De la “Cosa Pública” a la “Cosa Nostra”
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El incumplimiento de las decisiones de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, y el desafío a la Corte Penal Internacional al invitar al primer presidente en ejercicio con orden de arresto internacional por genocida, el sudanés Omar Hassan al Bashir, hace cada día más evidente el desprecio del “soliestrellado” por cualquier sistema judicial independiente que regule sus decisiones y acciones.
La magistratura ha sido convertida en un arma política del régimen, como lo muestran, el cambio de leyes para ajustarla a sus querencias -o a las de la revolución que es lo mismo; la criminalización de la disidencia -ahora Rosales, pero antes López, Mendoza y Capriles; los brutales juicios contra adversarios del régimen -los comisarios; los presos políticos y de consciencia, como el general Usón; y a la utilización de la Fuerza Armada fuera de la constitución y la leyes, como en el asalto a ambulatorios, mercados, puertos y aeropuertos regionales.
La existencia de la República viene dada por el imperio de la ley. La “cosa pública” o res publica existe mientras exista, como dijo Cicerón, “una multitud asociada por un mismo derecho, que sirve a todos por igual”. En las sociedades modernas ese “derecho” es la Constitución y las leyes que de ella se derivan.
Chávez desde 1992 mostró su irrespeto por la Constitución primero al revelarse contra la “moribunda”, con el golpe del 4F. Y luego con el intento de linchar a la “bicha” el 2D, que falló. Pero, sigue en su empeño de acabar con la República, apropiarse de la “cosa pública” y convertirla en su “cosa privada”, en su “Cosa Nostra”.
La confiscación de los cinco poderes del Estado, las manipulaciones electorales y la parcialidad política del ejército bolivariano -“patria, socialismo o muerte”-, coloca a los ciudadanos en una precaria situación frente al poder absoluto y los amedrenta. Pero no ha podido evitar que en cada elección la alternativa democrática crezca, como expresión del talante democrático del país.
En la arena internacional, los apoyos al régimen se esfuman. Su presencia apenas es tolerada. Por esto, visita a los árabes que le aplauden su posición anti-israelita, a los anti-imperialistas -Irán y Libia- que lo reciben como un héroe, además a los del Club de los Totalitarios -Bielorrusia y Zimbabue- y a los “tiramealgo” del ALBA.
Pero ya la comunidad democrática de naciones lo evita y lo cataloga de dictador. Ningún cambio vendrá de ella. Esas leyes e instituciones que soslaya lo estarán esperando cuando se restablezca la República.