Opinión Nacional

Frente al destino

“Había allí una gran piara de puercos que pacían en el monte; y le suplicaron que les permitiera entrar en ellos; y se lo permitió. Salieron los demonios de aquel hombre y entraron en los puercos; y la piara se arrojó al lago de lo alto del precipicio, y se ahogó”.

Lucas, 8, 32

1.- La Venezuela democrática tiene un arduo y muy tortuoso camino por recorrer. Esta compelida por las circunstancias y obligada por la historia a derrotar el peor escollo que haya podido encontrar en su camino hacia la modernidad y el progreso desde la muerte de Juan Vicente Gómez. La reunión de sus factores más oscuros, retrasados y reaccionarios, agrupados en torno a un caudillo ambicioso más allá de toda medida, inescrupuloso, voraz y mentalmente desencajado como para estar decidido a usar todas las armas que les sean permitidas para acabar de raíz con la convivencia democrática e imponer un régimen personalista, militarista, dictatorial y despótico. Es el tirano populista, el demagogo charlatán y fabulador salido del fondo de nuestras taras, como en Venezuela no se le conociera desde los tiempos de Cipriano Castro. Un niño de pecho en comparación con el íncubo que nos martiriza.

Como en casos semejantes, la gravedad del mal se acentúa por la complicidad, la ceguera, la inmoralidad y la estulticia de un importante sector de la sociedad venezolana, que por uno u otro motivo aún le respalda y le sigue. Frente al cual – y hablamos de un buen tercio de ciudadanos – no caben justificaciones de buena voluntad. Respaldar a quien ha corrompido las bases de la nacionalidad, ha traicionado la soberanía y ha hundido las bases materiales y espirituales de nuestra sociedad supone un aterrador grado de inconsciencia, de incultura y de ignorancia. Sin hablar de maldad, que la aterradora cifra de homicidios habidas en nuestro país desde que Hugo Chávez llegara al Poder y la manera con que se ceba contra sus adversarios – que a todos los quisiera encarcelados y desprovistos de derechos – constituye un signo de sus tiempos. Hablamos de un lastre que permite el despliegue ominoso de la impudicia y la iniquidad. Y que pesará sobre los hombros del futuro, como ya lo hace sobre los del presente.

Pesa sobre la conciencia moral del país democrático haber cobijado durante medio siglo un lastre de tamaña envergadura. Asombra la tenacidad y la persistencia de un respaldo que sólo es posible mediante la ceguera ante los abusos, la complicidad ante el descaro, el silencio ante la aterradora corrupción de que ha hecho gala este régimen. Y mayor asombro causa oír la mentira sistemática de quien ha corrompido y humillado para imponer su poder, cosechando el aplauso de sus seguidores. Tan ciegos y sordos ante la maldad como el rebaño de cerdos que en el trágico pasaje bíblico saltan a los abismos poseídos por los demonios.

Provoca recordar a Boves, el asturiano. Y avergonzarse ante un hecho que la historia suele pasar por alto: las mismas mesnadas que en nombre del Rey saquearon bajo sus órdenes siguieron saqueando bajo las órdenes de Páez al servicio de Bolívar. Ya entonces, la idea de conquistar la república pareció más importante que la consideración moral acerca de los medios puestos en acción para obtenerla. Así se tratara de una guerra a muerte, fratricida y brutal. Más importaron la lanza y el botín que los ideales, apenas entrevistos por los pocos guerreros que decidieron apoderarse del Poder.

Seguimos pagando el precio.

2.- Hugo Chávez no está dispuesto a aceptar y someterse a las reglas del juego democrático. Es un dictador. Que adolece, además, de una irrecuperable sociopatía: la de un narcisismo y una megalomanía desenfrenados. El socialismo del siglo XXI – una trasnochada entelequia sin pies ni cabeza – no es más que la coartada ideológica para encubrir esos delirios de poder: entronizarse en el mando político y apoderarse dela Nación tanto como se lo permita su biología y se lo toleren los ciudadanos, rebajados a súbditos. Es el disfraz que le permite a sus mesnadas revolucionarias – siempre bajo ese concepto espurio y acomodaticio de una revolución sin moral ni escrúpulos – apoderarse de la cosa pública como las hordas de Boves y de Páez se hacían del botín con que se les recompensaba por el favor a la causa. Las tierras con que entonces se recompensara a los generales son hoy gigantescas cuentas en dólares depositadas en bancos extranjeros a cubierto de ojos indiscretos. Los boliburgueses de hoy son los generales de antaño. Como diría el Eclesiastés: nada nuevo bajo el sol. Árbol que nace torcido…

Durante cuarenta años esa Venezuela del sable y del machete, la de las lanzas coloradas de Uslar Pietri y las mesnadas delirantes tras sueños de imposible redención, pudo ser encauzada por las instituciones puestas en pie por la inteligencia de una generación responsable de la modernidad y el progreso de nuestro país, a la cabeza de la cual Rómulo Betancourt, el único estadista de la modernidad venezolana. Obra incompleta en muchos sentidos. Los cabos sueltos de la democracia fundada el 23 de enero y enterrada cuando el teniente coronel asalta electoralmente el mando dela Nación permitieron la cesión de la república, llave en manos, a un déspota irresponsable. No haber soldado la fractura entrela Venezuela del futuro desarrollada en brazos del petróleo y la rémora del pasado anclado en el caudillismo militarista se ha pagado con la grave crisis que vivimos. No haber sabido institucionalizar a las fuerzas armadas y mantenerlas como nido de apetencias, componendas y ambiciones terminó convirtiéndolas en un reservorio de intrigas y amenazas.

Sobre esas bases se ha desarrollado el cáncer generalizado que hoy sufrimos: una sociedad fracturada entre barbarie y modernidad, unas fuerzas armadas desencajadas y carentes del apresto operativo necesario para cumplir sus funciones de alta soberanía, preñadas de ambiciones de poder y deslealtad institucional y unos partidos incapaces de elevarse a la altura de las exigencias de la modernidad. El resultado es la Venezuela de la descomposición, la gangrena y el estupro entregada a manos de una pandilla de facinerosos. Que sufre la crisis existencial más grave de su historia. Y deberá sacar fuerzas de flaqueza para recomponer sus bases estructurales y superar las taras que la infectan.

¿Resolver una crisis de esta magnitud por medio de procesos electorales amañados según la voluntad del déspota que controla todas las instituciones, incluso las del arbitrio electoral?.

3.- Un régimen como el que hoy sufrimos cae antes víctima de sus propias contradicciones, desencajado por sus propios beneficiarios y asediado por sus propias intemperancias que por efecto de una limpia decisión ciudadana, librada en las urnas. Chávez no dejará el Poder empujado exclusivamente por los votos. Si acaso, estos serán el empuje final, necesario para terminar de completar una obra de desmoronamiento provocado por la crisis social y económica que le atenazan. Y que encontrarán expresión en movimientos sociales cada vez más amplios y profundos, conducidos por estudiantes y obreros, empleados y amas de casa, jóvenes, hombres y mujeres de la patria. Como bien señala la sabiduría popular, gobiernos autocráticos como el de Chávez se caen, no se les tumba.

La pérdida de respaldo y la insurgencia popular se encuentran en la genética de los grandes cambios en la Venezuela de la modernidad. Chávez saldrá como salió Pérez Jiménez: en andas del descontento popular, sumido en una grave crisis, acorralado por sus propios fantasmas. Es preciso comprenderlo, para enfrentarlo mediante todos los medios al alcance de los sectores democráticos, entre los cuales sin duda los electorales. Pero restringir la acción de la revolución democrática – pues de eso se trata, de una auténtica revolución democrática – exclusivamente a la senda electoral es condenarse al fracaso.

Ya comienza el despertar hacia esa Venezuela democrática del futuro. La lucha en defensa de los logros de la descentralización enfrenta de manera paradigmática al pasado con el futuro, a la democracia con la dictadura. La lucha contra el centralismo autocrático será parte esencial de las luchas de nuestro inmediato porvenir. Como la lucha de la civilidad contra el militarismo.

A esas luchas se unirán los movimientos de rebeldía de trabajadores independientes ante el patrono abusador del Estado. Y tras de esa lucha el enfrentamiento entre la propiedad privada como base de sustentación de todo régimen democrático y el capitalismo de estado como forma de control totalitario de la sociedad. A esas luchas se unirán los combates por la autonomía universitaria, la libertad de cultos y de enseñanza, la libertad de expresión y la defensa de los derechos humanos, entre los cuales la perentoria exigencia por la liberación de nuestros presos de conciencia, los presos del Poder.

En nuestro horizonte inmediato está el país del futuro: en defensa de la constitución, en defensa de un poder judicial autónomo, en defensa de la separación de poderes, en defensa de unas fuerzas armadas estrictamente profesionales y definitivamente marginadas de toda deliberación política. Que cautelen la integridad de la patria, la intangibilidad de nuestras instituciones y la defensa de nuestra soberanía. Leales a nuestra vocación democrática y purificadas de toda espuria ambición golpista.

En el centro de nuestra actividad política inmediata ha de estar la reconquista de la asamblea nacional, que debe ser reconvertida en el foro de discusión del gran debate público y nacional del futuro. Debe la asamblea volver a ser el lugar de encuentro de las grandes ideas sociales, políticas y culturales. Lavarse a fondo y para siempre de la vergüenza de la mediocridad, la inmoralidad, la obsecuencia y el entreguismo obsceno de que ha sido víctima durante esta década ominosa.

Son las tareas que tenemos pendientes, el reto frente al destino. Manos a la obra.

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