Distorsión, distracción y valoración
Regla consagrada, el régimen condena a otros mientras violenta constantemente el amasijo que llama Ley de Responsabilidad en Radio y Televisión. Y, por si fuera poco, ha prefabricado el delito mediático que sólo cabe en el artificio penal cada vez más vacío de juridicidad.
Propio de los sistemas totalitarios, la publicidad y la propaganda están orientadas a la creación de nuevas representaciones sociales: camino a la sociedad de los delatores, distorsiona la realidad, acuchillando todo evento, sector o personalidad que encaje como enemigo. Poco importa que China y, probablemente Cuba, constituyan una larga, penosa e injustificada transición hacia el más salvaje de los capitalismos, o que Corea del Norte tenga un armamento nuclear a cambio de la hambruna de su pueblo, o haya un mayor e incontestable testimonio de probidad entre los adversarios, pues importa más la ficción de una revolución que le haría estallar el estómago a Marx o la de los dirigentes más versados en los paraísos fiscales que en los breviarios leninistas.
Todos los recursos materiales y simbólicos del Estado, están comprometidos en la vasta empresa de falsificación de los eventos y sus actores, aún tratándose de los más modestos. Por ejemplo, siendo la misma burocracia, utiliza herramientas como aporrea.com para inventar que Abdón Vivas Terán está involucrado en una conspiración de grandes quilates, a menos que lo sea su tesis doctoral en la Complutense de Madrid, o que el occidente del país se encuentra cundido de paramilitares a cargo de la oposición, conformes con la heroica toma militar de la Plaza Bolívar de San Cristóbal para evitar – angustiados – que la civilidad celebre el Día de la Independencia. Sin embargo, la fantasía tiene el fundamental propósito de la distracción.
En efecto, no entiende la pugna política sin el espectáculo de la denigración. Así, el morbo se convierte en un ingrediente insustituible para versionar, además, al propio gobierno que lucha encarnizadamente con adversarios a los que debe inventársele todo aquello que lo someta al escarnio público, ridiculizándolos a través de la primera magistratura de la República y hasta de los comentaristas de planta que adquieren autoridad de grandes analistas o – acaso –intelectuales de la nueva ola.
Mantener el actual desorden establecido, a cualquier precio, los obliga a una distinta valoración de las cosas, en el camino infernal de la doble moralidad. A cualquier precio, las camarillas del poder procuran infundir miedo, por la vía circense del desprecio, la denostación y la estridencia, sin que encuentre un muro eficaz de la oposición, porque – es la denuncia fundamental – no es necesario alcanzar el poder formal para convertirla en escuela de principios y valores, testimonio de honestidad y perseverancia, instancia de cordura y limpia emoción que contrarreste la galopante resocialización política que persigue el solo, exclusivo, único y sofocante relacionamiento social gracias al Estado y a quienes lo dirigen, en la enfermiza y prolongada circunstancia que padecemos.
QUIMERICAMENTE, SUYO
Gracias a un diario de circulación nacional, nos hemos enterado de la entrega nr. 307 de la hispánica revista “Quimera”, dedicada a la literatura venezolana. No es posible que llegue la publicación a nuestros puertos, como ocurría antes, gracias al control de cambio imperante en el país, añadidos los intereses más oscuros del régimen.
Mientras galopamos una injustificada fuga de capitales, aparecen maletas indigestas de dólares en Argentina, los gastos suntuarios de la residencia presidencial tienen dimensiones siderales o miles de euros les permiten a grandes burócratas adquirir en Europa una botella de vino, no llegan las publicaciones especializadas, científicas o literarias o de otra índole, ni siquiera a los anaqueles de la Biblioteca Nacional, como antes acontecía con Vuelta, Claves de Razón Práctica, Sistema o Science, hoy superpoblados de una absurda propaganda oficial y oficiliasta.
El recurso que queda es la suscripción por Internet, comportando la búsqueda de las divisas del caso, si es que se consiguen, permitiendo el trámite. Empero, quiméricamente nuestra, la propia red de redes sufrirá severas restricciones, por lo que habrá que apelar a la generosidad de una persona amiga que nos suscriba en el exterior, bajo el riesgo de un servicios de correos que todos conocemos y que no tardará en poner sus acentos a la censura.