Opinión Nacional

El Credo de los Santos Malandros

Resulta enternecedor, por llamarlo de alguna manera, que diez años después de tener a Chávez como caporal de este país, sus habitantes seamos capaces de asombrarnos por los desplantes y la conducta francamente anómica (dije anómica, no anímica ni anémica) del susodicho. Nos causó asombro hace
algunos días que criticara indignado la decisión de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, de librar una orden de captura contra Omar el Bashir dictador de Sudán. Según la Corte, que se encuentra dentro del organigrama de la ONU, el Bashir es un genocida causante del asesinato de entre 300.000
y 400.000 cristianos a manos de sus milicias islámicas, y del exilio forzoso de otros cientos de miles de sudaneses de ese credo. Los países musulmanes, en práctica de lo que se conoce como sociedad de cómplices, salieron de inmediato a respaldar a su correligionario y Chávez, presidente de la república islámica de Venezuela, hizo otro tanto. Con el cinismo propio de un criminal de alto vuelo, Omar el Bashir decidió viajar al exterior para retar a la Corte Internacional, pero no lo hizo a Francia, Italia, Bélgica o Inglaterra, sino a Egipto donde estaba a buen resguardo. De allí partió a la
cumbre árabe-latinoamericana de Doha, Qatar, donde los panas árabes y el transformer Chávez lo arroparon como dicen los españoles. “Abrazaron al carnicero”, tituló el Washington Post esa conducta vergonzosa. La presidenta Kirchner, mucho más entrenada en prácticas de hipocresía internacional, no
se quiso retratar con el genocida, pero el enfant terrible de Barinas fascinado por esa nueva amistad, hasta lo invitó a venir a Venezuela. Los buenos amigos internacionalistas y juristas han opinado que si viene el gobierno tiene que ponerlo preso porque dizque firmó convenios, etcétera,
etcétera. Dudamos que el valiente Omar el Bashir se arriesgue a venir por estos lares, pero en caso de que ocurriera, será recibido con los honores que merece su status de forajido internacional y por consiguiente amigo del alma del venezolanito.

Otra cosa sorprendente es que a Chávez se le haya pasado por alto protestar el encarcelamiento de Radovan Karadzic, otro carnicero pero de Sarajevo. Si le hubiese ofrecido asilo en Venezuela como a tantos criminales de las FARC, otro sería su destino. Tengan por seguro que si Raúl Reyes hubiese montado su campamento en Venezuela y no en Ecuador (donde parece que hay oficiales del ejército que conservan algo de dignidad) no se habría perdido una vida tan valiosa para la revolución bolivariana, islámica, fidelista, estalinista y socialista del siglo XXI. Y que triste fue la muerte de Marulanda “antes de poder reunirme con él”. Las amistades peligrosas han sido la pasión
temprana del teniente coronel Chávez; aún lo vemos paseando en el Mercedes Benz de Sadam Hussein, cuando éste era un proscrito al que ningún mandatario en su sano juicio se había atrevido a visitar en los ocho años anteriores. ¿Y cuando el ataque a las Torres Gemelas? Dos días tardó en condenarlo a medias; cuarenta y ocho horas en las que alguien de su entorno (con un poco de seso y mucha valentía) pudo convencerlo de que era una locura que invitara a Osama Bin Laden a visitar Venezuela.

No vamos a perder tiempo en referirnos a ese amor paterno filial elevado ala estratosfera que siente Chávez por Fidel Castro, otro “angelito”. Pero, para no cargarle tanto la mano al presi de aquí, debemos reconocer que no es el único que se rinde ante el asesino de la barba hirsuta aunque sea el que
más lo hace. Si algo ha aprendido Chávez de la doble moral internacional, es que se puede llorar con un ojo por los palestinos víctimas de la agresión sionista y mirar amorosamente con el otro, a un tal Mahmud Ahmadinejad que ha jurado borrar a Israel de la faz de la tierra. En la banda criminal en la que Chávez se apunta, hay uno llamado Mugabe que hasta tiene una réplica de la Espada de Bolívar de cuando fue huésped de honor de la revolución. Se le acusa de más de veinte mil asesinatos por
odios étnicos y de haber sumido a su país en la miseria y el hambre más dramáticas. Ese honorable hermanazo acaba de celebrar su cumpleaños con 2.000 botellas de champaña Moet Chandon, 8.000 langostas, 4.000 raciones de caviar, 3.000 tortas de chocolate y otros manjares cuando más de siete
millones de zimbabuenses necesitan de ayuda humanitaria externa para comer y la epidemia de cólera ha infectado a no menos de 80.000 personas y causado la muerte de 4.000. ¿Qué mejor ejemplo para los robolucionarios? Imposible ignorar a Lukashenko, otro ser despreciable que desgobierna a Bielorrusia y al que Chávez visita, abraza y financia con compras de armamentos. Si Stalin y Mao no hubiesen muerto, para desgracia de la revolución chavista, tendrían sendas réplicas de la espada de El Libertador. Con Hitler y Mussolini el teniente coronel ha sido más discreto, hay que reconocerlo. Los sigue en muchas cosas pero sin tanto recordatorio.

El tratamiento que el gobierno que padecemos desde hace una década le ha venido dando al delito, tanto en el plano nacional como internacional, ha originado un culto, especie de santería, cuyo nombre usé como título de esta nota: El Credo de los Santos Malandros. Miles de venezolanos lo practican y
consiste en rezarles a delincuentes muertos para que sus sucesores no los asalten o para que los jóvenes se alejen de las drogas. Un artículo publicado por la revista Time, dice que ese movimiento animista tiene cada vez más adeptos en la Venezuela de Hugo Chávez, en la que, según estudios,
unas cincuenta personas son asesinadas cada semana sólo en Caracas. Algunas de las figuras «adoradas» son Ismaelito, Petróleo Crudo, El Ratón, La Malandra Isabelita y Machera. Una mujer de un barrio humilde de Caracas dijo que cuando camina por la calles de su barrio y no hay policía, le suplica a Ismaelito o Petróleo Crudo. “Ellos fueron malandros y quizás ellos pueden hablar con los delincuentes de hoy y decirles que no me ataquen». En el Cementerio General del Sur, detrás del panteón de María Francia (entrando a la derecha) se puede observar a “La Niña”, una joven que es guardiana de la
tumba de Ismael desde que un disparo en la cabeza la dejó cuatro meses en cama. “La Niña” cuenta que, como cuidadora de las ofrendas de los Santos Malandros, ha visto pasar a generales de las Fuerzas Armadas, policías e incluso mujeres que son golpeadas por sus parejas. ¿Generales de las Fuerzas Armadas, policías, gente común? ¿Por qué no? Malandro de aquí, de allá o de acullá siempre será admirado por la gesta revolucionaria del comandante presidente.

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