El clima como excusa
Las lluvias que se han precipitado sobre gran parte del territorio nacional han sido, sin duda, inclementes. Superan los registros convencionales. También han servido para evidenciar la insondable negligencia e incapacidad del gobierno bolivariano, así como la calaña de este régimen sórdido y miserable que no se cansa de mostrar, cada vez que puede, su inmenso odio por la gente.
Comencemos por este último punto. A los gobernadores de Miranda y Carabobo, al Alcalde Metropolitano y a los demás burgomaestres de Caracas, ni les dirigen la palabra. A Voluntad Popular el régimen le incautó cinco toneladas de víveres, ropa y otros bienes que esa organización había logrado recaudar mediante colaboraciones para los damnificados del estado Falcón, uno de los más maltratados por la naturaleza. Unas provisiones que habrían aliviado un poco la furia de las inundaciones, les fueron negadas a los falconianos por la sencilla razón de que el comandante antepone su proyecto de dominación política a cualquier otra consideración, no importa quiénes sean los afectados ni en cuáles circunstancias se encuentren. ¿Quién sabe dónde fue a parar esa ayuda y cuál negocio se está tramando con ella?
Dentro de poco tiempo oiremos a voceros del gobierno diciendo que el PIB de 2010 cayó porque la Providencia ha sido muy severa con el país durante este año. Primero, la sequía del primer semestre servirá de escudo para justificar los cortes permanentes de luz en numerosos estados, las continuas paralizaciones del Metro de Caracas y el racionamiento eléctrico en casi todo el territorio nacional. Según los representantes bolivarianos, la “emergencia eléctrica” tuvo que ver con el fenómeno de El Niño y no con la incuria, la improvisación e ineptitud de los funcionarios gubernamentales. El Niño, que afectó a buena parte del continente, solo tuvo efectos catastróficos en Venezuela. ¿Qué raro, verdad? Por ejemplo, Nicaragua, a donde ha ido a parar una parte significativa de los recursos petroleros, no padeció ninguna crisis eléctrica, a pesar de que también fue azotada por El Niño.
Ahora, no es la sequía sino las intensas lluvias las que sirven de pretexto para justificar la existencia de miles de familias que han perdido sus hogares, las carreteras y autopistas que han quedado en mal estado y los ríos desbordado. Ni por asomo los burócratas bolivarianos dicen que la ira de la Naturaleza pudo haberse mitigado si el gobierno -en vez de regalarle casas a los hermanos Castro en Cuba, comprar armas inútiles e innecesarias y adquirir bonos basura para apuntalar al gobierno argentino- hubiese dedicado esos mismos recursos a construir viviendas en terrenos estables, colocar pantallas en las carreteras con mayor circulación y más alto riesgo de derrumbes y empotrar los ríos que presentaban mayor peligro de desbordamiento. Es decir, si hubiese sido precavido y estuviese comprometido con el presente y el futuro de la nación, se habría podido reducir el costo de las precipitaciones.
Las catástrofes naturales no pueden eliminarse por decreto y, en algunos casos, son tan violentas que cualquier previsión resulta insuficiente. Por ejemplo, frente a un tsunami de grandes proporciones o ante terremoto de nueve o diez puntos en la escala de Richter, ninguna precaución sensata y responsable es suficiente. Ante fenómenos de esa escala, terminará imponiéndose la fuerza de la Naturaleza (¿Recuerdan aquel tonito autosuficiente y burlón empleado por Chávez contra Bush cuando ocurrieron las inundaciones descomunales que destruyeron a New Orleans? En esa ocasión lo acusó de papanatas, otra vez.)
Lo que convierte a fenómenos razonablemente previsibles como los que ocurren en Venezuela con las sequías y las lluvias, en enormes catástrofes –sobre todo luego de la experiencia de Vargas-– es la desidia de los gobernantes. Hay que recordar que el comandante ya tiene doce años en el poder. Este es un período suficientemente dilatado en el que los síntomas más agudos del subdesarrollo podrían haberse superado, si la inmensa riqueza petrolera de la que ha disfrutado Chávez, se hubiese aprovechado en beneficio del país. Como no ha sido así, sino todo lo contrario, pues quienes se han visto favorecidos son los gobiernos de otras naciones, los fenómenos propios de una zona tropical se transforman en enormes calamidades, ¡ojo!, pero no para todo el mundo, sino para los más pobres, precisamente los más utilizados y abandonados por las figuras carismáticas.
La solidaridad con los damnificados no debe hacernos olvidar que son excusas tramposas las del comandante cuando invoca el clima como culpable de sus numerosas torpezas