Nuestra subestima
Es sabido que los venezolanos adolecemos de muy baja estima en relación a lo nuestro, es decir, a aquello que nos es propio como generado en nuestro país; como resultado de nuestros esfuerzos, ingenio o trabajo; como ejemplo de lo que podemos ser o hacer.
Tal subestima no ha de ser natural o espontánea sino que debe estar relacionada con otros fenómenos que pueden presentarse como concurrentes con ella; como causa o como efecto y, a veces, al mismo tiempo.
En conversación con el ejemplar venezolano que es Don Pedro Mendoza Goiticoa, cuya amistad me honra, tratábamos hace algunos días el tema de la subestima que caracteriza la actitud de muchos de nuestros ciudadanos, cuando se refieren a las capacidades que de hacer cosas valiosas tenemos; de alcanzar éxitos en el extranjero y de destacarnos en los más diversos campos de expresiones de las ciencias, las artes, el deporte y, en general, de la cultura. «Esa subestimación no nos permite ser justos con venezolanos de valía, no les reconocemos sus méritos porque la subestimación nos impide ver sus grandes cualidades».[1]
Nos preguntábamos el por qué de tal actitud y recorríamos la consideración de algunos de esos posibles fenómenos concurrentes.
A) Uno de ellos es la baja aspiración de logro:
Hacia 1968, un investigador norteamericano, McClelland, estudió la aplicación de la denominada «Teoría de la aspiración de logro» en América Latina y encontró que nuestra población alcanzaba el más bajo nivel de aspiración de logro del Continente. Si no se tienen aspiraciones de logro, se desprecian los logros ajenos de los compatriotas y, como resultado, se niega la validez de sus obras y realizaciones.
Queda como pregunta: ¿Por qué los venezolanos tenemos tan baja aspiración de logro?.
B) La Educación:
Decía Don Mario Briceño Iragorry: «La juventud encuentra un orden en que existe una escala de valores que quebranta el mérito del esfuerzo personal»[2], para luego expresar la respuesta que debe significar la educación nacional entendida como sistema y métodos: «Podemos preparar las generaciones que nos reemplazarán mañana. Y para eso hemos de fomentar en ellas un claro y recto sentido de responsabilidad moral»…. [3].
C) El desarraigo:
Como el resto de los países latinoamericanos, Venezuela es el resultado antropológico-social que derivó de la Conquista y posterior Colonización, lo que se resume en tipo humano de la concurrencia de tres principales vertientes étnicas y culturales muy diferentes: las aborigen, europea y africana. Tales vertientes se caracterizaron porque su participación en el proceso de conquista y colonización las marcó con el signo del desarraigo.
Al efecto, el aborigen, despojado del dominio de su espacio natural y obligado a trabajar para el conquistador, se convirtió en un ser desarraigado en su propio mundo; el conquistador-colonizador, separado de su lugar originario, en el que, mayoritariamente, era ya un «secundón» desarraigado en su propio mundo, se encontró en otro mundo, sorprendente en sus dimensiones naturales y en sus realidades humanas, que le hizo desarraigado en su propio desarraigo; por su parte, el africano, capturado por la fuerza en su mundo natural, tuvo peor suerte: «fue trasladado desde su morada anterior y secular, diversa en lo cultural y en lo geográfico, hacia regiones nuevas y desconocidas y en condiciones las más abyectas de sumisión y esclavitud»[4].
Así que las tres principales vertientes étnicas de nuestros pueblos latinoamericanos, y del venezolano en particular, se caraterizaron por esas formas de desarraigo que tenían que traducirse en «la falta de identificación, la provisionalidad y la inseguridad que ha de sentir quien no tenga algo propio, algo que reconozca como suyo y a partir de lo cual pueda afirmarse y proyectarse hacia el futuro».[5] Pero las tomas de conciencia del propio valer y del valer de lo propio, comienzan con la afirmación y la seguridad de lo suyo.
Todo esfuerzo para el desarrollo y la consiguiente recuperación de la autoestima habrá de iniciarse a partir de la superación de tales factores negativos a fin de recuperar la estima de lo propio en lo personal y en lo nacional.
D) El miedo
Otra variable que puede intervenir entre las causas de la subestima de los venezolanos puede encontarrse, quizás, en la tumultuosa realidad histórica de nuestro proceso político: A partir del inicio de la Guerra de Independencia, hacia 1812, y por casi un siglo, la Nación no descansó de padecer el flagelo de la guerra continua. La etapa del feudalismo a la latinoamericana, tuvo entre nosotros su peor, más sangrienta y más larga expresión. «Por todo este acontecer, Venezuela tenía una posición inferior a la de otros países latinoamericanos y, quizás, en parte, esta es la explicación de la subestimación que sufre el venezolano en todo lo atinente a su país.[6]
Miedo a perder lo propio y la vida no sólo fue el de los peones «carne de cañón» en las haciendas de los «caudillos» regionales, sino de todos los habitantes del país, en cuyas ciudades, mientras los hombres eran arrastrados a guerras ignoradas por la mayoría de ellos, las mujeres y los niños se encerraban aterrorizados tras los portones de todas las casas: grandes o pequeñas, ricas o pobres. Entre alzamientos y montoneras denominados «revoluciones» perdimos cien años en los que no avanzamos sino retrocedimos y cuyo único saldo fue el miedo. Y casi treinta años más hubo de miedo al tirano que sometió a los caudillos, pero que, en su puño férreo, encerró también a todos los venezolanos.
Don Pedro Mendoza tiene años preocupado por nuestra subestima. Con el lema: «Emprendamos una campaña que acabe con el absurdo de nuestra subestimación» ha escrito muchos artículos sobre el tema, especialmente en el diario El Universal. Resumo algunas de sus consideraciones:
Propone, como muy beneficioso para Venezuela, crear una institución académica que agrupe a todos los venezolanos que, hayan adquirido posiciones excepcionales fuera del país. Sería un reconocimiento justo y estimulante, que les vincularía con su país para aprovechar sus conocimientos, sabiduría. La institución relacionaría con las academias del país, lo que facilitarían los medios de comunicación existentes. Tenemos excelentes profesionales y además nos conectaríamos con los mundos científicos y culturales extranjeros para fortalecer la nación. Pone como ejemplo el caso de Talento Venezolano, institución que tiene una base de datos de un mil ciento sesenta venezolanos, que han logrado posiciones muy importantes, en el exterior, principalmente académicas. Varias decenas de ellos nos han visitado, a través de Talven, en forma muy noble y desinteresada, pues, nunca han recibido honorarios.
También ha expresado Don Pedro: «Tengo la convicción muy profunda, muy constante y desde hace mucho tiempo, que nosotros subestimamos todo lo atinente a Venezuela y al pueblo venezolano. Mientras así pensemos de nuestro pueblo, que es muy inteligente, no llegaremos a ser lo que somos, y nos mantendremos en una situación insignificante».[7]
Debemos, pues, luchar los venezolanos contra la subestima, como otra amenaza más que padecemos en el presente. En este sentido, es bueno recordar de nuevo a Don Mario Biceño Iragorry, para tenerlo presente en la próximidad de la hora de aportar todas nuestras capacidades para la reconstrucción de nuestra querida Patria, –por algunos de sus hijos, de esos que Andrés Eloy Blanco decía que «se eternizan dentro»–, tan mancillada y mal querida:
«Pueblo que no medita el valor de sus propios recursos ha de caminar los opuestos caminos que conducen ora a la desesperación, ora a la presunción». [8] [1] Mendoza Goiticoa, Pedro. Artículo»Comunicación positiva» El Universal, 15 mayo 2008, pg 1-10.
[2] Briceño Iragorry, Mario. «El Caballo de Ledesma». Obras Selectas. Ed. Edime, Caracas-Madrid, 1958, pg. 416. [3] Idem. Pg. 436. [4] Paúl Bello, Pedro. El Populismo Latinoamericano. Ed Equinoccio, Univ. Simón Bolívar, Caracas, 1996, pg. 129. [5] Idem. [6] Mendoza Goiticoa, Pedro. Artículo citado. [7] Mendoza Goiticoa, Pedro. Artículo «La Subestimación». El Universal, 18 octubre 2007, pg. 1-11. [8] Briceño Iragorry, «Pequeño Tratado de la Presunción». Obras Selectas. Ed Edime, Caracas-Madrid, 1959, pg 449.