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Pocos votos en Egipto

Por ElPaís.com (Editorial)

Cumpliendo el guion establecido en varios países del mundo tras un golpe de Estado, Egipto ha celebrado elecciones presidenciales en las que ha resultado vencedor, con el 93,3% de los votos, el general Abdelfatá al Sisi, el exjefe del Ejército que en julio de 2013 —asegurando que pretendía salvar la democracia— protagonizó un golpe de Estado. Al Sisi encarceló al presidente y a gran parte del Gobierno elegidos democráticamente, declaró ilegal y terrorista su partido y desde entonces ha presidido un Gabinete caracterizado por el aumento de la represión política y las cortapisas a la libertad de expresión, aunque insista en tratar de transmitir al exterior una imagen de normalidad. También siguiendo el guion, en las elecciones ha tenido un contrincante, el izquierdista Hamdin Sabbahi, que obtuvo el 3,9% de los sufragios.

Y aunque el 2,8% de los votos han sido declarados nulos, el espíritu de protesta de los egipcios se ha manifestado básicamente mediante la negativa a participar en las elecciones. Tanto que el martes a la hora de cerrar las urnas, después de tres días en que permanecieron abiertas, el régimen anunció que prolongaba la jornada electoral otras 24 horas en medio de un bombardeo propagandístico sobre la población para que acudiera a votar. Ni aun así. El 54% del censo se quedó en casa. Y eso, aceptando las estadísticas oficiales, puestas en duda por los observadores electorales europeos.

Es cierto que los últimos meses del Gobierno de los Hermanos Musulmanes presidido por Mohamed Morsi se habían caracterizado por la tensión social y las arbitrariedades y exclusiones de todo tipo, y que la emblemática plaza Tahrir, tomada por jóvenes laicos opuestos a la islamización de Egipto, recibió con fuegos artificiales la noticia de que el Ejército había depuesto a Morsi. Pero la experiencia demuestra una vez más que romper las reglas del juego democrático no resuelve nada, sino lo contrario, en una sociedad que se había quitado de encima largos años de régimen totalitario.

Hoy el Egipto de Al Sisi tiene un régimen que trata de hacer desaparecer a toda oposición —islamista o laica—, mientras el terrorismo crece en unas calles en las que las graves dificultades económicas son el caldo de cultivo ideal para crear el peor de los escenarios. Celebrar elecciones no tiene que ver necesariamente con vivir en democracia. Egipto es un ejemplo.

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