Opinión Nacional

A todos los Granier y Cisneros

En noviembre del 2006 asistí a un Foro en el auditorio del Colegio de Abogados de Barquisimeto, entre cuyos panelistas estaban el célebre ejecutivo de Radio Caracas Televisión y Rafael Alfonzo, el empresario de la también célebre Maizina, a quienes dirigí unas palabras (ambos lo recordarán), frente a un centenar de asistentes, palabras que hoy quiero compartir con una audiencia mayor, pues mantienen su vigencia.

Uno de los temas principales del foro era el referido a la propiedad privada y las amenazas provenientes de invasiones por parte de grupos de mercenarios rojos rojitos, con mayor o menor apoyo de instituciones del gobierno y funcionarios policiales o militares. Alfonzo citó presuntas encuestas a nivel nacional, en las cuales las más absolutas mayorías (porcentajes cercanos al cien) aparecían como muy respetuosas de la propiedad ajena, y opuestas a cualquier forma de ocupación ilegal de viviendas, empresas, terrenos, locales, equipos y fincas.

En mi intervención comencé por señalar mi condición de educador universitario, con un respeto casi obsesivo por el buen uso de nuestro idioma, lo que me impide no sólo tolerar los errores ortográficos, el uso indebido de las palabras y las malas construcciones de frases y párrafos, sino aceptar las expresiones que deforman la realidad, exagerándola o minimizándola, utilizando la hipérbole, el diminutivo y el melodrama gramatical, cuando no corresponden, para maquillar las situaciones y fenómenos que se describen, en vano afán de moldear la realidad a nuestro gusto.

Había una evidente contradicción entre ese porcentaje que reflejaban las encuestas citadas, de alrededor de 99 % de los encuestados, supuestamente reflejo de la totalidad del país, manifestándose a favor del mayor respeto hacia la propiedad privada, y las constantes invasiones a diversos tipos de propiedad particular, conjuntos de propiedad horizontal, viviendas unifamiliares, empresas y fincas en plena producción. En todos los casos, grupos de hasta varias docenas de personas ocupaban sus objetivos con falaces argumentos que esgrimían presuntas reivindicaciones sociales (falta de vivienda o sitios de trabajo), siempre convenientemente identificados con el gobierno (bandera tricolor y afiche con la foto del militar) e insólitamente respaldados por funcionarios policiales, del ejército o la GN y, en ocasiones, algún representante de una entidad gubernamental dispuesto a dar una pátina oficial al atropello.

Obviamente, para que las referidas encuestas tuvieran credibilidad se requería demostrar que las turbas que ejecutaban las invasiones y los funcionarios que les daban apoyo hubiesen sido importados de otros países o fuesen de algún otro planeta. Reclamé que produjeran resultados de presuntas encuestas, maquillados para servir al propósito de evadir la realidad, con fines probablemente electoreros (a comienzos de diciembre ocurriría la elección presidencial, con Manuel Rosales candidato de la Oposición).

Le señalé a los panelistas visitantes, Granier y Alfonzo, que lamentablemente era una realidad innegable la existencia en Venezuela de cientos de miles dispuestos a seguir el engañoso discurso del carismático y falso redentor de masas, que interpreta lo social, lo económico y lo político mediante el mecanismo de ganar-ganar, ya que le conviene cultivar el resentimiento latente en los más desposeídos, proclives a cambiarse de bando por razones estrictamente utilitarias (antes sostuvieron a AD y a COPEI), lo cual se traduce en respaldo electoral que lo atornilla en el gobierno, mientras su demagógico discurso complace la sencilla conciencia de quienes prefieren que toda la responsabilidad respecto de la pobreza y las fallas recaiga sobre “la oligarquía, la clase media pitiyanqui y el imperio”.

En la visión politiquera marxistoide, los más pobres y los marginales, esos que la teoría clasifica como lumpen, son absolutas víctimas de un entorno que premeditada y sistemáticamente los aparta a la hora de repartir el dinero que surge de la nada, sin el concurso del Trabajo y el Esfuerzo individual y colectivo, les cierra las puertas en las escuelas, liceos y universidades, les niega asistencia en hospitales y ambulatorios, los rechaza en cualquier posible empleo y llega al extremo de diseñar sutiles y muy efectivos mecanismos que impidan el acceso de los humildes a las manifestaciones culturales. Esa total discriminación, vigente según el Corán chavista desde tiempos de la colonia hasta 1999, es más intensa aun cuando el desposeído no muestra pedigrí racial, lo cual perjudicaba -“hasta que llegó el teniente coronel y mandó a parar”- a la mayoría mestiza, en beneficio de una élite “catirita y de ojos azules”.

Para que un discurso tan mediocre, melodramático y ramplón tenga seguidores y conduzca al respaldo electoral de una porción importante de la población de un país, se requieren dos elementos primordiales; Uno, que sea muy elevada la proporción de pobres y marginales en esa nación (en los países desarrollados, donde los pobres constituyen minoría, la economía marcha con el esfuerzo de todos y sus frutos revierten en buenos servicios, sólo llegan al gobierno los políticos que proponen mejoras a la economía y aumento de la protección social, sin sacrificar los derechos que la Democracia moderna establece para todos los que contribuyan con su esfuerzo y cumplan sus deberes). Dos, que sea muy escasa o nula la condición ciudadana de cada individuo que, por ello mismo, se pueda sentir atraído hacia un discurso tan elemental que sólo ofrezca vengativa redención, repartir a partes iguales sin considerar capacidad y esfuerzo invertidos en la producción de bienes y riquezas, y la modificación de la Constitución y demás leyes para permitir al caudillo con el cual se identifican las masas, que gobierne imponiendo sus arbitrariedades y folklóricas ocurrencias del momento.

Que la pobreza se haya mantenido como mayoritaria en una nación con recursos y territorio suficientes como para haberla erradicado hace mucho tiempo, deriva de la mala conducción gubernamental y la permanente corrupción administrativa que privó desde que somos República (se entiende que en la época colonial la economía beneficiase ante todo a la metrópoli européa y a las castas locales encargadas de administrar para la monarquía dominante, pero eso fue precisamente lo que motivó el proceso independista, ofreciendo superar esas lacras en beneficio de una cúpula, cuando en la realidad lo que verdaderamente cambió fueron los específicos individuos que iban a conformar las cúpulas que han detentado el poder durante los siglos 19, 20 y lo que va del 21). Corresponde a quienes incumplieron sus compromisos de mayor justicia social, mayor prosperidad económica y mayor participación política, la responsabilidad por mantener a la mayoría en condición de insuficiencia integral.

Aunque es justo reconocer que a partir de la muerte de Gómez se fueron dando tímidos y graduales pasos hacia la Democratización, desde la transición a cargo de López Contreras y Medina Angarita con la autorización al funcionamiento de los Partidos, Elecciones Directas y la incorporación de Mujeres y Analfabetos al Ejercicio del Voto, durante el trienio adeco-militar del 45 al 48, y desde entonces la definitiva transformación del país Rural y Agrario que fuimos en país Urbano, con creciente Infraestructura en materia Comunicacional (la mejor y más extensa red de carreteras y autopistas de Latinoamérica, Radio, Teléfonos, TV), de Vivienda, Hospitalaria, con cierta Industrialización en principio limitada al ensamblaje, y sobre todo Educativa, con la masificación que llevó escuelas y liceos a grandes espacios y poblaciones, reduciendo el analfabetismo y generando profesionales y técnicos en cantidades satisfactorias, provenientes de toda clase de hogares, incluso de los más humildes, estimulando el ascenso social y el crecimiento de la clase media.

Pero la falla en la producción de ciudadanía, factor esencial para que la Democracia crezca y se fortalezca, no dependió exclusivamente de los gobiernos, que también fueron negligentes en ese campo, puesto que además del anémico barniz que dejaba la escolaridad en los educandos, a todos los niveles, por poner el énfasis en la parte utilitaria, el más puro academicismo, dejaron de inculcar principios e información vinculada con el ejercicio de la Ciudadanía, otras fuentes que tenían obligación de contribuir en la formación de venezolanos responsables para con el país y la sociedad. Y una de esas fuentes es el conjunto de medios de comunicación, que a la par de informar y entretener, tienen el deber de coadyuvar a sembrar en las mentes el respeto por la nación y sus leyes, el conocimiento de lo que ha ocurrido en la Historia del planeta, para emular los buenos ejemplos y evitar las malas acciones.

Allí es donde debemos reclamar a los Granier (aludimos a todos los que manejan los medios, circunstancialmente a él me dirigí en el foro a raíz del cual elaboro este artículo de Opinión, pero hay muchos responsables, algunos peores, los Cisneros por ejemplo), el marcado desbalance entre información y formación, la confusión entre entretenimiento y chabacanería, la sustitución de los principios ciudadanos por el culto al rating. Centrándonos en el período 1958-1998, de haber sido distinta la programación en Radio, TV y Prensa escrita, con menos violencia, sexo y mercantilismo, tendríamos hoy menos seguidores de espejismos, menos repetidores del obtuso slogan “Socialismo, Patria o Muerte”, menos aplaudidores de charlatanerías, menos desesperados dispuestos a vender su participación en una marcha o su voto, a cambio de una dádiva oficial ó una simple promesa, en muchos casos reiterada a lo largo de estos diez lastimosos años.

Si hubieran dedicado menos tiempo a mostrar nalgas, tetas, tiroteos de esos en los que las armas no se recargan, choques múltiples con docenas de vehículos volando truculentamente por los aires, recreación de crímenes, diversas formas de prostitución, consumo de drogas, y publicidad sin limitaciones éticas o de tiempo, hubieran podido ilustrar sobre todos los precedentes de la engañosa oferta chavista del paraíso terrenal, en la URSS estalinista, en la Alemania nazi, en la Italia fascista, en la Cambodia de Pol Pot, en la Cuba de Fidel, o capacitar en el dominio de la carta magna para que reconozcan cuando la violan mediante una Reforma o una Enmienda, en lugar de andar ahora contra reloj tratando de abrirles los ojos a quienes ellos mismos se los mantuvieron cerrados a esas verdades, con tal de que se mantuvieran fieles como audiencia y como clientela de sus patrocinadores.

De haber reservado algunos espacios a la promoción de valores ciudadanos y genuino patriotismo, no existirían turbas ni patrioterismo, no serían muchos los fanáticos seguidores del discurso de repartir sin producir, ni los dispuestos a rendirle culto a un ignorante lleno de defectos y ambición desmedida, que criminaliza a quienes se oponen al pensamiento único y ordena invadir sus propiedades, irrespetar sus derechos y amenazar su integridad. Qué ironía, si en vez de tanta Iris Chacón y Terminator, hubieran producido más versiones de obras clásicas de la Literatura local e internacional, no tendríamos ahora la preocupación de ver multitudes prácticamente gritando, (para parodiar el lema de El Mundo), que “prefieren una esclavitud tranquila a una Libertad peligrosa”. ¡ Uh, Ah, pónganse a pensar !!

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