Alergia a la inteligencia
El régimen chavista ha mostrado, una vez más, su hipersensibilidad ante la crítica.
La presencia de Mario Vargas Llosa, Enrique Krauze, Jorge Castañeda, Jorge Quiroga, Joaquín Lavín, Plinio Apuleyo Mendoza, Álvaro Vargas Llosa, entre otros, ha causado incomodidad a un gobierno incapaz de perseguir al hampa pero que ya tiene varios galardones como represor de la libertad.
Los visitantes fueron advertidos por los funcionarios del aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía, al ingresar a Venezuela, de que lo hacían en calidad de turistas y que por lo tanto no tenían derecho a opinar sobre la situación política del país. (Algo paradójico si recordamos que Chávez ha intervenido en todos los países del continente hasta el punto de haber financiado las candidaturas de muchos de los actuales gobernantes latinoamericanos).
Fueron retenidos y se les revisó el equipaje. Mario Vargas Llosa declaró que además de sus implementos personales traía algunos libros de poesía que no creía que pudieran hacer daño a nadie.
Este gobierno hace como el ministro nazi Goebbels: pone la mano en la pistola cuando oye la palabra cultura. También puede gritar con el militar español Millán Astray: “¡Muera la inteligencia!” Busca amedrentar a quienes nos visitan para ver si así logra que moderen sus críticas al despotismo en progreso y envía un mensaje a los posibles próximos visitantes para que se abstengan de pisar la tierra del Libertador.
Y, también, que los venezolanos podamos vernos en ese espejo: si el régimen se atreve con estos importantes personajes extranjeros, ¿qué no nos hará a los ciudadanos de a pie del patio?.
Como cada vez que la oposición organiza alguna actividad, este foro de CEDICE ha tratado de ser saboteado, disminuido, por la celebración de otro por parte del chavismo (con el dinero de todos los venezolanos). Para tratar de restarle impacto en la prensa al primero, se montó un show paralelo en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG).
(Llama la atención que después de diez años y de 900 mil millones de dólares de ingresos petroleros, esta “revolución” no haya sido capaz de construir ni una edificación cultural para sus reuniones y festivales. Todos los espacios usados por el chavismo fueron hechos por los gobiernos democráticos: el Teatro Teresa Carreño, el Poliedro, el CELARG. Las obras públicas del actual militarismo son pocas. En eso se diferencia de la administración de Pérez Jiménez).
En el CELARG se han reunido algunos funcionarios, entre los que destaca Jorge Arreaza, yerno de Chávez, para denostar de los ilustres visitantes y proferir consignas contra el capitalismo y el consumismo.
No se han detenido a pensar ni un segundo en el papel que tiene el petróleo de Venezuela (entregado religiosamente a EE.UU en estos diez años) en la expansión de ese consumismo (y en el belicismo) capitalista. Tampoco se oyó, por ejemplo, ni una frase en contra del aumento de la circulación de automóviles que se ha registrado en el país en desmedro de las inversiones en el transporte público.
Las acusaciones contra el gran Vargas Llosa han sido risibles. Desde el despiste de algún adulante de Chávez para llamarlo “analfabeto” hasta el señalamiento de ser parte de la más rancia oligarquía limeña.
Es decir, ignorancia de la más pura. Ni la cultura de Mario Vargas Llosa puede igualarse con la indigesta lectura de contraportadas y de frases entresacadas por terceros, ni tampoco proviene de ninguna rica y poderosa familia de abolengo -que si así lo fuera tampoco sería motivo de deshonra- ; sus méritos provienen del esfuerzo personal, de la inteligencia tenaz. Tales estupideces ni los atropellos lograron moderar las intervenciones de Vargas Llosa y de los demás expositores del foro democrático.
En el inicio del programa que celebra los diez años del show televisivo de Chávez, “Aló, Presidente”, (otra mentira de Chávez: anunció que el programa duraría cuatro días y no ha sido así.
Se ha transmitido la programación normal de VTV, incluida “La Hojilla” del cerebro ideológico Mario Silva) el primer locutor nacional se mostró dispuesto a realizar un debate con sus odiados visitantes. Pero ya sabemos que ese debate no se dará. A lo más que podría acceder Chávez es a tener a Vargas Llosa, Krauze, Castañeda, Quiroga, Lavín y Mendoza como simples focas para que aplaudan sus chabacanerías, chistes malos y peores “análisis” inspirados en el ignoto socialismo del siglo XXI.
Decía Vargas Llosa que la poesía no podía hacer daño. Pero él sabe que sí puede dañar a quienes no toleran la crítica, cierran canales de televisión, persiguen con listas negras a la disidencia y encarcelan a los opositores.
Cuando el poder no es democrático es alérgico a la inteligencia.