Opinión Nacional

Los gobiernos de Rómulo Betancourt

La Revolución de Octubre de 1945

El estallido fue el resultado de la acumulación, por solapamiento, de sucesivos conflictos postergados. Fue el correr la arruga. Tratar de ignorar la contradicción planteada desde el momento mismo de la declaratoria de la independencia del reino. Porque libertad y autonomía no trascendieron el círculo de quienes se hicieron del poder.

Luego del desangramiento que signó el desprendimiento de la España imperial, todo cambió para continuar siendo igual. Por sobre de la Guerra Federal y sus prohombres, el campesino continuó siendo medianero de los barones de la tierra. En guerras y entreguerras, aún con la derrota de los caudillos en 1903 y la imposición de la paz, el venezolano común, tanto del campo como de la ciudad, permanecía plantado en el sitio de donde hombres, hambre y endemias lo mantenían aprisionado.

Por esas fechas hacía rato que, mundialmente, se daba el debate democracia-totalitarismo. Los venezolanos, con la timidez propia de quien sólo a lo lejos alcanza a otear destellos, sin lograr definir de qué se trata, también comenzaban a definir los campos. Es así como, luego de la gloriosa jornada cívica de febrero de 1928, así como del obligado carcelazo, Rómulo se sumerge en las profundidades teóricas de la REVOLUCIÓN, según la óptica marxista-leninista.

Al propio tiempo escarba en nuestra historia hasta desembocar en medio de la desolación que, para el momento, era el cuadro de la patria martirizada, atada al botalón de un gañán que se hizo primero de un pequeño fundo y que, en corto plazo, su terrofagia insaciable confundió los linderos de sus propiedades con las de la Nación.

El debate interior le planta tres posibilidades:

1.- Continuar trillando la trocha histórica de los alzamientos protagonizados por los gamonales, funesto legado de las guerras fratricidas.

2.- Continuar en la militancia comunista y aceptar, de buen grado, los lineamientos de Moscú. Es decir: la atadura a designios extra-nacionales contrapuestos al ideal democrático e independiente que visualizaba y lo había lanzado a la lucha.

3.- Crear un movimiento político partidista moderno, con bagaje ideológico de orientación socialista; con profunda raíz nacionalista y democrática, lo que culminó coincidiendo con la tesis socialdemócrata.

Para usar algunas de sus expresiones, no hubo ápice de duda o desfallecimiento en su ánimo, ni temblor en el pulso para marcar el derrotero de su vida y el de Venezuela. Trabó debate con sus camaradas e hizo a un lado del camino a quienes optaron por el internacionalismo comunista y emprendió la titánica tarea de construir para su país una nueva forma de hacer política. Rescatar la figura, propósito y valor del partido político, aportando un proyecto de país, deslastrado del personalismo inmediatista que tanto daño continúa ocasionando.

Al regreso de un nuevo exilio, funda el partido Acción Democrática. Cincel que habría de utilizar para, modelando protuberancias y suavizando aristas, dar forma y contenido al concepto democracia. No resultaron inútiles las prédicas de casa en casa o de rancho en rancho, de pueblo en pueblo; las conferencias con escasa asistencia, los desvelos ni el cansancio corporal producido por el pésimo estado de las carreteras o, mejor decir, caminos. De tal manera que cuando afloró la crisis de Estado, dialécticamente previsible, allí estaba la herramienta popular previamente construida. A Rómulo, ni a quienes con él constituyeron ese “petit comité” (Raúl Leoni, Luís Beltrán Prieto y Gonzalo Barrios), no les “flaqueó el ánimo ni les tembló el pulso”. Asumió la responsabilidad que le demandaba la historia. Mientras sostuvo el timón la nave no se fue a pique.

La gestión de gobierno

No es cuestión de presentar un listado de cuanto hizo o dejó de hacer el gobierno de la Junta Revolucionaria entre Octubre de 1945 y febrero de 1948. Eso puede constatarse en los archivos de la Nación. Sin embargo, es saludable contraponer al desbarrancamiento actual algunos datos de importancia. Por ejemplo, cuando se produce el cambio revolucionario, Venezuela exhibía un vergonzante 65% de iletrados, es decir 2.845.065 millones de hombres y mujeres, en una población de 4.377.023 habitantes. Bueno, alharacas aparte, cuando los militares felones del año 1948 derrocaron el gobierno del maestro Rómulo Gallegos el analfabetismo corría en derrota. En 3 años y 36 días 3.840.838 que representaban el 87,75% de los venezolanos podían leer algo más que los titulares de los diarios. Pero además de ese logro, por encima de la calidad de vida de que ya disfrutaban, producto de la mayor participación en la renta petrolera, que fue elevada hasta el 26% y que generó trabajo estable, la contratación colectiva que comenzaba a ser práctica usual y respetada por los signatarios, la Revolución de Octubre hizo del venezolano ignorado un ciudadano. Es decir, le estimuló y respetó su libre albedrío. Esa acción de gobierno hizo que campesinos, obreros, y clase media se aferraran a la esperanza representada en Acción Democrática, el partido de Rómulo Betancourt. Por esa misma circunstancia lo ungen con su voto para que asuma la primera magistratura del país en diciembre de 1958.

El quinquenio l959-1963

Los indoblegables principios, su recio carácter, el dominio de los diferentes escenarios de la política, así como sus indiscutibles dotes de estadista, paradójicamente convocaron la tempestad. Y si el trienio octubrista estuvo signado por el canibalismo presente en todos los escenarios; en el quinquenio 59-63, gracias al Pacto de Punto Fijo, se lograron niveles civilizados en el debate político, a pesar de persistentes pronunciamientos ocurridos en los distintos componentes de las Fuerzas Armadas y de la insurgencia castro-comunista. En el primero era inevitable que los desplazados del antiguo régimen se hicieran golpistas y prohijaran atentados criminales. En el segundo de sus gobiernos se desató la furia conjugada de la derecha despojada de sus privilegios y de la izquierda fidelo-comunista. Se hizo ineludible la batalla en diferentes escenarios. Fueron derrotados. Los militares y sus seguidores militaristas, sometidos con astucia y por las armas cuando fue menester. Los segundos, los fidelo-comunistas, fueron igualmente dominados pero a un elevado costo en vidas y afectos. Ambos bandos hubieron de rendirse ante la superioridad política y operatividad militar de la democracia.

Toda calamidad que significó batirse entre dos fuegos, el de los regresionistas con acento militarista y el de los comunistas y sus adláteres, no menos militaristas, reclamó el esfuerzo de sobreponer el desgarramiento en los afectos personales que estuvieron en juego; que gravitaron y aún gravitan en las relaciones personales y de familia.

Ahora bien, Rómulo no abandonó un minuto su responsabilidad de Gerente de la República y a la par que combatió la conjura y la subversión, con formidable equipo que integró para gobernar y su partido, le “echó bolas” a la reconstrucción de un país improductivo y menesteroso que despertaba de la pesadilla dictatorial y, lacerado, descubría las pústulas que el régimen militar derrocado en 1958, enmascaraba tras la coyuntural inauguración de obras públicas, la férrea censura de prensa y la yugulación la libertad.

Erradicó el rancho de paja y avanzó con decisión en la construcción de vivienda para las clases media y obrera; sembró el territorio nacional de escuelas primarias, liceos, acueductos rurales, cloacas, dispensarios y hospitales posteaduras con luminarias y cruzó la geografía de carreteras de penetración agrícola, extendió y mejoró la vialidad urbana y extra-urbana, construyó puentes y embalses de agua para aliviar las penurias derivadas de su carencia. Renacieron los mercados populares y el sector privado construyó modernos auto-mercados. Con el crédito oportuno y barato avanzó, con firmeza, el desarrollo agropecuario; creció la agro-industria y se multiplicaron las plantas de mediana industria, a tiempo que metió el hombro a la industria siderúrgica. Los trabajadores se sintieron atendidos, fueron tomados en cuenta y se firmaron infinidad de contratos colectivos dentro de la concepción civilizada de Paz Social, mientras la clase media emergió con tanta fuerza que, en la actual circunstancia histórica, mantiene a raya el totalitarismo.

Esas metas se lograron a pulso, capeando la tempestad política, incluido el combate en los distintos frentes guerrilleros contra quienes se echaron al monte y con los magros ingresos provenientes de la renta petrolera, así como con la disciplina fiscal implantada que redundó en la maximización del rendimiento de cada bolívar recaudado.

Entonces, ¿qué más decir?. Que Rómulo despejó el camino, sembrado de minas y poblado de casamatas que amenazaban la democracia, por el cual se echó a andar la sociedad en procura de estadios superiores de desarrollo. Para ello hubo de someter los mandos militares a la obediencia del Poder Civil y combatir la alucinación impulsar el crecimiento económico y cerrar el paso a la corrupción, estimular el desarrollo científico y humanístico, fortalecer la institución del partido político, respetar la independencia sindical.

Fue el primer Presidente de la República que, en el Siglo XX, traspasó el mando a quien lo sucedió electo por voto universal directo y secreto. En 1973 pudo haber sido el candidato presidencial de su partido. Pero, por su agudo sentido político y respeto por el juicio de la historia, dijo NO a la tentación reeleccionista.

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