Del Reichstag al Caracazo
Hace apenas unos días el oficialismo celebró como si fuera una efemérides, el vigésimo aniversario
de la ola de saqueos, desórdenes y represión militar que causaron 267 muertes, centenares de heridos muchos de ellos discapacitados de por vida, y miles de millones de bolívares en pérdidas
materiales en la ciudad de Caracas. Esos lamentables sucesos que Chávez se empeñó siempre en presentar como una gesta gloriosa, ahora se le aparecen como una pesadilla o un fantasma que le roba el sueño, suponiendo que alguna vez duerma. Si el gobierno chavista no fuese en sí mismo un contrasentido, nadie podría entender por qué si hasta el año pasado Chávez decía que el Caracazo fue el primer paso hacia la revolución bolivariana, ahora lo denuncia como una acción de la burguesía que se revertirá contra ella. “Pónganse a rezar burgueses”, ha advertido. Pero ¿quiénes son los burgueses? Todos quienes rechazamos el proyecto militarista y nacional-socialista que tiene un solo patrón, y una sola voz de mando: Hugo Chávez.
¿Hay condiciones para temer una repetición de los trágicos sucesos del 27 y 28 de febrero de 1989 conocidos como el Caracazo? Las hay y mucho peores. Aquella locura colectiva fue desatada por un irrisorio incremento en el precio de la gasolina que se tradujo en un aumento sorpresivo de los pasajes de autobuses y otros colectivos en la ciudad dormitorio de Guarenas. Ahora, veinte años después, a la inflación que es la más elevada del continente americano se suman la escasez de alimentos básicos, la violencia y la delincuencia que acaban diariamente con las vidas de decenas de venezolanos de los sectores más pobres, los atropellos contra la voluntad popular queeligió a gobernadores y alcaldes no arrastrados a los pies del mandamás, la burla a los compromisos asumidos con los trabajadores de empresas públicas a quienes el presidente ofende, descalifica y amenaza, la confiscación de fundos y empresas productoras de alimentos repudiada por los miles de
empleados y obreros que laboran en ellas y el discurso presidencial que crispa, enardece y es una constante incitación al odio y la violencia. Todo esto cocinándose en una gigantesca olla de presión que parece a punto de estallar. Y sin embargo no estalla. ¿Por qué?
Trataremos de encontrar una respuesta en la historia no tan lejana. Con frecuencia se acude a la figura de Adolf Hitler para ejemplificar a gobernantes que acceden al poder por medios democráticos y luego se transforman en tiranos. ¿Cómo lo hizo Hitler? Con el incendio del Reichstag. Si analizamos las consecuencias inmediatas de ese plan macabro ejecutado por nacional-socialismo alemán, con precisión milimétrica, veremos que tiene muchas similitudes con las acciones bastante chambonas delnacional-socialismo chavista. El 30 de enero de 1933 Adolf Hitler asumió el cargo de Canciller para el que fue electo democráticamente en abril del año anterior, pero su partido logró apenas la mayoría simple en el parlamento o Reichstag. Presionó entonces al anciano presidente Mariscal Von Hindenburg para que lo disolviera y convocara nuevas elecciones parlamentarias el 5 de
marzo (Chávez utilizó a la sumisa Corte Suprema de Justicia en 1999 para convocar una Asamblea Constituyente a su medida y eliminar al Congreso electo en 1998) Pero en la noche del 27 de febrero -que coincidencia- se produce un incendio que destruyó en su casi totalidad la sede del Reichstag
en Berlín. Los nazis acusaron al partido comunista de causar el incendio para luego promover una insurrección (una especie de Caracazo alemán, es decir Berlinazo) y Hitler convenció al octogenario y decorativo presidente Von Hindenburg (similar en su patética entrega a la Asamblea Nacional y al
Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela) para que firmara un decreto que le llevaron redactado Goering y otros jerarcas nazis (equivalentes a Carlos Escarrá y otros lacayos abogadiles de Miraflores)
El decreto tenía seis artículos. El primero suspendía las libertades de expresión, prensa, individual, de asociación, de reunión y el secreto en las comunicaciones (léase reforma de la ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, de la ley de Ejercicio del Periodismo y revisión de la situación de las
compañías cableras que operan en Venezuela, por la Asamblea Nacional en 2009) Los artículos 2º y 3º le otorgaban al gobierno del Reich todas las facultades de los estados federales “en cuanto a la custodia de la seguridad pública”, con lo cual quedaban prácticamente eliminadas las autonomías locales garantizadas por la constitución de Weimar (igual a la reforma de la Ley de Descentralización por la Asamblea Nacional y al despojo que se hace a los gobernadores, de los puertos, aeropuertos, hospitales, policías, etcétera, violentando la Constitución de 1999) Los artículos 4º y 5º establecían penas mayores que las contempladas por el Código Penalincluyendo la pena de muerte, para quienes causaran daños públicos o se opusieran a las autoridades del Reich (aquí sin ley que haga falta, los comisarios Iván Simonovis, Lázaro Forero, Henry Vivas y ocho policías metropolitanos, además del banquero Eligio Cedeño, han sido condenados a cadena perpetua) El artículo 6º determinaba que el decreto entraba en vigencia el mismo día de su publicación es decir el 28 de febrero de 1933 (en Venezuela las leyes las dicta Chávez y entran en vigencia tan pronto las
anuncia en Aló Presidente) El 23 de marzo de 1933 el gobierno nacional-socialista alemán dictó una
Ermächtigungsgesetz que autorizaba al canciller Adolfo Hitler y a su gabinete para dictar leyes sin la aprobación del Parlamento (en Venezuela el que manda no se llama canciller y esa ley de nombre alemán impronunciable se traduce como Habilitante, pero ambos parecen clonados)
A pesar de las coincidencias tenemos que concluir que Chávez ha resultado más avispado que su inspirador germano. Mientras Hitler tuvo que incendiar el Reichstag para convertirse en dueño absoluto de Alemania y de casi toda Europa, el Führer venezolano no ha tenido que encender ni una fogata para erigirse en el cacique, amo y señor de Venezuela. Un eventual Caracazo provocado por sus propias bandas armadas podría servirle para acelerar su conversión en dictador sin careta, en caso de necesidad. ¿Pero si es de verdad el pueblo el que se alza? Es difícil predecir si la repetición de historia del nacional-socialismo alemán terminará como tragedia o como comedia en el caso del nacional-socialismo chavista.