Opinión Nacional

Nos unimos o nos hundimos

Llamemos las cosas por su nombre. Esto no es ningún capitalismo de Estado, es simplemente un comunismo y punto. Y debemos decir venezolanos siempre, comunistas nunca.

Las últimas decisiones tomadas por el gobierno, o mejor dicho por el teniente coronel, confirman claramente hacia donde nos llevan. Desde hace varios años muchos hemos creído que el rumbo de esta llamada revolución “bonita”, “pacífica” y “bolivariana” y el denominado socialismo del siglo XXI, no es más que un eufemismo de lo que realmente se quiere implantar en el país. Y eso no es otra cosa que un comunismo, con variantes o sin ellas, de lo que existió en la URSS o de lo que existe en Cuba, pero comunismo al fin. Es decir pérdida de las libertades individuales, restricción de la libertad de información y opinión y de la propiedad privada, control de los medios de producción, intervención del Estado en todos los ámbitos de la vida nacional, educación ideologizada, control total o estatización de la banca, el comercio y demás actividades de bienes y servicios, militarización de las instituciones públicas, un solo partido, eliminación de la autonomía e independencia de los poderes, de sindicatos y gremios y unas fuerzas armadas constituidas en brazo armado del partido de gobierno, entre otras cosas. Otros en cambio siempre han creído que no es así. Que esto es simplemente un gobierno muy malo, una repetición de los males de la IV, más de lo mismo, un capitalismo más salvaje o un capitalismo de Estado, un gobierno de extrema derecha, un fascismo, una dictadura, en fin algo malo, muy malo, pero jamás han creído que esto nos conduzca a un comunismo marxista, leninista o estalinista. Pero siempre han sido cuidadosos de llamar a este régimen por su verdadero nombre. Unos por una razón y otros por otra, pero a fin de cuentas han creado una matriz de opinión confusa en muchos sectores de la población. “Yo no lo creo”, ha sido una expresión común ante lo que está pasando.

Claro que no ha habido fusilamientos, al menos por ahora, y que hemos tenido un carnaval de elecciones y la mayoría de las actuaciones del gobierno han sido “ajustadas” a derecho o “convalidadas” con la modificación de una ley o un reglamento o la aquiescencia de los tribunales de la república. Un TSJ y una AN servil al teniente coronel felón. Una contraloría, fiscalía y defensoría al servicio de la revolución. Un órgano electoral supeditado al ejecutivo. Y todo en nombre del soberano y para beneficio del pueblo. Si algo pone trabas a un deseo del líder del proceso, hay que eliminar la traba y allanar el camino. Hemos visto como el primer magistrado, en sus alocuciones públicas, cotidianas, interminables, abusivas, envía a sus seguidores los mensajes correspondientes. Desde el comienzo, el propio 4 de febrero de 1999, cuando conmemoraba por primera vez su violación a la constitución con un golpe de Estado fracasado, y en presencia de todos los poderes públicos entre ellos la presencia del la para entonces presidenta de la Corte Suprema de Justicia, incitaba a delinquir por hambre. Y desde esa tribuna ha propiciado (ordenado) invadir apartamentos y fincas y medios de producción. Atacar medios de comunicación social. Ha exaltado a guerrilleros, terroristas y narcotraficantes. Ha apoyado a gobiernos totalitarios y a dictaduras comunistas. Ha considerado credencial de mérito para formar parte de su gobierno actuaciones reñidas con la ley. Gente con prontuarios policiales, ex guerrilleros, ex asaltantes de bancos y secuestradores, asesinos de policías y guardias nacionales han ocupado cargos de relevante importancia. La revolución lava todo.

Ante este panorama y viendo la profundización del proceso después de su victoria electoral del pasado 15F, parece que la cosa se pone bien clara, clarita. Quien no quiera ver es porque no le da la gana. Es o se hace el sordo y el ciego. Ya se le sugiere al empresario que se resiste a entregar su propiedad a que se “rinda”. Se ordena la toma militar de empresas, hatos, fundos y viviendas. Se impide el ejercicio de gobierno a autoridades legítimas y democráticamente elegidas. No más contratos colectivos. Descalificación a los líderes sindicales. Regulado y acaparado por el propio gobierno los productos básicos como el arroz, el azúcar, la harina precocida, la leche, la carne y hasta las arepas. Ya se ordena qué sembrar, dónde y cuándo hacerlo. Definitivamente no hay diálogo, bueno nunca lo ha habido. “Lo hago porque me da la gana, porque yo lo digo”. Se queman las reservas monetarias. Se amenaza, y no solo de palabras, a todo el que ose opinar de forma contraria al régimen. A los bancos. Ahora con el sistema educativo. Luego con el sistema de salud. Y pronto será con el sistema de distribución de alimentos. Y el transporte. Y bueno todo, absolutamente todo. ¿Capitalismo de Estado? ¿Socialismo del siglo XXI? No, comunismo. Así de simple.

Es hora de unirnos, de dejar a un lado las sensibilidades eufemísticas. Hay que unirnos para combatir al comunismo, como se ha hecho antes, siempre y como se debe hacer ahora. La constitución vigente señala claramente el camino. O lo hacemos desde ya, o dentro de poco no habrá tiempo, ni tampoco país. O nos unimos de verdad, corriendo los riesgos que haya que correr, o nos hundimos. La URSS duró 70 años, Cuba lleva ya 50 ¿cuanto aguantaremos nosotros?

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