La anaconda
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«…el que de ese modo gobierna tiránicamente sobre ustedes, posee solamente dos ojos, solamente dos manos, solamente un cuerpo…; en verdad no posee nada más que el poder que ustedes le confieren para destruirlos (a ustedes mismos)…»
Pareciera que el destino de este noble pueblo es el de continuar indefinidamente en manos de bandas que desde hace más de un siglo, periódicamente asaltan el poder para hacerse con el botín petrolero. La gobernanza, es decir la eficacia, calidad de la intervención del Estado, que proporciona a éste buena parte de su legitimidad, ha desaparecido. La política se ha reducido a una pelea de gallos en la que políticos mentecatos y apostadores pendencieros se juegan el destino del país de tanto en tanto. La mediocridad, la mala educación, la agresividad y la falta de escrúpulos es ya la característica de una buena parte de los venezolanos, que han visto derrumbarse los diques de contención de la ética y la moral públicas por años de malos ejemplos y que ahora hacen suyo un modelaje indigno desde el poder. La violencia y el abuso atropellan al ciudadano indefenso. La impunidad y la injusticia hacen burla a los derechos civiles. El gobierno se ha tragado al país y sus recursos, al Estado y a todas sus instituciones cual gigantesca anaconda, insasiable y agresiva. Eso es lo que sentimos muchos venezolanos ante esta enmienda conducida con todo el ventajismo e impudicia oficial.
A propósito del triunfo del SI, gracias a que más de la mitad de los votantes, ilusionados por un líder mediático en medio de un gran vació de propuestas y alternativas prefirieron esa opción, recordamos que en su ensayo “Solución a la servidumbre voluntaria», Wendy McElroy, (The Independent Institute, 2008) retoma los conceptos del jurista francés Étienne de La Boétie (1530–1563) sobre el Estado tiránico y el ciudadano. La Boétie, afirma McEroy, estaba interesado en dilucidar porqué obedece la gente al tirano. Se preguntaba: “Si un tirano es un solo hombre y sus súbditos son muchos, ¿por qué consienten ellos su propia esclavitud?” La Boétie no consideraba que el Estado gobernase principalmente a través de la fuerza. En principio, había muchos más esclavos que agentes del Estado: incluso si un pequeño porcentaje del populacho se negaba a obedecer una ley, esa ley se volvía inaplicable. Además, la mayoría de los individuos obedecían sin que fuesen obligados a hacerlo. La Boétie desarrolló una explicación a la que denominó la “servidumbre voluntaria”. Hoy sabemos que esa servidumbre es producto de la ignorancia, la desinformación y la pobreza, que produce lo que los psicólogos sociales denominan la “resignación aprendida” donde, basta que un líder populista se asome a ellos mostrando un rayo de esperanza para que sea seguido por multitudes a las cuales también se unen los oportunistas, los vivos y los mercaderes de la política.
Sobre la otra mitad que decidió enfrentar las pretensiones hegemónicas, La Boétie es claro al sostener que “la tiranía es derrotada de manera inmediata” cuando los individuos se rehúsan a consentir su propia esclavitud:
«…el que de ese modo gobierna tiránicamente sobre ustedes, posee solamente dos ojos, solamente dos manos, solamente un cuerpo…; en verdad no posee nada más que el poder que ustedes le confieren para destruirlos (a ustedes mismos). ¿Dónde ha adquirido él ojos suficientes como para espiarlos, si ustedes no se los proveen por sí mismos? ¿Cómo puede tener él tantos brazos con los cuales golpearlos, si no los toma prestados de ustedes? Los pies que pisotean vuestras ciudades, ¿de dónde los obtiene si no son los vuestros?».
En Venezuela, asistimos perplejos a la puesta en escena de un Estado todopoderoso que tácticamente mantiene una guerra asimétrica contra sus propios ciudadanos que aún no se han plegado a él, que ha invadido los espacios físicos y espirituales de la gente, que lo devora todo. Los sensores de calor de la pitón apuntan a lo que aun se mueve entre la maleza o se asoma por las rendijas para respirar libremente. El que crea que se conformará con la enmienda que lo mantendrá ndefinidamente en el poder, que allí se detendrá, peca de gran ingenuidad. Aprovechando que está en la cresta de la ola de una popularidad mediática y de la aceptación de la comunidad internacional, modificará la Constitución, pronto convocará a una constituyente con ese fin o inventará nuevas enmiendas con su Asamblea Nacional. Los “servidores voluntarios”, los transaccionales de todos los segmentos sociales y los tarifados de turno, así como los partidos políticos de un bando u otro serán los sastres de este nuevo proyecto “pret-a-porter”, lo mismo que hicieron cuando convocó de manera inconstitucional a este último referendo.
Una vez cambiada la Constitución, el sistema digestivo de la pitón segregará ácidos capaces de disolver todos esos cuerpos, una vez devorados. En su bolo digestivo se ha estado gestando un modelo autocrático inspirado en la dictadura de Castro o en la de Mugabe: una democracia con elecciones donde se elige a un solo líder de un partido único y a un mismo gobierno para siempre. Como muestra de esa impunidad ante los organismos internacionales que se hacen los ciegos, revisemos los pictures-shows de Fidel Castro con las personalidades del jet set de la intelectualidad y la política mundiales.
Para millones de venezolanos, fuera de esa ecuación, la democracia en la que han vivido estos últimos diez años bajo este régimen, se parece más a una sala de autopsia que a un sistema de libertades, de derechos y de progreso individual o colectivo. Ante el avasallamiento del régimen sólo queda el instinto de supervivencia de la libertad, pues no se observan alternativas políticas ni líderes capaces de dar coherencia al sentimiento de ese enorme contingente de individuos. Toda esta perversidad se insinúa de manera inevitable en las mentes de muchos de esos venezolanos que se niegan a la “servidumbre voluntaria” pero que hoy, ante ese vacío de interlocutores válidos comienzan a sentir el efecto letal de la desesperanza, pues votando o no, la gente piensa que continuará el militarismo autoritario de Chávez, la misma violencia, la misma corrupción, el mismo odio, irrespeto e indignidad que lo ha caracterizado; que voten o no, igualmente se impondrá “democráticamente” legitimado por sus sastres institucionales, impune ante los ojos del mundo. El drama deriva en que los millones de ciudadanos que participaron en el intento de detener a la poderosa serpiente, se encuentran hoy en la oscuridad de su estómago, sin orientación, sin respuestas ¿Quién mantendrá viva la llama de la esperanza? ¿Quién iluminará el camino hacia la liberación?