Con los votos no basta
Las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre han dejado claro, una vez más, la naturaleza tramposa del chavismo en el poder. Sin embargo, al expresarse la mayoría, ha sido derrotada la maquinaria del ventajismo institucional (todos los poderes públicos confabulados para hacer nula la voluntad popular), el despilfarro publicitario, las manipulaciones de las normas electorales, la compra de votos y la amenaza a los empleados y contratistas del Estado.
Los votos han dejado a Chávez y su desgobierno en minoría, pero la asignación de los escaños ha traído la consecuencia (sorprendente para muchos venezolanos y observadores extranjeros) de configurar una Asamblea Nacional con mayoría chavista. El enredo protagonizado por Chávez (incluyendo los insultos a la corresponsal de Radio Francia Internacional) al tratar de explicar cómo con menos votos obtuvo más de 30 diputados de diferencia contra los factores que lo adversan, muestra la inequidad de la fórmula electoral usada para asignar las curules en el Parlamento.
No es la primera vez que quienes disfrutan del poder desde 1999 utilizan ciertas maromas pseudo legales para abultar su representación. En la elección de la Asamblea Constituyente de ese año, con el 64% de los votos, el chavismo tuvo el 95% de los constituyentes. Se valió entonces de circunscripciones plurinominales únicas en cada estado y una nacional con escrutinio mayoritario. En todos los estados la oposición fue derrotada y no obtuvo por esa vía ni un diputado. Sólo por el circuito nacional lograron entrar los pocos disidentes (6 de un total de 131) que participaron en la discusión no democrática, apresurada y mediatizada de la nueva Constitución.
La Constitución de 1961 y la tradición democrática venezolana hacían honor a la proporcionalidad (el número de parlamentarios de cada opción electoral era lo más cercano posible a la proporción de los votos obtenidos). El sistema reconocía hasta diputados y senadores adicionales (sumando los votos nacionales para cada partido) y así los minoritarios obtenían su representación parlamentaria. Si en la convocatoria de aquella Constituyente, los magistrados de la fenecida Corte Suprema no hicieron respetar los principios electorales de la Constitución de 1961, hoy son los poderes chavistas (Asamblea Nacional, TSJ y CNE) los que violan el principio de la proporcionalidad establecido por la misma Constitución de 1999.
Pocas voces advirtieron sobre el peligro de la manipulación de los circuitos electorales, los cambios de peso entre el voto nominal y el de lista y la sobrerrepresentación de los estados despoblados. Pero el resultado ha demostrado que los votos no bastan (a pesar de lo que repetían algunos candidatos y opinadores: “nada importa, si se es mayoría se gana”) para enfrentar al desgobierno chavista. La lucha contra sus manipulaciones y crímenes, incluyendo las maltratadas condiciones electorales que hacen posible que con menos votos saque más diputados, debe acompañar al llamado a votar. Después de doce años de trampa electoral, a la contundente mayoría democrática no hay que tratarla como a un niño al que se oculta la desagradable verdad.