia de Venezuela de violaciones territoriales. Iniciativas como la «persecución en caliente» surgidas de los jefes militares venezolanos, se debaten sin valorar el problema de los ataques a los puestos castrenses y se enfrascan en el punto de la soberanía. Siendo el lado venezolano en el que se refleja la violencia de una guerra ajena uno de los logros para ser más llevaderos los reclamos, está reflejado por una comisión de verificación que debe verificar de donde partió el ataque, en que lado del límite sucedió el evento y si los atacados reaccionaron sin cruzar la frontera desde la que fueron atacados.

Hay dos resultados muy claros de esta situación. Por una parte es perceptible un desgaste de la credibilidad de la opinión pública ante el hacer de la manera oficial con respecto al caso Colombia, produciéndose discursos oportunistas para aprovechar ese terreno, donde las posiciones reactivas afloran sin presión y sin apremio.

Al mismo tiempo es dramática la colombianización en Táchira, Zulia y Apure. en estos veinte años tenemos a los hoy a los productores rurales divididos entre los que están pagando la «vacuna» y los que todavía no la han pagado. Donde menos se habla de guerrilla, de contrabando de gasolina, secuestros, extorsión, narcotráfico, fortunas sorprendentes, narcolavado, es en la frontera. Allí tales asuntos parecen un tema lejano, algo que no despierta el más mínimo gesto. Hace también más de veinte años, Juan Manuel Polo, en su obra enriquecedora del género reportaje, escribió para EL NACIONAL, que el Táchira «limita por tierra y por dentro con Colombia».

Cuando se percibieron los primeros síntomas de lo que ahora no se ve tan remoto en Caracas, no pocos estudiosos de la región fronteriza, señalaron que en los extensos territorios venezolanos de la vecindad inmediata de Colombia, en especial el sur del Táchira, el sur del Zulia y el municipio Páez de Apure, reinaban las condiciones favorables para una fuerza con una geoestrategia más o menos diseñada con objetivos y meta, ocupar los vacíos por ausencia del Estado venezolano, de la comunicación mediática venezolana, de la sociedad civil venezolana. Eso es una realidad que creció del tamaño de un protozoario al de la multitud de células que se reúnen en un paquidermo.

Hoy el estado venezolano está respondiendo con el único recurso que le quedaba después de dos décadas de ver el asunto como un problema muy remoto incapaz de perturbar a los centros metropolitanos de poder. Hoy el Estado venezolano usa el recurso extremo, el de la militarización de la frontera, que implica en ese escenario de constante hostigamiento, caminar descalzo sobre el filo de una navaja, para no caer al foso de los saurios del potencial conflicto entre los países.

No debemos olvidar que en los municipios limítrofes con Colombia se sostienen condiciones muy distintas a la del resto del país. En esos municipios están suspendidas indefinidamente garantías constitucionales tales como las de no ser detenido o allanado sin orden judicial.

Lo anterior es sólo parte del memorial del desbordamiento de la situación intestina de Colombia hacia Venezuela, desde donde no se puede aspirar a estas alturas de la evolución del problema, la minimización la expansión del foco, reutilizando las herramientas que no han sido eficientes.

A estas alturas la iniciativa venezolana debe concentrarse en sus compromisos de solidaridad con Colombia y los colombianos. Sin repasar los nexos históricos, Colombia y Venezuela son dos democracias muy importantes en el hemisferios. Ambas están agobiados por diversos problemas de gestión pero la de Colombia vive momentos extremos, pues la violencia define esa característica y es más enfática cuando las fuerzas insurgentes se perfilan simétricas con las fuerzas militares del estado. «La entrega» de los soldados drama de las repercuciones del narcotráfico, tantas veces descritas analizadas y examinadas.

Colombia vive una salvadorización de su guerra interna. El término se aplica al cruzar el nivel actual del conflicto con el de los tiempos en que en la República de El Salvador, la guerrilla podía derrotar al ejército ni éste a la fuerzas del Farabundo Martí.

Colombia vive una aproximación a la vietnamización, si el conflicto no se canaliza políticamente hacia la paz y se llega a producir una intervención de terceros. Salta aquí a la vista, que ante el inventario de fracasos de todos los intentos de pacificación interna experimentados por las gestiones de los últimos cinco presidentes de Colombia, queda otro inventario, el que aportó el mecanismo de Contadora a Centroamérica, en momentos mucho más difíciles debido a la presencia de patrocinantes del mundo bipolar de entonces, que se enfrentaban hacia el país más pequeño del mundo.

Venezuela, precisamente junto a Colombia, con México y Panamá, crearon ese mecanismo, cuyo principal característica es que asumió la canalización política pacienzuda hasta que en medio de una evolución que todos conocemos, se alcanzaron acuerdos que hoy se muestran en la desmovilización de fuerzas y la democratización, dándole oportunidad a la paz.

Las democracias del hemisferio, pero especial las democracias con el común denominador de latinoamericanas, deben asumir la creación de un mecanismo de paz para Colombia, ante la dramática expansión del foco del problema hacia la vecindad . Ya la guerra le está haciendo un grave daño a lo único que había resistido en Colombia la economía, cuyos principales protagonistas del sector privado también han visto la necesidad de encontrar la paz.

Panamá en la vecindad norte está reportando la presión de los desplazados y la llegada de la violencia a su territorio, generando en la prensa tanto en la de Bogotá como en la de la capital del país canaleño, los consabidos titulares de «tensión en la frontera».

Venezuela y Colombia son expresión de uno de los procesos de integración más dinámicos entre vecinos, ambas naciones militan en el Pacto Andino, son dos de los tres integrantes del G3, protagonizan como fundadores post-Contadora del Grupo de Río y en los amazónicos; coinciden en el Caribe, en los No Alineados y ambas desean acercarse al Mercosur.

El desbordamiento de la violencia de Colombia no es sólo de las acciones de su guerrilla, también exporta otros formatos como el de los paramilitares, tal como se denunció claramente en Panamá.

La evolución de este conflicto nos aproxima a que el término «colombianización», se convierta en sustituto de «salvadorización» o «vietnamización», en el vocabulario de los examinadores de la política y la realidad latinoamericana.

En el compromiso de Venezuela para que se alcanzara el camino de la pacificación de Centroamérica, no hubo discrepancias entre la vanguardia política y diplomática de Venezuela de entonces que tiene muy pocos cambios en la de hoy. No discreparon, Luis Herrera Campins y su canciller José Alberto Zambrano, con las posiciones de Rafael Caldera y Arístides Calvani, de Carlos Andrés Pérez, Jaime Lusinchi y Simón Alberto Consalvi y lo más probable que hoy, sumándole al canciller Miguel Angel Burelli Rivas y Pompeyo Márquez de la actual gestión, a Humberto Calderón Berti, quien mantiene el asunto de Colombia en su agenda, a Pedro Pablo Aguilar quien suele ser muy sereno ante el asunto y Humberto Celli, quien conectaría a la dirección nacional de Acción Democrática con iniciativas no reactivas, se puede reiventar una gestión de paz de las democracias, partiendo de aqui, del país donde más se sabe de Colombia.

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* Jesús Romero Anselmi, desde hace más de veinte años dedica buena parte de su trabajo en los medios de comunicación a la búsqueda de reflexiones sobre la situación fronteriza de Venezuela y Colombia y está convencido que hay que superar la golfización y el enguerrillamiento de las relaciones, para evitar caer en la guerrerización entre Caracas y Bogotá.

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