Opinión Nacional

La ruta electoral

El teniente coronel viene dando claras señales de no estar interesado en que las elecciones para la Asamblea Legislativa del año próximo se realicen. Ya sus monaguillos postergaron los comicios para elegir los miembros de los consejos municipales, los cuales deberían efectuarse este año. Nada raro tendría que el autócrata decida ordenar que aquellas elecciones queden postergadas, digamos, hasta 2012. Ya se le ocurrirá alguna excusa de ocasión.

La proposición de aplicar el principio de la mayoría y desconocer el de la representación, no ha prosperado con el vigor que los oficialistas esperaban. Las salas situacionales se dieron cuenta de que podría significar el descalabro total del chavismo. Bastaría que los sectores democráticos se unan en planchas, para que el PSUV y los grupos minoritarios que respaldan a Chávez, pierdan la mayoría de los escaños de la Asamblea. El PPT y el PCV cobraron conciencia de este peligro desde que se redactó el anteproyecto de la Ley de Partidos Políticos. Además, temen ser absorbidos por el PSUV. La presión está obligando a los furibundos diputados oficialistas a cambiar el tono altanero que exhibieron los primeros días, cuando aparecieron las versiones iniciales en los medios de comunicación.

El problema de Hugo Chávez reside en que debe moverse en un campo donde convergen fuerzas encontradas. Se da cuenta de que le resultara demasiado difícil convivir con una Asamblea Nacional que le sea adversa. Si no puede cohabitar con algunos gobernadores y con el Alcalde Metropolitano, a quienes mantiene asediados y a quienes ha despojado de casi todos los recursos y competencias, mucho más complicado le será compartir responsabilidades de mando con unos diputados que pueden elaborar sus propias leyes y presupuestos. Constatada esta realidad palmaria, debe asumir que dentro de los límites de la Constitución es muy poco lo que puede hacer para impedir que la cita electoral del año entrante se lleve a cabo, aunque ciertamente pueda postergarla.

Chávez no es Fidel Castro, quien hace mas de 40 años resolvió que las elecciones con partidos de oposición y organismos electorales independientes y equilibrados, era un lujo que el comunismo cubano no podía permitirse. Tampoco es Kim Jon IL, el orate norcoreano, quien no conoce el vocablo, y si llegase a enterarse de su significado podría tener convulsiones. Tampoco es Muhamar Gadaffi, con cuatro décadas al frente de Libia sin que haya pasado jamás por el tamiz de unas elecciones. Ninguno de esos déspotas busca congraciarse con la comunidad internacional, ni ha suscrito acuerdos internacionales que los comprometan a respetar las reglas democráticas, ni busca afanosamente que Patricia Junot o cualquier otro periodista de CNN lo entreviste con la misma parsimonia que se utiliza ante un gobernante de talante democrático. En cambio el caudillo vernáculo trata por todos los medios a su alcance de mantener las apariencias: internamente aprieta todas las tuercas de la maquinaria totalitaria, pero hacia afuera se proyecta como un líder que preserva su legitimidad de origen; que convoca elecciones y las gana. Se enorgullece, por supuesto que con una buena dosis de fariseísmo, de haber suscrito la Carta Democrática Interamericana y, en época más reciente, aspira a incorporarse a Mercosur, comunidad de naciones que establecieron durante su creación que sus miembros deben respetar los principios democráticos, entre ellos el llamado a comicios.

Las paradojas entre las que navega Chávez son las que permiten reafirmar que el camino democrático, pacifico, constitucional y electoral, representa la ruta a seguir por parte de la oposición con el fin de relevar al caudillo del poder. La reafirmación de este camino no significa que el enfrentamiento al régimen deba reducirse exclusivamente a la participación en las citas comiciales. La lucha sindical, gremial, estudiantil y social en el más amplio sentido de la expresión, hay que promoverla y expandirla. Cada sector y grupo está obligado a resistir y preservar los espacios democráticos que todavía quedan. Esta batalla cotidiana y permanente no entra en colisión con el camino electoral. Así como la oposición está comprometida a participar en las elecciones en cada sindicato, gremio, centro estudiantil o consejo comunal, donde ellas se efectúen, igualmente tiene que prepararse para participar, en las mejores condiciones posibles, en elecciones de carácter nacional o regional donde estén en juego cargos de representación popular.

Nadie dijo que enfrentar a un aspirante a dictador era fácil. Menos cuando, en el caso de marras, cuentan con instrumentos tan poderosos como PDVSA, el SENIAT, el BCV y las FAN. Los gobernantes con vocación autoritaria siempre tratan de colocar obstáculos insalvables; siempre buscan acorralar y desmoralizar al adversario. Esa es la táctica que les están aplicando a Antonio Ledezma, Pablo Pérez, César Pérez Vivas y compañía. Sin embargo, Hugo Chávez, apremiado por las circunstancias, también deja fisuras por las cuales filtrarse. La sabiduría de los demócratas reside en ensanchar esas fracturas para impedir que se imponga la voluntad del autócrata.

Tenemos que presionar desde ahora para que las elecciones de la Asamblea sean en 2010, y desde ya hay que prepararse para llegar a esa cita en las condiciones más favorables.

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