Opinión Nacional

De la batalla a la guerra

Los venezolanos que aman la democracia y la libertad tienen ya diez años librando batallas contra un autócrata astuto pero ignorante, tan hábil como táctico como desastroso mandatario, llamado Hugo Chávez. En esos diez años se han ido por las cloacas de la limosna y de las dádivas para amigos y seguidores la mayor parte de los setecientos mil millones de dólares que han ingresado al país durante su satrapía. Hoy somos un país profundamente dividido, en el cuál una mitad se opone a la otra sin esperanzas de diálogo constructivo y, mucho menos, de trabajo conjunto en pro de la nación. Peor aún, donde antes existían rivalidades casi deportivas hoy existe odio, resentimiento, lucha de clases, inclusive racismo (tanto al derecho como al revés). Quienes amamos la democracia y la libertad hemos perdido muchas de esas batallas y hemos ganado algunas otras. Pero lo trágico es que estas han sido batallas, no importa si ganadoras o perdedoras, que en última instancia han ido deteriorando a una nación que ya tiene diez año inmerso en un pantano de odio, corrupción y politiquería.

Todo lo importante, todo lo que justifica un contrato social, ha quedado a un lado: la economía, la sociedad, la cultura, el ambiente, la iniciativa privada, las organizaciones de la sociedad civil, todo está en suspenso, en el congelador de la historia, desde hace diez años, mientras el autócrata trata de imponer un fantasioso sistema político al país e insiste en un estilo de mando donde los cambios de nombre de la infraestructura que ya existe, de bandera y de escudo, así como de reformas y enmiendas a la constitución tratan vanamente de reemplazar la actitud creativa, de progreso, que es el deber de un gobernante que merezca el reconocimiento de la nación.

Lo que el autócrata no parece comprender es que esta victoria ha escalado el conflicto, porque lesiona lo más profundo del ser democrático venezolano. Ahora no serán batallas las que los venezolanos amantes de la democracia y de la libertad tendrán que emprender. Ahora tendrá que ser una guerra casi continua, decretada por las absurdas pretensiones continuistas de un hombre que solo es indispensable en la mente y el bolsillo de sus jalabolas (no es verdad, Calixto, Alí, Roy?). Ya está claro por lo sucedido en estos diez años que los venezolanos no vamos a ser otra Cuba, otro Zimbabue. Sin embargo, mientras la guerra decretada por el sátrapa se lleva a cabo en todos los frentes, en Venezuela y en el hemisferio, el progreso de Venezuela como país, como nación, se mantendrá tragicamente detenido. Y todo por la egolatría y ansia de poder de un hombre que insiste en que 8X7 son 52. La historia hablará de este período de nuestra historia como años perdidos, como años de digregación nacional., como años gemelos de los años de la Guerra Federal.

La democracia ganará esta guerra, al final, como resultado de la implosión del contrincante. Pero la nación quedará destruída.

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