La toxicología del despotismo
La autocracia militar venezolana ha pretendido constantemente simular el querer proteger a la ciudadanía disfrazándose con ciertos clichés humanistas e, incluso, de tratar de hacer creer que forma parte principal de sus preocupaciones tutorear la salud. Esa misma parte inmensa de la población que constantemente es agredida desde el discurso presidencial, discriminada en listas, calificada de oligarquía depredadora y opresora de los pobres y portadora del invasor mensaje del imperialismo. Una agresión persistente y repugnante convertida en implacable persecución untada en el odio más insoportable, revelando la implícita canallada, común en el rostro de todos los totalitarismos como negadores del valor de toda vida y toda libertad.
Sin embargo hace fintas de inquietarle la salud y de implementar para ello, por ejemplo, en el caso de los cigarrillos, aumentando el impuesto y trasladándolo al costo del fumador, como que formara parte de un «generoso» plan cuya finalidad es persuadir a los fumadores para que dejen el vicio.
No hay mayor vicio, para los que mandan, que el ejercicio de una dictadura de pensamiento único, ni mayor tóxico para los que están obligados a obedecer, la mayoría, que calársela y padecerla.¿Dónde irán a parar esos impuestos? Una respuesta que ignoramos.
Sí se sabe que no son invertidos en políticas públicas, en el medio ambiente, en optimizar la limpieza de las ciudades, ni en la elevación de la calidad de vida de los venezolanos.Otras cosas que sabemos es la insistencia de convertir las latas de diarrea y el vertedero de mugre de proyectos políticos mil veces fracasados que anidan en las enfermas cabezas de los que detentan hoy el poder para inocularlas a todo trance, así sea con la fuerza, a los que no les da la gana de pensar lo mismo.
Pero queda en el aire la pregunta no satisfecha. ¿Adónde van a parar esos impuestos? No puede dejarse de sospechar que si no los invierten en nada visiblemente útil como luce evidente, estos recursos, por esa realidad bizarra en la que vivimos, pueden que estén yendo directamente a financiar la compra de esos aditivos venenosos que se estrellan en los pulmones de los que el gobierno quiere salvar del vicio y que legítimamente protestan contra el intento de convertir a Venezuela en el basurero irrespirable y roñoso en el que ya se encuentra.
Es curioso, y no es una broma, en Venezuela los fumadores puede que vengan financiando con su adicción los daños a su salud, que no por la acción voluntaria de llevar humo a sus bronquios, se trata de que los recursos que traslada al fisco terminan en manos de sus represores, que de seguidas se encargan de tomar como blanco en sus siniestros juegos pirotécnicos a fumadores y no fumadores que ejercitan el derecho a disentir.
En todo caso, es bueno advertirle al gobierno esbirro, que siendo dudoso que el impuesto acabe con ese vicio, lo que no se va a terminar en Venezuela es la protesta. La libertad ha probado ser más adictiva que el cigarrillo, por eso es invencible, y por esa misma razón sus enemigos serán derrotados.