La revolución democrática está naciendo
Una época muere, otra nace. Quien se nos vendió como el partero del futuro ha terminado siendo el más eficiente sepulturero del pasado. Más y peor de lo mismo, llevado al extremo obsceno y grotesco del atropello, la corrupción y el vicio. Chávez, que anunciaba el porvenir ha caído en la letrina de las peores taras del pasado. Una época muere. Otra nace. Así ni él mismo se lo crea, terminará arrastrado por los fantasmas que él mismo invocara. Que cuando llegue ese momento se encuentre confesado. Los tiempos se anuncian tormentosos.
No es fácil discernir los signos del futuro en medio de la polvareda de tantas iniquidades. De la revolución no queda nada. Basura. Desechos. Más nada. Una fastuosa cantidad de dinero despilfarrado como en una órfica bacanal. Y el despertar ya golpea a nuestra puerta. Sólo quedará la sensación de una borrachera histórica. Y el monstruoso enriquecimiento de los ladrones de siempre. Los mismos que causaran la angustia de todos nuestros grandes hombres. ¡Ladrones, ladrones! exclamaba Páez en la pobreza de su exilio, recordando a los buitres del Poder, los que siempre han medrado a la sombra de nuestros coroneles. ¡Ladrones, ladrones! replicaba Pocaterra pensando en el Cabito y en su compadre, cincuenta años después. ¡Ladrones, ladrones! pudo exclamar Rómulo Betancourt recordando los tiempos de Pérez Jiménez. Cada cincuenta años se repite la homérica borrachera.
¡Ladrones, ladrones! ¡Qué otra exclamación echar a los vientos viendo el ilícito y colosal enriquecimiento de la boliburguesía? En Venezuela, nada nuevo bajo el sol. El mismo militarismo corruptor y asesino. Los mismos aprovechadores de siempre, enriqueciéndose a expensas del pueblo. Las mismas familias trepando de la miseria de sus orígenes hasta la riqueza mal habida gracias al militar golpista. Otra oportunidad perdida. Una época muere. Otra nace.
Debemos destacar del momento político que vivimos dos elementos fundamentales: el llamado del Alcalde Metropolitano a la Fuerza Armada Nacional para que cese en su comportamiento obsecuente ante la sistemática violación a la constitución y las leyes por parte del presidente de la república. Es absolutamente inaceptable que la Guardia Nacional respalde acciones violentas contra alcaldes y gobernadores, poniéndose de espalda a sus obligaciones constitucionales. Y avergüenza escuchar a Aristóbulo Istúriz, el de la lumpia, haciendo el soplón del resentimiento y la derrota. Ledezma no comete ningún delito cuando llama al cumplimiento de obligaciones constitucionales. Quien lo comete es el soplón de la lumpia al incitar al crimen y la obediencia indebida.
El segundo elemento es aún de mayor alcance: exigir que el poder vuelva al ciudadano mediante el expediente de su participación referendaria. Son los ciudadanos quienes tienen el deber y el derecho a decidir sobre el destino de sus regiones y ciudades. Por lo tanto nada más pertinente que llamar a consultas en torno a los asuntos de nuestro mayor interés. Sea el merca do de Chacao o la gobernación metropolitana, el destino de aeropuertos y carreteras, la administración de policías y hospitales. Hay zonas metropolitanas muchísimo más grandes y más habitadas que Chacao, y no cuentan con su propia alcaldía. ¿Por qué no demandar la conformación de nuevas unidades edilicias en amplios barrios de la capital, entregados al abandono y la desidia del alcalde Rodríguez?.
Ambas iniciativas respaldan la revolución democrática que comienza a nacer en nuestro país. Son los aires de la renovación que surge del fondo de una nación castigada por el peor gobierno de nuestra historia. Es la revolución democrática que se pone a la orden del día. Respaldarla es un imperativo categórico.
