San Diego y San Cristóbal: protesta y voto
Me anticipo a los radicales que desechan el “electoralismo”, señalándoles que todas las salidas a la colosal crisis que vive Venezuela pasan, en algún momento, por la instancia electoral, desde las alternativas pacíficas, democráticas y constitucionales previstas en la Carta del 99 –por ejemplo, la renuncia o inhabilitación de Maduro- hasta la violenta: asonada militar. Cualquiera sea el desenlace, habrá que realizar votaciones en el corto o mediano plazo para elegir las autoridades de los poderes públicos. Ningún militar, por gorila de derecha o izquierda que sea, se aventurará a dar un golpe de Estado sin prometer que, tan pronto como sea posible, se convocará a elecciones libres, transparentes, justas y bla,bla,bla. La reacción internacional sería implacable. Así es que para los comicios de 2015 hay que prepararse, y lo más conveniente es llegar a ellos en las mejores condiciones posibles.
Para las elecciones parlamentarias del año próximo hay que comenzar a trabajar ya. Las citas de San Diego y San Cristóbal evidencian el gigantesco peso que la gente le asigna a la Unidad. Esta es una verdad axiomática, pero algunos díscolos tienden a olvidarla. La Unidad no tiene sustitutos. Una organización o un candidato pueden lucir excepcionales por su inteligencia, mística y eficiencia, pero si pretenden desprenderse por un costado de la cancha para realizar un juego individualista que los ponga al margen del equipo, será castigado.
Otro valor que se manifestó es el de la protesta popular. El pueblo se solidarizó con la lucha y el heroísmo de los estudiantes y jóvenes que salieron a protestar en esos municipios tan combativos. Los venezolanos no quieren la violencia, pero no aceptan la sumisión ni la resignación frente al comunismo. Reivindican la importancia del voto como instrumento de combate, protesta y reclamo, y lo asumen como una prolongación de la lucha por rescatar la democracia. Al pueblo le gusta elegir a través del sufragio universal, popular y secreto sus alcaldes y gobernadores. No acepta el Estado Comunal, donde los “representantes” populares son electos en asambleas en las cuales la gente “vota” con la mano levantada para que el comisario del partido sepa por quién se pronunció cada quien. La descentralización política constituye una conquista que el pueblo no dejará arrebatarse por un quimérico Estado Comunal, utilizado por el régimen como pantalla en su intento por controlar la vida de todos los ciudadanos.
La vocación de lucha de los venezolanos y sus deseos de que los conflictos se diriman dentro de la Constitución, hay que convertirlos en una fuerza para comenzar a organizar a partir de ahora las elecciones legislativas. El método para seleccionar los mejores candidatos hay que definirlo lo más pronto posible. Existe el antecedente de 2010. Sin embargo, en aquella ocasión se venía de la desacertada abstención. Fue relativamente sencillo seleccionar los candidatos unitarios. Ahora habrá aspirantes parlamentarios con una pasantía de cinco años por la Asamblea. Algunos de ellos han realizado un trabajo meritorio. Con legitimidad, podrán aspirar a la reelección. Otros han brillado por su ausencia, pero igualmente querrán volver a calentar sus sillas. Por estos laberintos tendrá que transitar la MUD tratando de que la Unidad prevalezca. Que no haya fracturas, ni dislocaciones que desaten divisiones suicidas. El régimen aprovechará cualquier fisura de la alternativa democrática para intentar demolerla.
La propuesta opositora no se reduce a los candidatos. Incluye toda la maquinaria que permita garantizar el triunfo electoral, tal como ocurrió en San Cristóbal y en San Diego. Esa plataforma cuesta tiempo y recursos construirla y habrá que levantarla combinándola con las protestas que sean necesarias. 2015 es ya.