Opinión Nacional

Unidad, sobran las palabras

Venezuela reclama la unidad de los dispuestos a darlo todo en defensa de los principios del estado democrático. Esto significa entregar cuerpo y alma para derrotar a quienes avanzan en el empeño de liquidarlos. La libertad está erosionada, se desdibuja aceleradamente y el tiempo se agota. EL peligro hay que despejarlo definitivamente. Este tiene que ser el objetivo central de la unidad.

La unidad no puede ni debe ser mitificada. Mucho menos tratar de alcanzarla excluyendo a quienes disienten de aquellos que, haciendo lo mismo desde hace bastantes años, de buena fe o de manera cómplice, han sido factores indiscutibles para que un tipo elegido en 1998 por cinco años, sin reelección inmediata, esté consolidando su proyecto comunista en el año once de gobierno. La unidad puede ser dinámica y diferenciada. Se trata de alcanzar la mayor suma de voluntades posible, el mayor grado de consenso para alcanzar el objetivo común (¿?), es decir, que el régimen dure lo menos posible, aunque existan diferencias tácticas y cada grupo o individualidad adecue la estrategia a su naturaleza. Lo que no puede aceptarse es que ciertos anuncios unitarios, ojala sean algo más que ruedas de prensa ocasionales, terminen confundiéndose con complicidades inaceptables o juegos políticos y económicos que terminan favoreciendo los intereses oficialistas.

Si aceptamos como válidas las observaciones hechas a los procesos electorales de esta década, especialmente de 2004 a esta parte, y si los señalamientos de Súmate, Esdata y de los especialistas partidistas y técnicos con relación a la nueva ley electoral que Chávez ordenó a la Asamblea Nacional son correctos, la nación está obligada a alejarse radicalmente de toda desviación electoralista. No hubo, ni habrá, instrumentos limpios para que la voluntad popular pueda expresarse libremente, ni de respeto por parte de las autoridades. El sistema electoral está secuestrado, envenenado y al servicio de la voluntad presidencial. Si las elecciones fueran transparentes ni Chávez fuera presidente, ni el estado de derecho hubiera desparecido, ni las aberrantes agresiones contra la propiedad y la libertad de expresión se estuvieran produciendo impunemente. Creer en estas cosas obvias y seguir con la cantaleta de “construir una nueva mayoría”, de prepararnos para las parlamentarias del año que viene, aceptando de manera cómoda y cómplice el aplazamiento de las municipales de este año, para ver si en el 2012 ganamos las presidenciales y el tipo entrega, olvidando los instrumentos de lucha contra la tiranía que tanto la Constitución como el Derecho Natural ofrecen, no es otra cosa que hipocresía cobardona alrededor de la cual la unidad sería un juego de supervivencia calculada para el que hasta la complicidad serviría. Esa no es ni será nuestra lucha en defensa de valores y principios que no son negociables. Trascienden lo electoral. No están en el mercado de mayorías y minorías.

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