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Usar a Perón para protegerse a sí mismo

Ni siquiera la catarsis emocional por llegar 24 años después a una final del Mundial tras eliminar a Holanda en los penales, le puso freno a la catarata de cartas que anoche seguían llegando a la redacción de lectores indignados por la presencia en la celebración del 9 de Julio de Amado Boudou, el vicepresidente procesado por actos de corrupción. Una muestra gratis de un estado de ánimo social, vecino al enojo y la incredulidad, que ni siquiera escapó al propio Gobierno.

Bastó con ver los gestos de los ministros allí presentes, de a ratos cabizbajos, siempre molestos, al escuchar a Boudou recitar con obsecuencia debida alabanzas al matrimonio Kirchner, adjudicándoles una batalla épica contra el poder financiero mundial, sólo admisible en su veleidosa imaginación política. Así se lo vio, en el acto por el 198° aniversario de la Independencia de la Patria, a los gritos, sin pudor por su situación procesal ni por su descrédito rotundo en la sociedad, que le adjudica, según encuestas ya difundidas, el desagradable último lugar entre los políticos con peor imagen.

Uno de los lectores a que hacíamos referencia, definió el bochorno público de ayer en Tucumán con una metáfora certera: “En el lugar donde Francisco Narciso de Laprida leyó el acta de la Independencia, estuvo el vicepresidente de la Nación, procesado por actos de corrupción”.

Inapelable, aunque entendible desde la mirada del poder. Es que la Presidenta, ausente por su reposo médico, tuvo pocas opciones.

Poner en su lugar al radical K Gerardo Zamora, tercero en la línea sucesoria, hubiese sido asumir de hecho que Boudou es lo que es: un cadáver político que debe resolver sus cuentas pendientes con la Justicia, que salpican a la habitante número uno de la Casa Rosada y de Olivos: el juez Lijo detectó entre 2010 y 2012 varios llamados de Alejandro Paul Vandenbroele, el señalado testaferro que Boudou dice “no conocer”, a teléfonos que pertenecen a la intimidad del sector presidencial, uno de ellos la Secretaría de la Presidencia de la Nación. Y no es sólo el caso Ciccone, son declaraciones juradas que abren la sospecha de enriquecimiento ilícito, un auto con papeles truchos para eludir la división de bienes matrimoniales y hasta una denuncia de la diputada Stolbizer en la que sostiene que el vice omitió declarar 27 cuentas bancarias.

Ese hombre procesado (significa que hay al menos “semiplena prueba” de delito en la apropiación de la imprenta Ciccone) se permitió ignorar el 9 de Julio como fecha fundacional de los argentinos para hacer una ramplona propaganda gubernamental.

Y llegó a la temeridad política, o al ridículo personal, al pretender usar la figura de Perón para protegerse a sí mismo. Patético. Quizá por eso la cara de Randazzo al escucharlo fue como un certificado de defunción del Gabinete y del propio peronismo.

No fue original el vice. Días pasados, la Presidenta usó el nombre de Perón para protegerlo.

Ahora lo hizo él. Eligió el Día de la Patria. No le sale una.

(Clarín.com)

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