Opinión Nacional

El totalitarismo y los artistas

El régimen totalitario de cualquier signo camina, indefectiblemente, al encuentro con su destino represivo. El derechista no usa caretas. No va a cocteles ni gusta figurar en las páginas sociales. Prohíbe, incauta e incinera diarios, revistas y libros; clausura teatros y cualquier centro de tertulias donde las opiniones le sean adversas; ilegaliza la actividad política contraria a la suya. Encarcela a quien traspone la línea donde comienza lo que a él se le antoja desestabilizador y golpista. Las penas son impuestas por el Jefe de la Policía Política y confirmadas por el hegemón. El mamut no conoce de exquisiteces. Rompe la cristalería y continúa destruyendo cuanto se interpone en su camino, en consonancia con la fuerza bruta que encarna. Es auténtico.

El social-comunista aparenta ser en extremo delicado. Está presente en exposiciones pictóricas, presentación de libros, el teatro, no se pierden un concierto y menos un ágape para alternar con intelectuales y mecenas. Su estilo es totalmente diferente. Diseña políticas para domeñar a quienes no sucumben ante la presión psicológica y el halago crematístico, para que comprometan su independencia; el boicot a todo acto donde persona u obra, sea un referente de la disidencia; la suspensión de subsidios que otorga el Estado y el acoso, hasta el suicidio, mediante campañas de desprestigio pautadas por los comisarios de cultura. Sindica como lacayos del imperialismo, agentes de la CIA y, por supuesto, traidores a la patria a todos cuantos se resisten a la autocracia. Igual que la derecha, rompe la cristalería parapetándose tras el hecho cultural y usándolo como fundamento de sus propósitos totalitarios. Es el mismo Mamut, con verbo florido.

Entre la multitud formada por los presos políticos en tiempos de Pérez Jiménez estuvieron destacadas figuras del mundo de la música, como fueron: Antonio Lauro, Moisés Moleiro (padre) y Guillermo Castillo Bustamante. Nadie tuvo la impertinencia de conminar al Maestro Vicente Emilio Sojo, a que hiciera un pronunciamiento público en contra del atropello dictatorial. De eso se ocuparon los comandos clandestinos, en los periódicos “Resistencia” y “Tribuna Popular”. Lo contrario hubiera significado que maestro Sojo lo metieran en un calabozo en un calabozo y, lo más grave, que trancaran las puertas de la Escuela Superior de Música por él dirigida, condenando a la orfandad a muchos jóvenes talentosos que allí se formaban. Eso si, en 1957 Vicente Emilio Sojo adhirió el manifiesto firmado por los intelectuales denunciando las atrocidades y trapacerías del régimen. Se buscaba la salida y la puerta se abrió.

Entonces, ¿a qué viene eso de conminar al maestro José Antonio Abreu para que se manifieste, fijando una posición de pelea contra el régimen totalitario social-comunista ante el hecho deleznable de impedir la actuación de la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho en la presentación de la obra teatral “El Violinista sobre el tejado”? Y, además, se le exige que explique por qué acudió a un “Aló Presidente” en el cual el hegemón reconoció su meritoria labor. ¿Acaso ignoran los fundamentalistas que el totalitarismo social-comunista gusta darse “baños culturales”, haciéndose fotografiar con artistas de renombre?.

Flaco servicio le hacen al hecho cultural quienes así actúan, porque si José Antonio Abreu antepone su dignidad a los intereses colectivos de cientos de miles de jóvenes incorporados y por ser incorporados a la disciplina que impone llegar a interpretar los símbolos que se escriben en el pentagrama, el egoísmo lo conduciría a la fosa de los abominables. El concepto formativo integral del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles Simón Bolívar se derrumbaría al ser colocada su dirección en manos de agentes políticos ¿cubanos? ¿Es eso lo que se persigue?

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