Venezuela también tiene sus “Juristas del Horror”
En el prólogo a la edición en español del libro de Ingo Müller Los Juristas del Horror, se dice lo siguiente:
“Qué pasa cuando la justicia deja de ser independiente y se hace política? ¿Qué ocurre cuando la justicia se pliega a los amos del poder en un país? En el caso de la Alemania nazi, lo que pasó fue inenarrable: No menos de seis o siete millones de ciudadanos, hombres, mujeres y niños, asesinados en un santiamén… Miles de personas inocentes privadas de sus derechos más elementales. Centenares de miles de seres humanos condenados por jueces y fiscales que actuaban, aparentemente, bajo el imperio de la Ley.
…
Los Juristas del Horror, de Ingo Müller, es un libro que todo ser humano debería leer con cuidado y atención, para evitar que la perversión de la justicia se repita. Que nunca más la justicia se politice y se coloque en posición de servilismos frente a un Poder Ejecutivo intransigente y antidemocrático. No hay justificación alguna para que en nombre de una revolución se le haga tanto daño a pueblo alguno.
Esos “juristas del horror” fueron todos aquellos catedráticos del derecho, abogados, jueces, fiscales y filósofos que se prestaron para darle una supuesta armazón jurídica a una de las peores dictaduras que ha conocido la humanidad como fue la de Adolf Hitler.
El título que Ingo Müller le dio s su obra, en alemán fue Furchtbare Juristen. Die unbewältigte Vergangenheit unserer Justiz, título éste que traducido textualmente sería “Horrendos Juristas. El pasado que nuestra justicia no puede olvidar”. Al traducir el libro para la versión en español, yo preferí llamarlo “Los Juristas del Horror. La ‘Justicia’ de Hitler: El pasado que Alemania no puede dejar atrás”. Es bueno aclarar que Müller escogió el título recordando a un antiguo juez del ejército nazi, Hans Karl Filbinger, a quien el conocido dramaturgo alemán, Rolf Hochhuth, había calificado de “furchtbar Jurist” (horrendo jurista), por el hecho de haber condenado a un inocente. Fueron muchos otros esos “horrendos juristas”: algunos anulaban sentencias de condena de pocos meses para dictar condenas a muerte; otros condenaban sin pruebas o con pruebas falsas y no permitían que se ejerciera plenamente el derecho a la defensa.
Hoy 3 de abril de 2009 vemos como una juez venezolana, una juez del horror (una furchtbare Jurist) condena a la pena máxima que permite la Constitución, a 30 años, a unos comisarios y agentes policiales, sin que se les hubiese respetado el debido proceso, sin que se hubiese probado ni remotamente su autoría y culpabilidad, por muertes y lesiones causadas a ciudadanos el 11 de abril de 2002. Decisión política simplemente asquerosa que obedece al mandato del amo que quiere encubrir su propia culpa y la de los verdaderos asesinos que, desde Puente Llaguno, dispararon a matar contra pacíficos manifestantes. A esa sentencia digna de los “juristas del horror” nazis seguramente seguirán otras, contra el alcalde Manuel Rosales, contra el general Baduel y otros más inocentes que deben ser condenados porque son disidentes y las dictaduras —ya estamos en una— no admiten disidencia.
Siempre recuerdo un fragmento de la Ciudad de Dios de San Agustín:
¿Si suprimimos la justicia, qué son entonces los reinos sino grandes latrocinios? ¿Y qué son pues los latrocinios sino pequeños reinos? La propia banda está formada por hombres; es gobernada por la autoridad de un príncipe, está entretejida por el pacto de la confederación y el botín es dividido por una ley convenida. Si por la admisión de hombres abandonados, crece este mal a un grado tal que tome posesión de lugares, fije asientos, se apodere de ciudades y subyugue a los pueblos, asume más llanamente el nombre de reino, porque ya la realidad le ha sido conferida manifiestamente al mismo, no por la eliminación de la codicia, sino por adición de la impunidad.
(San Agustín, La Ciudad de Dios. Libro IV, Cap. 4)
¡En Venezuela la justicia está destruida y lo que impera es un gran latrocinio!