Ineptos al poder
Quien primero lo puso en evidencia fue la señora Adina Bastidas, entonces nada menos que Vicepresidente de la República, negándose a mostrar su curriculum con uno de los argumen-tos más risibles que puedan imaginarse: conocía doctores que eran un verdadero fraude. La designación de un veterinario sin trayectoria al frente del ministerio de Cultura suena a establecimiento de vulgar comisariato político, pero ahora surge un señor Farías, de trayectoria igualmente desconocida, devenido en el enésimo Presidente que el régimen pone al frente del Metro de Caracas. Aunque tampoco él muestra las credenciales que lo califican para ocupar el cargo que en una ejemplar continuidad de gestión tan impecablemente desempeñó José González Lander, terminó enseñando sin querer cuáles eran o mejor, cuáles no eran- cuando expresó su preocupación porque la línea 5 “beneficia a la oligarquía”.
Alguien debería explicarle a ese señor que los sistemas de transporte, como gran parte de las infraestructuras urbanas, son sistemas en red que no discriminan entre usuarios y que su eficiencia depende en gran medida de la coherencia con que sea tejida la malla, sin dejar vacíos. Como además las ciudades son organismos complejos, donde las clases se superponen en el territorio, no se pueden construir redes de acueductos y transporte, eléctricas o telefónicas que sirvan a unas clases sociales y no a otras, aunque pueden y deben- establecerse prioridades, como hizo justamente el Metro presidido por González Lander cuando decidió comenzarlo desde el oeste de la ciudad, donde estaba la mayor concentración de población de bajos ingresos. Pero para llegar a Petare, el otro gran polo “popular” de la ciudad, debía pasar por polos “oligárquicos”, como Chacaíto o Altamira. Que son también, como Las Mercedes, grandes generadores de empleo: ¿quién cree el señor Farías que atiende los restaurantes o las innumerables tiendas de Las Mercedes? ¿Oligarcas que, como sus colegas del alto gobierno, llegan en Audi, BMW o Hummer?
Pero me temo que razonamientos de esta índole sean inútiles frente a personajes seme-jantes. Como se sabe, la ignorancia es audaz en grado sumo y estos comisarios del fascismo del siglo XXI no son distintos de sus jefes: la culpa no es del ciego sino de quien le da el palo.
