Opinión Nacional

Lecciones de una huida

Hemos insistido en la necesidad de un diálogo para superar esta grave crisis. Obvio que en esa encuentro caben los debates con reglas claras, con elementales normas que hagan del acto de debatir un hecho de búsqueda de la verdad, con propósitos claros y temas muy claros, determinación de métodos, tiempo, etc., si es cosa de la televisión, la radio, y con igual rigor las “medidas” que pueden establecerse si de trata de encuentros en los medios impresos, con la flexibilidad que la razón y la moral imponen. Diálogos, debates, tertulias, semanarios, talleres, “conversatorios”, cines, foros, etc., tienen que hacerse cotidianos y, también con claras reglas de juego, lógicas, para evitar la argucia de la descalificación del discurso, del texto, por la descalificación del quien expone y se expone. Que un ciego hable de la luz, de los colores y un sordo haga música, no significa que su texto sea invisible o ausente esté de sonoridad, armonía, belleza y transparencia estética y ética. Los espacios, bajo estas consideraciones de principio, son todos: la calle, la escuela, los medios. Las universidades debieran estar en la vanguardia, pero de manera irrenunciable, los partidos políticos; obligadas están otras instituciones como las secretarías, direcciones de cultura, educación, ciencia, etc., en las gobernaciones y alcaldías, escuelas, donde la “oposición” gobierna. (Las comillas quiere llamar la atención sobre un hecho capital, si gobiernan, no son oposición en ese espacio). La iglesia y las iglesias. Los sindicatos, los gremios, Fedecámaras, asociaciones civiles.

Un principio ductor ha de animar, sustentar esta posibilidad, para poder pasarla de potencia a acto, a saber, el respeto al otro, el reconocimiento de lo diverso, la consciencia de nuestras propias incompletitudes y el reconocimiento de que es posible llegar a acuerdos, acuerdos que superen la Realpolitik, ésta es hacer de la vida y acción política un negocio para satisfacer intereses del poder y mantener y mantenerse en él, en donde todo vale. Se relativiza la moral, de modo que, por tanto, deja de existir. Lo vemos a diario, lo vimos siempre. Lo que se hace en y por la revolución o para salir de ella es moral, todo según el color del cristal con que se mira. (Campoamor). Y el otro extremo, el moralismo, que es pseudomoral, que quiere hacer de la política un claustro seráfico en donde se saluden de lejos La Madre Teresa de Calcuta y José Gregorio Hernández, para evitar algún pecado venial del pensamiento, alimentado por diabólica tentación del sexo, según las manipulaciones de Satán, para el caso la corrupción, la perversidad. La primera postura hace de la política una asquerosa charca y de los políticos más o menos delincuentes, la segunda genera una actitud y conducta aún más peligrosa por sus efectos, pues el aislamiento total permite alimentar mejor y reforzar la fuerza, la arbitrariedad, la imbecilidad y la maldad del ejercicio del poder.

El primer paso para el diálogo, el debate, y casi todos los pasos que siguen, no pueden provenir del Poder, del gobierno, del PSUV. Entre otras razones, porque este gobierno carece de proyecto revolucionario, tomado acá en el sentido definido por Lenin, sobre la base de su inmensa sabiduría filosófica e histórica, “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”, recurrida sentencia cuyo valor se extiende a todos los procesos humanos que pretenden cambiar lo ya codificado, y que alcanza su mayor concreción en el desarrollo científico, pero también artístico, sentencia que en modo alguno quita, limita o frena la libertad de creación, la ficción, color a la intuición y menos, muy menos, convierte en dogma a una teoría pues, si eso se hace, se quita la vida a la teoría, la cual se nutre y crece de las diversas contrastaciones con la práctica, con otras teorías y con su propia estructura lógica. Pero si bien el gobierno no tiene un proyecto cualitativo, en el sentido arriba expuesto, actúa bajo un ideolema que por grotesco es eficaz. Construir el socialismo sobre la base de la miseria. Solo de la pobreza surge la revolución, dice Giordani para alimentar la sapientia de Chávez, y para justificar los métodos que se empleen, todos valen, todo vale, para llegar a ella. Estatización como ejercicio de muerte para evitar la creación y la iniciativa individual y privada. Sustitución de la ley por la arbitrariedad del autócrata, la razón por el terror, el terrorismo de estado en lugar de la racionalidad de la ley y la legitimidad de lo humano, todo ello para producir un estado de terror en el individuo, convertirlo en abúlico, insensible, indiferente, vale decir, socializar la ataraxia e impedir la acción consciente de la sociedad en la reafirmación de sus derechos civiles, ciudadanos, políticos, humanos.

No tiene y no puede tener el gobierno un proyecto para el desarrollo y la creación científica y artística, entre muchas razones, porque el propio desarrollo de la ciencia, del arte requieren, como condición necesaria para realizarse, un profundo, dinámico y creciente desarrollo del pensamiento crítico, diverso, divergente, con contradicciones y aproximaciones; pero, también, porque desde hace tiempo, el pensamiento socrático sobre la ciencia, su desinterés, dejó paso a la responsabilidad del científico, a la pertinencia social de su obra y, por tanto, se hizo necesario y se hace necesario dotar al proceso científico de una orientación ética, que evite al poder su uso para fines perversos, de dominación y explotación, como ha ocurrido hace tiempo. Para suplir esa ausencia, el gobierno, el PSUV, multiplican la mediocridad en lugar del rigor de la academia, la santería sustituye a la teología, la charlatanería a la filosofía, el parroquianismo se entroniza pisoteando al pensamiento crítico. El ejemplo es aleccionador, me dicen –no quiero saber que verdad sea – que Jessie Chacón es el ministro de ciencia etc…, que por ministro de la cultura se tiene a un becerrero sin la existencia de los cantos de ordeño y sin nada saber de Simón Díaz. No puede porque tampoco tiene el gobierno un proyecto para la educación, en donde los sueños de libertad y las propuestas de hacer humano al hombre, tal como por ejemplo se lo planteó Marx, alcancen valor, sirvan de orientación a la acción política y cultural. Pues mientras Marx creía en una etapa en la cual el hombre libre estuviera de todas las formas de alienación, -por tanto el propio Estado desaparecería y correspondería a eso que con variantes decía Bolívar, la cualidad de un gobierno es el mayor bienestar y felicidad posibles, y que Marx, mucho después (y sin tener nada que ver con Bolívar, incluso por error de información negando su valor histórico) dirá: “ a cada quien según sus capacidades y según sus necesidades”, el régimen, por el contrario, impone un modelo unidimensional, sin asomo de teoría, ni siquiera una ideología medianamente consistente, por tanto, el modelo gira en torno al culto a la personalidad, a la idolatría, que se orquesta en el odio de clase y no en la lucha social, cultural, científica, estética, para el cambio permanente y abierto. La capacidad es lo que hace del hombre un ser consciente de su mismidad, un ser consciente del valor del otro, mientras las necesidades son las que, trágicamente, lo igualan. Y no puede hacer un proyecto liberador, le es imposible, por ausencia de base teórica crítica, por ausencia de claros fundamentos y principios, entonces, se crea necesariamente un modelo autoritario, cuya vileza se oculta mediante la mitificación de su líder como héroe, como Mesías, se hace de la palabra y acciones del líder la verdad absoluta y única dirigida a domesticar la escuela, que busca hacer del niño un dogmático a la fuerza, un ser miserable. El maestro, en fin, es sustituido por los zamborotudos que en sus axilas guardan el discurso del señor presidente.

La mayor evidencia de este inmenso vacío del gobierno, de esta inmensa oquedad intelectual del presidente, de las inmensas ausencias de sus asesores, de sus aberraciones en la “construcción” de tan sui generéis socialismo, originario, indoamericano, bolivariano, robinsoniano, zamorano, cristiano, humanista…marxista y mas según las circunstancias, empaquetado como postmodernidad, y otras sandeces, la puso en evidencia la huida de Chávez ante su “escuálido”, disociado, intelectual Vargas Llosa. No habría sido difícil derrotar a VLL, su discurso político carece de originalidad, tiene inmensas fallas teóricas e históricas, el fundamento mismo, el capitalismo y la democracia, la libre empresa, como valores absolutos y no como hechos históricos hace muy endeble el discurso de tan magnifico creador. Chávez, como el 4F y en los 11A, fue derrotado por su miedo, por no tener nada qué decir con sano juicio, equidad, equilibrio, belleza y no por la cualidad del enemigo, que muchas cualidades tiene. De allí su venganza posterior, donde su valentía es directamente proporcional a la gavilla, e inversamente proporcional a la razón, a la ética. El presidente a diario emula la fábula del Fanfarrón, de Esopo, pero Vargas Llosa sencillamente dijo, presidente, aquí está Rodas, salte. Hic Rhodus, hic salta!
Pero, ah!, si esto falta al chavismo, ¿que se opone a ese vacío? Hemos hecho este recorrido para ver el camino, porque, en general, la oposición se nutre de lo mismo, la pereza intelectual, la carencia de proyecto teórico e, incluso, su desprecio. Reducida ha quedado a defender la constitución, pero sin voz más allá de la retórica de su defensa por la democracia y sus valores que nadie, ni ellos saben qué son, cómo son, y si tiene; si la democracia es por esos valores o si esos valores son por la democracia. No sea yo quien diga lo que se debe hacer, cómo hacerlo, yo simplemente me reduzco a mi oficio de acontista, según la determinación de León de Greiff. Y sonrío mucho más por tristeza que por ironía de esta bella sentencia de Einstein, “La diferencia entre la genialidad y la estupidez, es que la genialidad tiene límites”. (Einstein sagt, Zitatate…); seguro estoy de que mi presidente está muy lejos, como yo, de la genialidad, pero los límites de mi estupidez no le hacen daño a tantos, tal vez a nadie, ojalá me escuche el mar y su belleza den fuerzas a mi oficio.

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