Opinión Nacional

Derrota del poder desbocado y la violencia

Sea lo que sea que al final pase el próximo 15-F, el Gobierno ya perdió; por lo írrito e inmoral de su pretensión.

Pretensión írrita, por querer una perpetuación en el poder con un -a trocha y mocha- impuesto referéndum abiertamente inconstitucional e ilegal. Como ha estado a la vista de todos. Pretensión inmoral, por querer ganar a punta de votos logrados con un escandaloso ventajismo, y el uso de la violencia, el terror, la intimidación, la mentira y el chantaje. Como ha estado a la vista de todos.

Pero además, más allá del disfraz electoral de muchos por el miedo en que nos ha querido tener a todos el régimen, disfraz que las encuestas empeñadas en ser “antisépticas”. Les cuesta mucho develar que el Gobierno también ya perdió, porque en la calle se siente claramente el mayoritario repudio a su afiebrada pretensión reeleccionista.

Una pretensión de perpetuación a futuro que, en verdad, pocos pueden entender o aceptar, ante un Gobierno tan incompetente y desquiciado como el presente.

Los votos mayoritarios por el NO, ya existen. Y habrán de manifestarse con fuerza en la intimidad del recinto electoral. La tarea de los testigos y vigilantes de las fuerzas alternativas democráticas en los centros de votación del 15-F, será evitar que el ya logrado triunfo del NO en lo moral y en la calle, no sea escamotado por algún mecanismo de fraude o manipulación -de los muchos del inagotable y creativo menú vivián del régimen-.

Cuando se analicen en el futuro más en frío los temas que determinaron la derrota del Gobierno, resaltarán dos: su intoxicación por el poder y su suicidio por la violencia. Sobre ambos llevamos ya mucho tiempo llamando la atención en todos nuestros (%=Link(«http://analitica.com/colaboradores/pprof.asp?columnista=Frank%20Bracho»,»anteriores artículos»)%)
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En cuanto a la intoxicación de poder, este Gobierno ha sido una clásica verificación de que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”…..Pareciendo estar el régimen en la etapa de mayor degeneración de dicha patología: una intoxicación y la obsesión tan grande por mantenerse en el poder, lo ha enajenado de la realidad. Toda la actuación y lenguaje de un régimen que una vez se dijo de “la democracia protagónica y participativa”, ha devenido hoy hacia la actuación y el lenguaje del poder y del mando, sobre toda otra cosa, y por los medios que sea.

En cuanto a la violencia, al instigarla o tolerarla por tanto tiempo, el Gobierno como supuesto líder o ejemplo principal para la colectividad, ha sumido al país en un daño mayor inenarrable. Sobre todo cuando se entiende, como lo han entendido siempre todas las religiones y como lo entienden hoy las legislaciones penales más avanzadas, que la violencia y sus deplorables efectos, no se confina para nada a lo puramente físico sino que también comprende aspectos como el odio y las agresiones verbales y psicológicas –estos últimos con frecuencia claves como progenitores de los daños más palpables-.

Por ello, en nuestros anteriores análisis hemos llamado la atención sobre la relevancia de la siguiente definición de la violencia formalizada en la Organización Mundial de la Salud (OMS): “El uso intencional de la fuerza física o el poder, en amenaza o en hecho, en contra de sí mismo, otra persona, o en contra de un grupo o comunidad, el cual resulta o tiene alta probabilidad de resultar en herida, muerte, daño psicológico, mal desarrollo o privación”.

Dicha magistralmente, exhaustiva definición, en perfecta línea con la interpretación amplia del V mandamiento cristiano de “No matar” sobre lo cual el franciscano Fray Pedro Buonamassa nos ha dicho: “No sólo se asesina físicamente sino también odiando, guardando rencor, enemistad, deseando mal, insultando, hasta mirando con malos ojos, difamando en forma escandalosa; en suma a través del asesinato moral”. A todo el anterior decálogo de no violencia, habría que añadir el no daño a la naturaleza y las otras criaturas vivientes -además del ser humano.

Se viola (para usar términos legales) o incurre en pecado (para decirlo en términos religiosos) toda la definición anterior de no violencia cuando no se respeta “en pensamiento, palabra, obra u omisión” –tómese nota en particular también de la última palabra-.

Y, frente a todo ello, júzguese el grado de culpabilidad en que ha incurrido el actual Gobierno, el cual ha actuado además con el agravante de tener la investidura –evidentemente irrespetada o mal utilizada- de “garante de la ley y el orden”.

Pero, luego de tanta instigación o lenidad frente a la violencia -como ha sido público y notorio, al igual que con el anterior tema de la intoxicación- enajenación por el poder, el Gobierno parece haber entrado en la etapa de mayor degeneración de esta otra patología: la de su propio suicidio por la violencia, la de la violencia vuelta contra su instigador, en cumplimiento de la inescapable sentencia “Quien a hierro mata a hierro muere”

Lo de los incriminadores, patológicos, y escandalosos sucesos de La Sinagoga y el facineroso grupo paramilitar de La Piedrita, han sido casos que ha reventado catastróficamente sobre la cara del Gobierno en la actual campaña. Y se han venido a añadir al generalizado hartazgo o repudio de la población por tanta impunidad de la abrumadora violencia cotidiana, ante la indiferencia, incompetencia y hasta complicidad de las autoridades; tanta represión brutal a los adversarios políticos; tanto asalto impune a oficinas y bienes públicos hoy por voluntad popular a cargo de autoridades no rojas-rojitas; tanto lenguaje de guerra y de divisionismo, etc.

Lo anterior, en su aspecto bueno, ha concientizado al país, como nunca antes, del gran daño que puede hacer la violencia –tanto en sus aspectos de hechos como de instigación- cuando se ha dejado llegar tan lejos en una sociedad. Y ha despertado asimismo una generalizada exigencia de la necesidad de enfrentar a la violencia en todas sus dimensiones, y de raíz.

Incluyendo la de comenzar un cambio del funesto régimen de violencia que ha pretendido entronizarse en el país; a fin de exorcizar a los demonios de la violencia que en la forma más alevosa han pretendido someter y apoderarse de Venezuela.

El próximo 15-F ha de ser testimonio de un nuevo y decisivo gran avance en tal sentido. A pesar de lo todo lo írrito e inmoral que ha sido el proceso mediante el cual se ha impuesto dicho evento, todos a votar por el NO al poder desbocado y la violencia. Y todos a defender el voto para el mejor desenlace final.

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