Chávez: moderación y arremetida
Después del cordial encuentro entre Obama y Chávez en la cumbre interamericana de Trinidad, la Secretaria de Estado Clinton afirmaba que el aislamiento de Chávez, promovido por la Administración Bush, había empujado a Chávez a acercarse a Irán, Rusia y China, lo cual no era favorable a los intereses de los Estados Unidos. Por tanto, el Gobierno Obama consideraba conveniente una política de diálogo y apertura (“engagement”) con Venezuela. Apenas unos días después de la cumbre, el Presidente Chávez declaró que el imperialismo norteamericano con Obama “está vivito y coleando”. Hay que entender que para Chávez la fuerte retórica antiimperialista y “antiyankee” es una de las bases estructurales de sus políticas interna y exterior. Se trata de un nacionalismo dotado de una narrativa histórica maniquea y violenta, un nacionalismo que Robert Musil, estudioso de la cultura nazi, calificaba como “enfermedad del pensamiento”, destinada a crear un nosotros, constantemente movilizado contra enemigos reales e/o imaginarios. Para eso, la imagen de la lucha entre el David nacionalista y el Goliat imperialista, copiada de la propaganda cubana, es ampliamente explotada. Se trata, por cierto de un nacionalismo falso, porque cuando se trata de defender los intereses permanentes de Venezuela, como la reclamación del territorio Esequibo con Guyana y las delimitaciones con Colombia y el Caribe, la desatención, la incapacidad y la irresponsabilidad son las características de la política venezolana. La política de Bush no empujó a Chávez a ninguna parte. Las directrices de la política exterior de Chávez tienen que ver con dos variables fundamentales: la “ceguera ideológica” y una megalomanía bonapartista. Octavio Paz decía que: “la ceguera biológica impide ver, pero que la ceguera ideológica impide pensar”. Chávez es un pragmático en la táctica, pero un dogmático en la estrategia. La “ceguera ideológica” le impide pensar cuales son los intereses prioritarios y permanentes de Venezuela, como sería, entre otros, mantener unas buenas relaciones con nuestro principal y natural socio comercial, en cambio de buscar una alianza estratégica, “contra natura”, con la “clericocracia” iraniana, que viola los derechos humanos de su pueblo, en particular de sus mujeres, alienta el terrorismo y afirma que hay que borrar del mapa a Israel. En su megalomanía bonapartista, Chávez cree realmente que Venezuela es una gran potencia, cuando, desafortunadamente, es un país mediano, subdesarrollado, monoproductor y monodependiente que, coyunturalmente, recibe abundantes recursos financieros. Los cuales, al crecer la población, tienden a ser, cada día más insuficientes. Ya dejamos de ser un Kuwait y vamos camino al desastre de Nigeria, si no cambiamos a tiempo. En mi opinión, Chávez va a moderar su virulencia retórica, en el escenario internacional, para tratar de “cubrir” la arremetida neofascista interna en contra de los dirigentes de la alternativa democrática. ¿Que pasaría en España si el gobierno pasara una ley que despojara al Alcalde de Madrid, un miembro de la oposición, de su presupuesto y funciones, para pasárselas a un funcionario, un “gauleiter” nazi, nombrado a dedo? Esto acaba de pasar en Caracas y es un descarado asalto a la democracia venezolana. Para la comunidad democrática internacional, un mensaje: “Vigilia pretium libertatis”