Opinión Nacional

Esperanza en la crisis

Con toda seguridad habrá más de uno que benévolamente me tilde de ingenua y la cándidez que me asigne le desconcierte. A pesar de tanto pesar, del resultado obtenido en el último referendo, pensamos que en medio de la derrota lo que la oposición obtuvo fue ganancia y que puede haber esperanza en medio de la crisis.

¿Cómo explicarnos entonces que, con todo el dinero que este gobierno tiene para derrochar en cuanta cosa se le ocurra, con la gigantesca propaganda electoral que derramó en todo el país, con la utilización de los empleados públicos bajo amenaza para recaudar votos, con la implementación de todo el tipo posible de Misiones, con la regaladera de dinero a quienes se transporta desde el interior del país para asistir a sus concentraciones, con los productos de la cesta básica envueltos en papel con publicidad revolucionaria, con todo eso, no haya obtenido sino seis millones de votos?
¿Cómo explicarse que haya perdido más de un millón de votos, si comparamos este último proceso, _que puede decirse que fue un plebiscito presidencial_, con las elecciones presidenciales llevada a efecto en diciembre de 2006 donde obtuvo siete millones de votos?
¿Cómo explicarse que en las elecciones de la UCV para la presidencia de la FCU la derrota haya sido demoledora para los estudiantes que apoyan el proceso bolivariano del presidente?
Si Chávez fuera invencible, no se hubiera visto en la necesidad de usar todo tipo de artimañas para obtener esa cantidad de votos, y siendo así y todo, perdió un millón de votos con los que hace dos años sí contaba. ¿Entonces? Los números no mienten. El presidente Chávez sigue perdiendo popularidad, no obstante haber ganado la última consulta, y eso, para la oposición, es logro. Sin ingenuidades.

¿Por qué entonces Chávez no cuenta con un nivel de popularidad como la de los presidentes Lula o Uribe? Ambos mandatarios gozan de cerca de un 90 por ciento de popularidad entre sus conciudadanos y ninguno ha tenido ni los recursos económicos, ni tienen un parlamento que apoya casi en su totalidad sus respectivas gestiones y sin embargo han salido airosos de los problemas que sus países enfrentan, salvando las distancias naturales que nos diferencian. Lula ha sabido lidiar con los sindicatos más difíciles en Brasil y Uribe se ha enfrentado nada menos que a la guerrilla, venciéndola en muchos casos, y ambos pueblos han avalado la gestión de sus gobernantes con su apoyo. ¿Y Chávez? ¿Cómo es que apenas cuente con el 50 por ciento de popularidad si ha tenido todas las ventajas posibles a su favor? Debería cuando menos tener un 75 por ciento de apoyo popular y las cifras nos dejan ver que no es así.

Por otro lado, el hecho de que el país hoy, a grandes rasgos, esté dividido en dos mitades y no en varias porciones electorales como sucedía hace diez años, nos dice que el rechazo hacia la persona del presidente y su gestión es mayor de lo que sucedía en el pasado con otros gobernantes. Ese dato, en este momento, es francamente revelador.

Puede haber aún muchos análisis y reflexiones que hacer. Es viable enmendar faltas cometidas y generar nuevas estrategias, pero lo que indefectiblemente ayudará a la oposición, son los errores que Chávez cometa estos años antes del 2012. Y los comete. ¿Por qué a la sazón cambió su actitud con el grupo La Piedrita y Lina Ron? ¿A qué se debió que mandara a su canciller a reunirse con la comunidad judía? Porque su alianza con grupos extremos generaron el rechazo de muchos que lo acompañan y eso no le traería dividendos. ¿Por qué lució tan desesperado en su último mensaje al cierre de su campaña cuando pidió expresamente al pueblo que votara por él y no lo abandonara? Porque conocía el riesgo que corría.

Las cosas caen por su propio peso. Si en estos dos últimos años pasados Chávez perdió más de un millón de votos, nada nos dice que no pueda repetirse esta historia nuevamente. Por lo pronto, la oposición tendrá tiempo de armar una campaña que convenza con hechos materiales, producto de la gestión de sus gobernadores y alcaldes, para demostrar que, a pesar del grotesco ventajismo del gobierno, la esperanza en medio de la crisis es posible y los resultados de su labor vencerán el miedo.

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