Opinión Nacional

Dialogo chimbo

En Venezuela no existe diálogo político ni voluntad cierta de actores definidos interesados por él. La guerra es de trincheras y de desgaste. Cada quién, gobierno y oposición, disfrutan en su autismo. Uno que otro opinador insiste en la necesidad de escucharnos sin que nadie repare en ello. Dos imposibilidades constituyen pues al país. Por su lado el gobierno impone desde su cuartel la ley, que es la del guapo y apoyado en los recursos del Estado. En la otra banda, no muy lejos, la aparente oposición, en trance de conserje confiscado a la macha a administrar desde el callejón de las angustias, sin escritorio ni teléfono fijo, porque han sido desplazados en su autoridad y soberanía popular por un gobierno militar que no respeta ni la Constitución Nacional. A pesar de su inmenso poder gobiernero, éste luce débil. Se irrita, invade y evade por doquier, se ausenta, esconde, despotrica del prójimo sin ton ni son. Se viste de camuflaje para la guerra. No tiene plan civil, civilizado entiendo. ¿Cómo tenerlo, en el sentido de construir país para bien? Se concentra en pequeñas explosiones de furia, rabietas malcriadas, causadas por animales disecados o por carros que no han podido ordeñar, o magnicidios repetidos, o ambiciones carcelarias. ¡Qué realidad tan chimba!
Mientras tanto el país se retuerce en un potrero de basura, regada por doquier, con moscas, olores y rencores a la vista de todos, como a propósito, como para que sepan que están mandando los corrosivos, los oxidados, y los demás se la tienen que calar por las buenas o por las malas, porque sino les mandan a los círculos cuadrados. Para completar la escena, por la calle de enfrente con cara de muchachos regañados, camina la red opositora. Parece que se necesitaran el uno del otro para poder vivir, para construir este desastre que se cierne sobre la vida de todos los que transitamos con nuestros huesos y sueños por este terraplén de la historia al que sus hijos queremos tanto. El escenario se complementa con elecciones repetidas, de resultados aceptados, que a veces algunos tildan de dudosos, que legitiman el tira y encoje al que estamos acostumbrados por lo menos desde hace una década.

Coexisten dos bloques dicen las últimas encuestas: el “chavista” que cuenta con el 45 por ciento de apoyo de los entrevistados, y el “no chavista”, con un 43 por ciento, y un 11,6 por ciento que se autodefine como “no identificado”. Estas cifras dan argumento para que algunos aleguen que existe un supuesto empate técnico, es decir, una doble imposibilidad. Es un dato instantáneo y por tanto pasajero, que es lo que se busca con las encuestas de opinión que sobre el sistema político venezolano, esa grandilocuencia, tienen los interesados. Mientras tanto el país se cae a pedazos, y la aspiración al diálogo no representa sino la ilusión de algunos extraterrestres que creen en él por romanticones o el instrumento de unos vivianes que lo que quieren es sacarle el jugo a ese bolero lagrimón de nuestro tiempo. La verdad es que estamos en caída libre mientras los mangos se asoman sustantivos y etéreos en este caluroso junio mitad de año.

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