Opinión Nacional

Los enemigos del Gobierno

El hecho de que el poder se imponga en una votación no da legitimidad a un referéndum anticonstitucional, con una pregunta inválida y un proceso electoral brutal, lleno de abusos y de coacción. No lo olvidemos. La campaña electoral fue una vergüenza inaceptable en cualquier país democrático; pero el día de la votación fue digno y esperanzador.

No hay que minimizar el triunfo de Chávez, pero tampoco exagerarlo: si 600.000 votos del “Sí” se pasan al “No”, triunfa este último, y el gobierno sabe que, sin amenaza ni abuso desde el Estado, más del doble de esos votantes no son suyos; por eso recurrió al miedo y a la coacción.

La hazaña de los estudiantes sin más recursos que la razón, los principios y la esperanza, motivó a medio país demostrando que el poder y la imposición fracasan cuando se enfrentan al espíritu y a la dignidad. No todo se compra ni se vende. Fueron más de cinco millones y mañana serán diez, si los demócratas de diversos colores hacen su trabajo digno y creíble. Hay muchos opositores (organizaciones y personas) que no cumplieron con su responsabilidad democrática.

Chávez es un fenómeno electoral que combina una fuerte conexión emocional con la gente necesitada de esperanza y el reparto clientelar de la abundancia petrolera, con un abuso del poder sin escrúpulos democráticos. Si la mitad del talento, trabajo y recursos que pone para ganar elecciones los pusiera para gobernar bien, Chávez sería imbatible. Ha demostrado una vez más que sabe enfrentar dificultades, trabajar incansablemente para remontar obstáculos y aferrarse al poder, pero no sabe gobernar y menos aún escoger bien a sus colaboradores.

El clamor nacional por un buen gobierno sube de tono a medida que las promesas se gastan y la baja de los precios petroleros acelera el malestar cotidiano. Chávez necesita aprobar el examen de buen gobierno, que nunca logró pasar. Su reelección en 2012 necesita cuatro años previos de buen gobierno, novedoso y audaz.

El gobierno busca enemigos fuera cuando resulta que los tiene dentro. No están en el Imperio, ni en la oposición, sino en sus propios vicios. Mencionemos algunos de esos enemigos.

– Corrupción e ineficiencia. Son dos enemigos terribles, sobre todo ahora cuando hay que hacer más y mejor con la tercera parte de los recursos petroleros, gran parte de ellos ya comprometidos dentro y fuera del país.

-Adulación y servilismo en ministros y altos colaboradores, que con su adulancia tratan de lograr la bendición para permanecer “donde haiga”, a pesar de sabotear al Gobierno con su incapacidad y robo.

– Descalificación y exclusión. Excluir a medio país y tratarlo como enemigo, dividir a los venezolanos entre patriotas y traidores apátridas, agredirlos, insultarlos y criminalizarlos, es propio de autócratas. Alimenta el fanatismo de unos, pero la mayoría de los venezolanos se hartó, pues quiere paz y sabe que divididos no lograremos un futuro con prosperidad y oportunidades para todos.

– Falta de diálogo productivo. El gobierno se niega a un verdadero diálogo productivo, es decir ser capaz de trabajar con los distintos para producir resultados eficaces. La terrible inseguridad y violencia, la mala calidad educativa, los palos de ciego en la escasa producción agrícola e industrial del país, el sistema de salud, la falta de vivienda… esperan desesperadamente respuestas, que no son posibles sin diálogo y concertación. En el gobierno, y fuera de él, hay muchos y muy capaces que quieren colaborar por encima de las diferencias.

Convertir a los no sumisos e incondicionales en enemigos apátridas y criminalizar el pluralismo político, son cosas de dictadores, y se vuelven contra el gobierno cuando el país quiere paz, pluralismo e inclusión.

– Fracasados modelos y juntas internacionales. Enemiga del gobierno es su política internacional, no por lo que denuncia (la mayoría de las veces con razón), sino por aferrarse a modelos politicoeconómicos estatistas, fracasados y sin futuro, con amigos como Cuba, Zimbabue, Corea e Irán.

Para enfrentar la crisis en Venezuela necesitamos buen gobierno con reconciliación y novedosa producción de alternativas a fracasos evidentes, con menos ideología y más inversión plural de recursos y de talentos creativos. Es lo que deseamos, aunque no es fácil esperar que el Presidente venezolano cambie.

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