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El gobierno de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello parecieran haber dado una orden de represión violenta de las protestas en varias ciudades del país. ¿Quién está ejecutando la orden? Al parecer la Guardia Nacional, la Policía Nacional Bolivariana y los colectivos violentos afiliados al gobierno. Y, a juzgar por los videos que pululan en Twitter, las fuerzas de autoridad y los colectivos se han vuelto casi indistinguibles.
En Valencia las autoridades lanzan bombas lacrimógenas dentro de los apartamentos. En Caracas hay videos de invasiones a edificios y reportes de disparos a inmuebles, automóviles y manifestantes en los Palos Grandes, Santa Fe, Las Palmas, la Avenida Panteón, otros lugares y urbanizaciones. En Altamira llegan los colectivos disparando al aire. Y también montones de camionetas para llevarse las motos de los manifestantes. Una corresponsal española cuenta que al llegar la GN escuchó al menos cincuenta detonaciones de bombas lacrimógenas en cuestión de segundos. Esto forzó a 300 manifestantes a esconderse en un edificio, una situación que se repite idénticamente en varios puntos de la ciudad.
Y, si piensan que la situación no se puede estar peor en Caracas, se equivocan. Una periodista de Al Jazeera cuenta a través de su Twitter que, al lado de San Cristóbal, que describe como una zona de guerra, Caracas es Disney World. El caos es tal que hay un virtual toque de queda. Todas las vías de acceso a la ciudad han sido militarizadas, Internet está bloqueado y mucha gente no tiene teléfono. El gobierno ha decidido enviar más fuerzas de la Guardia Nacional Bolivariana para tratar de reestablecer el orden. La situación del país no ha tocado fondo.
Estoy desvelado y escribo esto a la cuatro de la madrugada. Pero leyendo estos reportes y viendo las imágenes y videos pienso que todos los caminos futuros que uno puede imaginar para Venezuela lucen oscuros. Porque aquí lo que estamos viendo es el terror del Gobierno a perder el poder. Consciencia del mal que han hecho. Temor al castigo. Un instinto animal de supervivencia que los lleva a cometer los más horrendos crímenes. Y cualquier amenaza real a su poder, de cualquier tipo, siempre acarreará una alta probabilidad de provocar una sangrienta carnicería.