Chávez: Neopopulismo y Neopatrimonialismo
Desde la más remota antigüedad el mito ha tenido especial y particular relevancia, le ha otorgado identidad y origen a las civilizaciones arcanas; la modernidad y los nuevos planteamientos posmodernistas han recuperado el valor conceptual y societal de la mitología. En términos gnoseológicos, podemos registrar las siguientes nociones o definiciones del mito:
Para el escritor mexicano Fernando Benítez, el mito fue “el sueño y la locura que se apoderaron de Adán antes de despertar como hombre perecedero…el mito forma parte de nuestra vida, sobre él se apoyan los cimientos de nuestras casas”. (1)
El escritor argentino Antonio Castagno, por su parte, subraya que: “ los mitos fueron preocupación de los pensadores de todos los tiempos…de allí que el hombre creó sus propias fábulas fantasiosas, para creer luego en ellas como sí se tratara de algo tan real que terminaba por convencerse de la existencia en la vida cotidiana de espíritus, diosas y dioses, héroes con excepcionales facultades divinas, fuerzas mágicas, en fin, que se unían a dragones y seres fantásticos moviéndose en el ámbito sutil de los encantamientos, entre muertes y resurrecciones”. (2)
El poeta Stéphane Mallarmé, hacia finales del Siglo XIX, afirmó que “ la mitología cuenta la tragedia de la naturaleza, es decir, la colección de rumores mediante los cuales los hombres de otrora se contaban todo lo que veían u oían…constituyendo así un conjunto de relatos que fueron en mayor o menor medida, desnaturalizados”. (3)
Sin embargo, la más difundida y acertada definición de mito fue aportada por Mirce Eliade: “el mito cuenta una historia sagrada; relata un hecho que tuvo lugar en los tiempos primordiales, los tiempos fabulosos de los orígenes. Dicho de otra manera el mito cuenta como, gracias a los hechos de los seres sobrenaturales, una realidad cobra existencia, esa realidad puede ser el cosmos en su totalidad o un fragmento del mismo; una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución. Es siempre la historia de una creación, se reporta como algo que se produjo, comenzó a ser. El mito habla de lo que pasó realmente, de lo que se manifestó en toda su plenitud…los mitos describen las diversas y dramáticas irrupciones de lo sagrado (o de lo sobrenatural) en el mundo”. (4)
En fin, el mito tiene ciertamente una acepción social y cultural, es una intensa asociación de imágenes, una especie de sueño colectivo, social, que permite expresarse a una comunidad que encuentra en él sus aspiraciones, ansiedades, orígenes, identidad, miedos y esperanzas.
Los mitos fundamentales de las sociedades arcaicas estaban referidos al origen, eran mitos etiológicos, mitologemas, mitos cosmológicos caracterizados por una homologación entre el mundo del Cielo y el de la Tierra. Sin embargo, como lo hemos señalado, no sólo el cosmos como un todo puede ser objeto del mito; más recientemente los estudiosos de la mitología coinciden en señalar que no se puede ni se debe desestimar la función motivadora del mito, impulsora de conductas e ideologías especialmente en el dominio político, económico y social; que además de su influencia en percepciones y concepciones vitales, es también instrumento, medio para obtener una mejor entendimiento de la realidad y de las circunstancias presentes de una determinada comunidad o sociedad.
En efecto, en las reflexiones más recientes acerca del valor e importancia de la mitología, se ha pasado de la concepción del mito como exclusivo contenido, narración, fábula, cuento, leyenda, relato, a otra donde priva la visión del mito como forma, como concepto que fija y circunscribe un hecho, un acontecimiento, una transformación, bien lo señalan, por un lado, Van der Leeuw el mito es “una forma esencial de orientación, una forma de pensamiento, más aún una forma de vida” y, por otro, François Laplantine: «…en momentos de efervescencia social, la imaginación colectiva se dilata al infinito y recurre a lo que hay que llamar, por cierto, lo sagrado.”
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