Soliloquio de un gorila en ciernes
“…Es cierto, no tengo ideas, pero siempre he creído que éstas se pueden reemplazar por fusiles; mi verbo es antológicamente pobre pero qué importa, yo no soy político, soy hombre de tropa y aprendí que las órdenes son más útiles que las palabras; eso de razonar es algo difícil, me resulta mucho más fácil ofender; si la política tiene algún arte diría que es la provocación; admito que me escondí durante el golpe de abril y algunos compañeros me llaman cobarde, no voy a discutirlo, pero reconozcan que soy bueno en meter miedo; me molesta esa campañita de que las calles son peligrosas, al que no le guste la inseguridad que se vaya del país; en verdad no recuerdo el origen de mi resentimiento, pero me ha servido y bastante; se ha corrido el rumor de que ahora soy millonario, una leyenda urbana, que busquen en los registros y no encontrarán nada a mi nombre; millardos de dólares en importaciones ficticias, en comida podrida no significan nada, mucho más importante es ponerle el guante a los de Primero Justicia por esas contribuciones de 2 mil bolívares; sinceramente, los marxistas siempre me han merecido poco respeto, pero dejémoslos, son muy útiles; no me gustan los cubanos, pero son los que mandan y mientras tanto tengo que bajar la cerviz ante sus órdenes; tampoco me gusta el designado, pero por ahora es mejor tocar de oído; no me preocupa que en la asamblea no tengamos la mayoría calificada, nos sobra el billete para comprar a los pusilánimes; por sobre todas las cosas, nada me causa más irritación que tener que calarme los discursos de María Corina, pero juro rodilla en tierra que no descansaré hasta convertir el palacio legislativo en un cuartel…”